Ciencia e innovación

Arqueólogo explica valioso hallazgo de 10 vasijas del siglo XVII en el desierto de Atacama

Un cerro aledaño a la cárcel de Alto Hospicio fue el escenario de un valioso descubrimiento arqueológico, un hallazgo que se produjo de manera accidental en un sector de dunas por parte de funcionarios del municipio de esta localidad. Se trata de 10 vasijas en muy buen estado de conservación que datarían del siglo XVII, piezas que posteriormente fueron rescatadas por un equipo de arqueólogos de la Oficina Técnica Regional del Consejo de Monumentos Nacionales, trabajo en el que participó la arqueóloga egresada de la Universidad de Chile, Jimena Valenzuela.

Los materiales encontrados estarían asociados a la producción minera que se desarrolló en el sector de Huantajaya, en Alto Hospicio, uno de los yacimientos de plata más ricos que se explotaron al comienzo de la época colonial. ”Ya era conocido desde la época preincaica, pero obviamente interesó mucho a los conquistadores españoles. Por lo tanto, no es extraño que se hayan descubierto estas piezas en el lugar, en función de la extracción de minerales y la necesidad de surtir de vino al campamento o para los rituales religiosos”, explica Mauricio Uribe, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile y representante de la Sociedad Chilena de Arqueología ante el Consejo de Monumentos Nacionales.

Lo más probable es que representen la época colonial entre los siglos XVII (1600) y XVIII (1700), afirma el académico. “Fue justamente como a mediados del siglo XVI que comenzó la explotación de Huantajaya, y en el siglo XVII se vuelve a explotar ese sector con mayor inversión de recursos. Entonces, es muy probable que entre el XVII y el XVIII se haya desarrollado la producción del mineral con mucha intensidad y eso haya hecho que haya tantas botijas. Aquí se han conservado al menos diez, que debe ser una mínima parte de todo el movimiento de botijas que hubo durante el período colonial”, detalla.

El arqueólogo de la Universidad de Chile detalla que estas piezas dan cuenta de la introducción de prácticas sociales y religiosas asociadas al consumo y uso del vino. “El vino tinto llega a ser muy importante en toda América y eso hace que se incrementen o lleguen estas vasijas, que se comiencen a elaborar en el continente entre las comunidades locales. Esto también hace pensar que se estaba produciendo vino en los valles y oasis cercanos. Es decir, en pleno desierto de Atacama se habrían plantando vides que, de alguna manera, habrían permitido mantener el consumo local, porque evidentemente no se movían las piezas como ahora, donde el acceso al vino es tan distinto”.

En este sentido, las diez vasijas encontradas, “reflejarían la alta producción de vino en la época y, al mismo tiempo, la importancia que tiene para el sistema colonialista que se estaba desarrollando en esta zona del norte de Chile, que en ese momento correspondía al Virreinato del Perú. Evidentemente, más allá de las piezas que están enteras, que es lo primero que a uno le maravilla, por otro lado está esto de que son uno de los representantes materiales más explícitos de los sistema de implantación colonial sobre los territorios conquistados, particularmente de los territorios andinos, y seguramente es una muestra de cómo se están insertando en los sistemas locales indígenas de aquella época”, sostiene Mauricio Uribe.

Respecto al valor patrimonial de este descubrimiento, plantea que “es destacable el hecho de que aparezcan piezas enteras y no fragmentos o piezas destruidas o rotas, como generalmente ocurre o lo que tradicionalmente estamos acostumbrados a trabajar arqueológicamente. Es impactante que las cosas se conserven a lo largo de los siglos y, en este caso, que se conserve una cantidad tan grande de vasijas, que son estos contenedores o botijas de la época colonial, que fueron muy típicas del mundo europeo y que llegan a América por la conquista hispana y también con la evangelización”. 

Las condiciones ambientales del desierto de Atacama son las principales responsables del buen estado de conservación de estas vasijas, así como de otras piezas arqueológicas que se han encontrado en diversos puntos de este vasto territorio. El profesor Uribe señala que seguramente estas piezas estaban tapadas, lo que ayudó a su preservación, y en orden “porque se dejaban en ciertos paraderos o postas de determinada manera para que aquellos que las transportaban las dejaran ahí. Después las tomaban otros para llevarlas a otros lugares y, por lo tanto, eran como postas donde se iban vaciando, llenando estos transportes”. En este sentido, añade, es posible que se haya perdido información y materiales del contexto original en el que se encontraban.

A futuro, indica, el principal desafío es mantener estas piezas en condiciones similares a las que permitieron su conservación durante siglos. Por lo tanto, precisa, “es importante que no bajen a Iquique porque las condiciones de humedad de la costa son demasiado agresivas para la cerámica. Entiendo que la idea es que se mantengan en Alto Hospicio, bajo control de una fundación o agrupación que está preocupada de Huantajaya, que hace un año fue declarado Monumento Histórico Nacional, en conjunto con la Municipalidad. Hay que buscar el espacio con las condiciones ambientales propicias para su conservación y seguridad”. 

Agrega, además, que aún queda mucho por averiguar de estas vasijas en términos de investigación científica. “Hoy día, con las técnicas que tenemos, se puede hacer análisis microscópico del contenido, de lo que quedó residuado o legado en las paredes y se puede saber con mucha más exactitud cuál era el contenido que tenían, probablemente conocer las recetas o los ingredientes de lo que se estaba almacenando o preparando en esas vasijas”.

Descubren ancestro prehistórico de familia de sapos que vivió hace 13 millones de años en la Araucanía

Un nuevo punto de hallazgos paleontológicos en Chile fue dado a conocer por un equipo de investigadores, quienes revelaron el descubrimiento de un ancestro prehistórico del género de sapos Rhinella que vivió hace unos 12 a 13 millones de años en la que hoy conocemos como Región de la Araucanía. Los restos encontrados en el Cerro Rucañanco, ubicado al sureste de la localidad de Lonquimay, corresponden a una extremidad superior articulada del ejemplar, pieza que permitió a un equipo de investigadores de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile determinar el parentesco del espécimen con el grupo de sapos conocidos como bufónidos, específicamente del género Rhinella. El estudio fue publicado por la revista Journal of South American Earth Sciences. 

Juan Pablo Guevara, investigador de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile y autor principal del trabajo, señala que el fósil proviene de una expedición realizada en 1991. “Hasta hace algunos años, este hallazgo permanecía guardado y asociado al ave fósil Macranhinga chilensis en el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN). Durante un proyecto de manejo de colecciones, uno de los coautores, Sergio Soto, se encontraba catalogando piezas fósiles, donde notó que la morfología del ejemplar de nuestro estudio no correspondía con lo que se espera de un ave, por lo que más tarde, junto al mismo Sergio Soto y otro de los coautores, Jhonatan Alarcón, hicimos una revisión y fue en ese momento que determinamos este material fósil como un anuro, lo que dio inicio a este estudio”, relata.

El hábitat de este sapo ancestral del género Rhinella, indica el paleontólogo, se posiciona en el Mioceno, una época del período Neógeno, posterior a la extinción de los dinosaurios, en la que comienza la consolidación de la flora y fauna moderna, especialmente de mamíferos y aves. En este sentido, sostiene que “el ambiente donde nuestro ejemplar se depositó es del tipo fluvio-lacustre, lo que nos podría indicar que este animal probablemente vivió en zonas asociadas a ríos o lagos de aquella época. Este anfibio habría convivido con aves, en particular con la especie Macranhinga chilensis, mamíferos y peces de la época”.

El investigador explica que el ejemplar “vendría a ser un pariente de los actuales Rhinella spinulosaRhinella arunco y Rhinella atacamensis que habitan nuestro país. Del mismo modo, existen más ‘parientes’ a lo largo de Sudamérica pertenecientes a este género”. Sin embargo, detalla que “si bien este grupo de sapos actualmente es uno de los más diversos de América del Sur, están escasamente representados en el registro fósil”. En este sentido, plantea que el ancestro hallado en la Araucanía “constituye uno de los registros más antiguos de ranas en la región andina de América del Sur. En cuanto a la distribución del registro fósil, este bufónido del Cerro Rucañanco representa el registro más austral de este grupo que se ha reportado hasta la fecha para el Mioceno, lo que implica que este grupo de anuros estuvo distribuido en el extremo sur de América del Sur al menos desde esa época”.

La importancia del descubrimiento, además, no solo radica en ser uno de los pocos registros de bufónidos en Chile, uno de los más incompletos entre los vertebrados terrestres. Estudios filogenéticos sugieren que la época de divergencia del género Rhinella estaría en los inicios del Mioceno, por lo que este espécimen sería la pieza más cercana al período en que este grupo de ranas inició el proceso evolutivo que dio origen a la proliferación de especies que podemos ver hoy. Esta diversidad, a la fecha, comprende 89 especies vivas del género de sapos Rhinella, muchas de ellas con una amplia distribución en gran parte de América.

En este sentido, destaca el valor de este espécimen para entender la distribución actual de anfibios bufónidos, en particular del género Rhinella de Sudamérica. “Hasta antes de que este artículo fuera publicado, solo se tenía como hallazgo confirmado la presencia de un bufónido del género Rhinella en Colombia para el Mioceno, con una edad similar a nuestro hallazgo. Por lo que, hasta ese momento, solo se tenía certeza de que este tipo de anfibios estaba presente en el norte del continente para esa época. Sin embargo, con este nuevo antecedente, se tiene una nueva configuración, que considera que estos anfibios ya estaban distribuidos también en el extremo sur de Sudamérica. Esto cambia el antiguo panorama y aporta luces para nuevas teorías sobre cuándo aparecen estos anfibios y cómo se distribuyeron”, afirma.

Cristian Becker, jefe Curatorial y Científico del Museo Nacional de Historia Natural, donde se preserva el espécimen, señala que “una de las grandes tareas del Museo Nacional de Historia Natural es el resguardo y la conservación de nuestras colecciones, que son patrimonio natural y científico de nuestro país. Esto incluye a los restos encontrados en la Araucanía y que fueron estudiados por investigadores de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile. La conservación de estos restos fósiles ha permitido que sean analizados posteriormente, los que permiten estudios paleontológicos como el que se ha realizado con el género Rhinella. Nuestro Museo resguarda colecciones desde hace casi dos siglos, además de ser un referente en el resguardo de colecciones paleontológicas y biológicas, entre otras”.

Respecto al valor paleontológico de este sitio, Juan Pablo Guevara enfatiza que “la considerable diversidad de vertebrados que se ha descubierto en los afloramientos de la Formación Cura-Mallín, expuestos en Cerro Rucañanco, constituye una valiosa oportunidad para obtener un mejor conocimiento de la diversidad faunística que existió durante el Mioceno en el extremo sur de América del Sur”.

El investigador de la Red Paleontológica de la U. de Chile especifica, además, que tiene un gran potencial para proporcionar nuevos hallazgos de sapos fósiles, cuyo estudio ayudará potencialmente a comprender la evolución de este grupo en Sudamérica. “El descubrimiento de nuevos materiales permitirá tener una imagen más clara de la diversidad de este grupo en el Paleógeno y Neógeno de América del Sur, que hasta ahora es escasamente conocida. Esto nos permitirá comprender los patrones evolutivos y biogeográficos que explican la diversidad y distribución actual de los bufónidos y en particular del género Rhinella”. Por esta razón, esperan que futuras campañas a este lugar permitan dar con nuevos hallazgos e identificar a qué tipo de especie corresponde este ejemplar.

Investigación avanza hacia fórmula terapéutica para la reparación de heridas en base a la saliva

El año 2017, el profesor Vicente Torres y su equipo identificaron las propiedades curativas de la histatina-1, molécula presente en la saliva que permite la rápida cicatrización de heridas en la boca estimulando la formación de nuevos vasos sanguíneos en las áreas afectadas. Cinco años después, el académico de la Facultad de Odontología de la Universidad de Chile, continúa su trabajo a través de un proyecto FONDECYT que va un paso más allá y tiene como objetivo responder a la pregunta de cómo este péptido actúa sobre la célula herida, y qué receptor permite esta interacción, de manera de identificar potenciales blancos farmacológicos.

“Este trabajo tiene en teoría aplicación para todo tipo de heridas, porque cuando hay una en tejido blando, como en la piel, debe haber formación de vasos sanguíneos para que se cierre. La idea es tomar esta molécula y hacer una formulación terapéutica para distintos tipos de heridas en la piel o también crónicas”, explica Torres sobre los avances y desafíos de esta investigación.

Pero los beneficios de este trabajo no se quedarían ahí. De acuerdo al profesor Torres, “heridas en tejidos duros, como una fractura en hueso, también necesita nuevos vasos sanguíneos, y ahí estamos trabajando de manera paralela en el diseño de una formulación implante en base a histatina para regenerar el hueso”. Esta línea de investigación aplicada también está en el horizonte, en el marco de la postulación a un FONDEF.

En función de este conjunto de investigaciones complementarias de ciencia básica y aplicada, el equipo liderado por Torres realizó -entre fines de 2019 e inicios de 2020- una solicitud de patente en Estados Unidos, proceso en el que recibió el apoyo de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de nuestro plantel, con el objetivo de proteger el uso terapéutico de la histatina-1 en la reparación de huesos. 

Los objetivos concretos del proyecto FONDECYT son identificar el receptor de la histatina en las células endoteliales, captar qué evento celular y molecular ocurre en la creación de nuevos vasos sanguíneos, en otras palabras, determinar la cascada de señalización que se activa, y -finalmente- determinar qué cambios genéticos produce en la célula endotelial para que se formen estos nuevos vasos sanguíneos. 

Si bien el profesor Torres explicó que la investigación tiene un plazo de cuatro años, a partir de este mes de abril, adelantó que el primer objetivo está a punto de ser publicado gracias al trabajo que se ha realizado desde 2017. El equipo liderado por él también está integrado por estudiantes de pregrado y doctorado de las facultades de Odontología, Medicina y Ciencias Químicas y Farmacéuticas, en un desarrollo interdisciplinario que incluye, además, una red de colaboración con investigadores de la Universidad de Ámsterdam, pioneros en el estudio de moléculas salivales.

Satélites de la U. de Chile ya fueron ensamblados y esperan ser lanzados al espacio el 1 de abril

SUCHAI-2, SUCHAI-3 y PlantSat, los tres nuevos nanosatélites del Programa Espacial de la Universidad de Chile, fueron ensamblados el pasado viernes 11 de marzo al cohete Falcon-9, de SpaceX, en Florida (EE.UU.), cumpliendo con la última etapa antes de su lanzamiento, programado para el 1 de abril desde Cabo Cañaveral.

“Las condiciones meteorológicas del día del lanzamiento serán claves para mantener el itinerario, por lo que el lanzamiento puede moverse día a día hasta que las condiciones sean apropiadas”, cuenta Marcos Díaz, académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) y coordinador del Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (SPEL). En febrero, parte del equipo del SPEL trasladó los satélites hasta la Universidad Aeronáutica Embry Riddle (ERAU), en Daytona Beach, Florida, donde les realizaron las últimas calibraciones y pruebas de operación.

El lunes 7 de marzo, los dispositivos fueron integrados al sistema de despliegue de D-Orbit (ION) – empresa intermediaria que lleva varios nanosatélites de tipo cubesat -, siendo finalmente ensamblados al cohete Falcon-9 el viernes 11 de marzo. Una vez en el espacio, D-Orbit será la encargada de dirigir los satélites a la órbita seleccionada por el Programa Espacial de la U. de Chile para comenzar a operar, un proceso que tardará aproximadamente un mes.

Entre los experimentos a bordo de los SUCHAI 2 y 3 se encuentran magnetómetros -instrumentos para medir la intensidad del campo magnético-, una sonda Langmuir, para estudiar la ionósfera, contadores de partículas de radiación solar, una cámara para evaluar la contaminación lumínica nocturna en el norte de Chile y un sistema de comunicación de largo alcance para internet de las cosas.

El PlantSat, en tanto, contiene una planta del tipo Tillandsia (o clavel del aire), análoga a las utilizadas para alimentación y generación de oxígeno, pero que no requiere sustrato para sobrevivir, además de contenedores con organismos extremófilos, que pueden ser útiles en posibles aplicaciones espaciales (purificación del agua, degradación de residuos) o tener uso en una potencial minería espacial.

Además de estudiar la vida y crecimiento de microorganismos en el espacio, su objetivo es determinar si estos organismos biológicos toleran el ambiente espacial, la microgravedad y la radiación. Todos los satélites llevan tecnologías desarrolladas en el laboratorio nacional, principalmente para la determinación y control de la orientación de los satélites, así como para las comunicaciones. Un ejemplo de estas tecnologías es el sensor de estimación de orientación de alta precisión o star tracker.

“Esta información de orientación es fundamental para brindar al satélite la capacidad de apuntamiento preciso, capacidad que puede ser usada por otros experimentos dentro de los satélites, tales como la cámara PCO, que medirá niveles de contaminación lumínica; y el planar Langmuir-probe, usado para medir características ionosféricas. Para mi investigación es fundamental estudiar el comportamiento de estos star tracker en el ambiente espacial”, señala Samuel Gutiérrez, ingeniero físico de la Universidad de Santiago y estudiante del doctorado en Ingeniería Eléctrica de la U. de Chile.

El equipo detrás de estas misiones es liderado por el Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (SPEL), de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la U. de Chile, junto a estudiantes, investigadores y académicos de otras instituciones nacionales, como las universidades de Santiago, de Valparaíso, de Antofagasta, PUC de Valparaíso, Biociencia, CINNDA y SIRIO. Además de colaboradores internacionales de la Embry-Riddle Aeronautical University, TU Delft, la Universidad de Tokyo y Rubin Observatory (AURA).

Investigadores son parte del nuevo reporte IPCC sobre Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad al Cambio Climático

Con una conferencia transmitida para todo el mundo, fue presentado este lunes 28 de febrero la Contribución del Grupo de Trabajo II sobre Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad, “Climate Change 2022: Impacts, Adaptation and Vulnerability”, informe que fue aprobado para su publicación el domingo 27 de febrero de 2022, por los 195 Estados Miembros del IPCC, en una reunión de aprobación celebrada en formato virtual a lo largo de dos semanas a partir del 14 de febrero

Este reporte corresponde a la segunda entrega Sexto Informe de Evaluación (AR6) del IPCC, sumándose a la Contribución del Grupo de Trabajo I sobre Bases Físicas del Cambio Climático, que fue lanzado el pasado agosto del 2021. La publicación de la Contribución del Grupo de trabajo III se espera se realice a principios de abril del 2022, completando el AR6.

La contribución del Grupo de Trabajo II al Sexto Informe de Evaluación evalúa los impactos del cambio climático, analizando los ecosistemas, la biodiversidad y las comunidades humanas a nivel mundial y regional. También revisa las vulnerabilidades y las capacidades y límites del mundo natural y las sociedades humanas para adaptarse al cambio climático.

“Este informe entraña una seria advertencia sobre las consecuencias de la inacción”, manifestó Hoesung Lee, presidente del IPCC. “En el informe se demuestra que el cambio climático constituye una amenaza cada vez más grave para nuestro bienestar y la salud del planeta. Las medidas que se adopten en el presente determinarán la forma en que las personas se adaptarán y cómo la naturaleza responderá a los crecientes riesgos climáticos”.

En esta oportunidad, participaron como Lead Author las investigadoras del (CR)2 Paulina Aldunce, investigadora de Citrid U. de Chile y académica de la Facultad de Ciencias Agronómicas U. de Chile, y Laura Ramajo, investigadora del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas CEAZA. Mauro González, investigador del (CR)2 y académico de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales, también participó como Contributing Author.

Quienes también participaron representando a Chile como Lead Author, se encuentran Francisco Mesa, investigador del Centro de Cambio Global UC, y Lisandro Rocco, académico de la Universidad Austral de Chile. Por otro lado, Carolina Adler, directora del Mountain Research Initiative, fue parte de la entrega con el rol de Coordinating Lead Author.

“En términos generales, el reporte determina que el cambio climático generado por las actividades humanas, junto con los eventos extremos cada vez más intensos y frecuentes ha generado impactos negativos y daños tanto a los sistemas humanos como los naturales. Muchos de los sectores impactados negativamente son irreversibles debido que a que estos sistemas han sobrepasado su capacidad de adaptación”, señala Laura Ramajo. 

“Nos enfrentamos a múltiples e inevitables amenazas climáticas en las próximas dos décadas debido al calentamiento global de 1,5°C. Incluso superar temporalmente los 1,5 °C de calentamiento resultará en impactos adicionales graves, algunos de los cuales serán irreversibles. Por lo mismo se requiere de urgente acción para hacerse cargo de los crecientes riesgos. El reporte subraya las consecuencias de la inacción y nuestras acciones llevadas a cabo hoy definirán como la humanidad y la naturaleza responderá los crecientes riesgos del cambio climático”, destaca Paulina Aldunce. 

En comparación a la entrega del Grupo de Trabajo II realizada para el 5to Informe de Evaluación, este nuevo reporte considera un total de más de 34.000 documentos científicos, sustentando con evidencia los impactos y riesgos en diferentes niveles de calentamiento, así como también cómo la adaptación puede contribuirá a las soluciones al cambio climático, y también explora el potencial de la adaptación para cumplir varios Objetivos de Desarrollo Sostenible

“Este último informe refleja el creciente conocimiento científico y proporciona una mejor comprensión de los impactos del cambio climático, los riesgos climáticos, las opciones que tenemos para adaptarnos y los límites que enfrentamos. Se centra en las soluciones, la justicia social y la equidad y el papel de la transformación para hacer frente con los peligros que enfrentamos por el cambio climático, limitar el calentamiento y, al mismo tiempo, abordar algunas de las otras amenazas globales”, destaca Paulina Aldunce.

“Desde el AR5, un gran número de evidencia ha sido acumulada en torno a impactos observados y proyectados, pero también sobre qué factores hacen a la naturaleza y a las personas más vulnerables. Desde el AR5 existe evidencia de que hay un progreso en adaptación, tanto en la planificación como en su implementación.  El reporte también indica que desde el AR5 publicado en 2014 han incrementado la evidencia de la presencia de acciones de mala-adaptación las cuales pueden aumentar la vulnerabilidad, exposición y riesgos actuales, pero también exacerbar las desigualdades existentes”, agrega Laura Ramajo

La investigadora del Centro Ceaza también señala que el AR6 indica que la evidencia que existe ahora respecto a impactos, riesgos proyectados, vulnerabilidad y límites de adaptación demuestran que la acción para conseguir un desarrollo climático resiliente a nivel mundial es más urgente de lo que determinó el AR5.

“El desarrollo resiliente al clima ya está en peligro en los niveles actuales de calentamiento. Estará aún más limitado si se exceden los 1,5°C. En algunas regiones será imposible si supera los 2°C. Esto remarca la urgencia de la acción climática, centrada en la equidad y justicia. Adecuado financiamiento, transferencia tecnológica, compromiso político y trabajos colectivos resultan en adaptación al cambio climático y reducción de emisiones más efectivas”, agrega Paulina Aldunce.

Tanto el informe como las investigadoras del (CR)2 señalan que, así como es un elemento clave la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, parte de las acciones de mitigación, también es importarte enfocar esfuerzos en las acciones de adaptación que implementen los países.

“El reporte determina con un nivel de confianza muy alto que las soluciones integradas y multisectorales y transversales incrementa la viabilidad y efectividad de la adaptación al cambio climático. También indica que, aunque algunos limites en términos de adaptación ya han sido alcanzando, pueden ser superados abordando restricciones financieras, de gobernanza, instituciones y políticas”.

“La evidencia científica es inequívoca: el cambio climático es una amenaza para el bienestar de la humanidad y la salud del planeta, tomar acciones ahora nos podría asegurar el futuro. Cualquier nuevo retraso en la acción global resultará en la perdida de la breve ventana de oportunidad que nos permitiría asegurar la habitabilidad del planeta, la cual se está cerrando rápidamente”, concluye Paulina Aldunce.

Chilenos descubren en la cáscara de la cebolla el más potente antioxidante conocido hasta ahora

“Descubrimos un antioxidante en la cáscara de la cebolla, cuya acción es ejercida a nivel nanomolar. Esto significa que la molécula descubierta actúa en las células humanas a concentraciones extremadamente bajas, siendo su potencia -por tanto- superior a prácticamente toda otra molécula antioxidante hasta ahora conocida”. Así explica el Dr. Hernán Speisky, director del Laboratorio de Antioxidantes del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, el reciente hallazgo de las extraordinarias propiedades de la cáscara de la cebolla realizado junto a la investigadora Jocelyn Fuentes, jefa del Laboratorio de Análisis de Antioxidantes de la misma unidad académica.

La investigación comenzó el año 2017, en medio del proceso de tesis doctoral de la profesora Fuentes, donde el objetivo propuesto fue analizar qué le sucedía a los antioxidantes cuando estos se oxidaban, particularmente a los polifenoles. Fue así como, dice la profesora, “encontramos e identificamos en la piel de la cebolla que la molécula de benzofuranona (BZF), la forma oxidada del polifenol quercetina, tiene una potencia antioxidante 1.000 veces superior a la del mismo polifenol sin oxidar”.

Los modelos experimentales de investigación empleados por los investigadores del INTA de la U. de Chile permitieron establecer que la administración de bajísimas dosis de un extracto (preparado a partir de la piel seca de cebolla), estandarizado en cuanto al contenido de BZF, protegió a animales de experimentación contra el daño a su mucosa intestinal y contra la alteración de la función de barrera de su intestino inducido por agentes pro-oxidantes que erosionan la mucosa del tracto gastrointestinal, como son los AINEs (anti-inflamatorios no-esteroidales) o el alcohol.

Asimismo, y dado que la alteración de la función de barrera intestinal es una condición que también esta frecuentemente asociada a la obesidad y la diabetes, los investigadores explican que el descubrimiento hecho abre la posibilidad de que el extracto desarrollado por el Laboratorio de Antioxidantes del INTA sea eventualmente de enorme utilidad terapéutica en tales condiciones.

Los estudios hasta ahora realizados son pioneros, y muestran que el compuesto (BZF), naturalmente presente en la piel seca de la cebolla, se comporta en las células como el más potente antioxidante y anti-inflamatorio hasta ahora conocido.

La indagatoria se centró en la cebolla, luego de haber estudiado más de veinte frutas y hortalizas que son reconocidamente ricas en el polifenol quercetina. “Empezamos a buscar en qué alimentos se podría encontrar la quercetina en su estado estar oxidado y llegamos a la cebolla, pero lo interesante fue que no lo encontramos en su pulpa, sino que solamente en su piel, y específicamente, en las capas secas más externas de esta. Lo vimos también en la piel seca de la cebolla morada y de la chalota, que son una variedad de cebollas pequeñas que se consumen mucho en Francia”, cuenta la profesora Fuentes.

El Dr. Speisky explica que la investigación se inició con el objetivo de “cuestionar el supuesto científico de que cuando un antioxidante se oxida pierde sus propiedades antioxidantes. Y para ello hemos estado trabajando primariamente en un tipo de antioxidantes que se llaman flavonoides (una clase de polifenoles), que son los antioxidantes naturales más abundantes en la alimentación humana”.

En esta línea, agrega, “empleando células del epitelio de intestino humano expuestas a radicales libres o a agentes generadores de estas especies (como AINEs o alcohol), demostramos que el daño producido a nivel tanto celular como molecular se ve prevenido totalmente en presencia del extracto de piel de cebolla, así como por la adición de concentraciones de BZF purificada adicionada a la misma concentración que se encontraba presente en el extracto. Interesantemente, las concentraciones o dosis de benzofuranona necesarias para inducir la protección total de estas células resultan ser 1.000 veces inferiores a las requeridas por el flavonoide (quercetina) que origina a dicha benzofuranona”.

Además, dice que “hemos respaldado lo anterior, demostrando que bajísimas dosis del extracto protegen totalmente la mucosa intestinal de animales de experimentación contra el daño oxidativo y contra la pérdida de función de barrera intestinal inducida por AINEs”. Tales hallazgos han sido recientemente publicados en revistas que actualmente gozan del mayor reconocimiento científico en el área de los antioxidantes y de la química de los alimentos.

Habitualmente, cuando manipulamos una cebolla para su consumo en la cocina, retiramos y posteriormente desechamos la cáscara para utilizar solo la parte blanca interior. Entonces, cabe preguntarse, ¿de qué manera podemos utilizar o consumir este elemento en nuestra dieta diaria? Los especialistas son claros en aclarar que eso corresponde a una segunda etapa y que no es posible aún establecer su consumo directo como una práctica saludable.

“A través de un proyecto Fondecyt Regular (1190053) dirigido por el Dr. Speisky y un proyecto Fondef (VIU20p0005) que yo dirijo hemos ido avanzando no solo en una mayor caracterización de los potenciales usos de BZF, sino también en el desarrollo de un preparado nutracéutico que contenga el extracto de piel de cebolla estandarizado en cuanto a BZF. Y aunque aún no estamos en condiciones de sugerir su uso ni menos dosis en humanos, iniciar estudios clínicos con el extracto forma parte de nuestros próximos pasos a seguir”, asevera la profesora Fuentes.

Por su parte, el profesor Hernán Speisky puntualiza que “el interés en antioxidantes surge del amplio reconocimiento de qué la ingesta de alimentos ricos en moléculas -que tienen la capacidad para apagar o neutralizar radicales libres- contribuyen sustantivamente a reducir el riesgo de desarrollo de diversas enfermedades crónicas no transmisibles, como son aquellas que afectan el sistema cardiovascular, el sistema nervioso central y diversas formas de cáncer”. 

Chile presenta nueva herramienta de medición de turismo interno mediante el uso de big data

Por medio de una plataforma de fácil y libre acceso, empresarios y emprendedores del sector, gremios del turismo, municipios, academia, organismos nacionales e internacionales y medios de comunicación podrán acceder a Big Data Turismo Interno, herramienta que entrega información estadística sobre los viajes que realizan los residentes en Chile por todo el territorio nacional y que estará disponibles las 24 horas del día en www.sernatur.cl/dataturismo.

Las nuevas métricas se sumarán a los resultados de la información ya existente en la plataforma, en la cual se podrá medir el comportamiento del turismo interno desde enero de 2019 hasta noviembre de 2021, dando paso al análisis de flujos turísticos internos en el contexto pandémico, comparándolo con un año de regularidad. Los resultados de esta metodología se sumarán a Data Turismo Chile, para complementar la información ya disponible respecto al turismo receptivo.

El ministro de Economía, Fomento y Turismo, Lucas Palacios, afirmó que “la incorporación de Big Data es una tremenda noticia para las más de 540 mil personas y familias que viven del turismo en nuestro país, para las más de 183 mil empresas con actividades relacionadas al turismo, para inversionistas, autoridades comunales, regionales y a nivel país que quieren tomar más y mejores decisiones para fomentarlo. Y para los mismos turistas. Se trata de un gran zoom al turista chileno, preciso y en tiempo real, que nos pone a la vanguardia de información precisa para todos”.

En tanto el subsecretario de Turismo, José Luis Uriarte, señaló que “la implementación de esta plataforma es un elemento que aporta al posicionamiento del turismo como sector económico. Este es un esfuerzo que venimos desarrollando desde hace años para dotar al sector de información confiable, robusta y actualizada, con el objetivo de que las personas vinculadas con el turismo, en todos sus niveles, puedan tener datos a la mano y así tomar mejores decisiones. Es una excelente herramienta que ayudará al desarrollo de políticas públicas y de inversiones focalizadas territorialmente, lo que en un contexto de reactivación es sumamente necesario”.

Otro aspecto al que apunta el uso de big data en turismo es a la transformación digital del sector y en relación a eso, la directora nacional de Sernatur, Andrea Wolleter, expresó que “esto es muy beneficioso, ya que pone a Chile a la vanguardia en el uso de nuevas tecnologías de captura de información. Es un método innovador de obtención de data oficial en turismo que pone en valor el análisis de la información disponible y el uso intensivo de los datos, como soporte de la toma de decisiones, supliendo la necesidad de información de corto plazo”.

El uso de big data se convierte en una herramienta fundamental para el diseño de estrategias en el proceso de reactivación de un sector de la economía que ha sido severamente impactado por la crisis sanitaria, sobre todo porque el turismo interno será el eje central que impulsará la reanudación de la actividad turística en Chile.

La plataforma tiene un amplio alcance y abarca a diversos actores del sector. El nivel de detalle de la información contribuye con localidades, municipios, regiones y público en general respecto al acceso a información centralizada y estandarizada de fácil comprensión y disponible siempre en el sitio web www.sernatur.cl/dataturismo.

Esta es la primera vez que se publica estadística oficial del país con big data, que viene a complementar las encuestas y los registros administrativos de la estadística de turismo. Se trata de información con tecnología de punta, disponible para la toma de decisiones de pymes y operadores turísticos del país, la cual permitirá definir iniciativas, proyectos y políticas públicas gracias a un dato oportuno, confiable y robusto. De este modo, el uso de esta tecnología permitirá dirigir de mucho mejor manera la toma de decisiones, ya sean públicas o privadas.

Físicos chilenos descubren pistas claves sobre el origen de las tormentas solares

Las llamaradas o tormentas solares son un fenómeno frecuente en nuestra estrella más cercana y su comportamiento no pasa desapercibido para la humanidad, ya que una descarga magnética poderosa es capaz de afectar desde satélites de comunicaciones hasta equipos electrónicos ubicados en la Tierra.

De acuerdo, a Mario Riquelme, académico del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile y autor principal de esta investigación publicada en la revista internacional The Astrophysical Journal, “para que ocurran estas llamaradas solares se requiere de una aceleración violenta, en apenas unos pocos segundos, de los electrones e iones en la atmósfera del Sol, la cual se ha estudiado por varias décadas sin haberse entendido aún su origen”.

Usando simulaciones computacionales de plasmas, los científicos encontraron un mecanismo para acelerar los electrones hasta velocidades ‘relativistas’, “es decir, los electrones en nuestro estudio alcanzan velocidades muy cercanas a la velocidad de la luz, en el contexto de las llamaradas solares”, explica el también Ph.D en Astrofísica de la Universidad Princeton (Estados Unidos). Según detalla, la aceleración encontrada se debe a las inestabilidades de los plasmas presentes en las llamaradas solares. “Este estudio permitirá también comprender una serie de fenómenos que involucran la aceleración de partículas en otros contextos astrofísicos como, por ejemplo, las llamaradas que despiden otras estrellas”, indica el académico.

Además de sus aplicaciones en astrofísica, Riquelme añade que este trabajo busca contribuir a entender los factores determinantes del clima espacial (la relación entre el sol, los campos magnéticos y el medio interplanetario), pudiendo -por ejemplo- aplicarse al fenómeno de aceleración de electrones en los cinturones de radiación de Van Allen en la magnetósfera de la Tierra. Asímismo, el entendimiento de este tipo de aceleración de partículas ayuda a comprender una serie de experimentos de plasmas en laboratorios, de vital importancia para una variedad de aplicaciones tecnológicas.

El grupo de trabajo planea continuar con sus investigaciones enfocándose en determinar si los iones pueden acelerarse por el mismo mecanismo, y cuáles son los regímenes óptimos para la aceleración de iones y electrones. El estudió tardó dos años en realizarse y en él se utilizaron simulaciones computacionales, principalmente a través del Laboratorio Nacional de Computación de Alto Rendimiento (NLHPC, por su sigla en inglés), el supercomputador más potente de Chile y uno de los más poderosos en Sudamérica, una infraestructura albergada en la Universidad de Chile que ha jugado un rol clave en el avance de la ciencia nacional en los últimos años.

El equipo de trabajo estuvo compuesto por el estudiante del magíster en ciencias con mención en Física de la Universidad de Chile, Alvaro Osorio, quien estuvo a cargo de la ejecución de las simulaciones y de un exhaustivo trabajo de análisis e interpretación de datos. También participaron Daniel Verscharen (University College London) y Lorenzo Sironi (Columbia University), quienes colaboraron en la realización e interpretación física de las simulaciones.

Los resultados aparecieron publicados en la revista The Astrophysical Journal con el título “Stochastic Electron Acceleration by Temperature Anisotropy Instabilities Under Solar Flare Plasma Conditions” (“Aceleración Estocástica de Electrones Debido a Inestabilidades por Temperatura Anisotrópica Bajo Condiciones del Plasma de Llamaradas Solares”).

Descubren fósiles de ranas de la era de los dinosaurios que habitaron la Patagonia chilena

Felipe Suazo, investigador de la Universidad de Chile, identificó especímenes pertenecientes a los grupos Calyptocephalellidae y Kuruleufenia, dos tipos de ranas que vivieron hace más de 70 millones de años junto a dinosaurios como saurópodos, hadrosaurios y el recientemente descrito Stegouros elengassen. El estudio, publicado en la revista internacional Cretaceous Research, confirma que ambas familias lograron sobrevivir al evento de extinción masiva ocurrido hace 66 millones de años y su parentesco con ranas contemporáneas. Una de ellas es la rana grande chilena, especie endémica de nuestro país cuyos ancestros sobrevivieron al impacto del asteroide Chicxulub, pero que hoy se encuentra bajo amenaza por la acción humana.

Una de las ranas pertenece a la familia Calyptocephalellidae y la otra al género Kuruleufenia. Ambas vivieron hace más de 70 millones de años y lograron sobrevivir al impacto del asteroide Chicxulub.

Felipe Suazo, investigador de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile, estuvo a cargo del estudio de estos fósiles encontrados en el Valle del Río de Las Chinas, en la Patagonia chilena.

En la misma zona, habitaron dinosaurios como hadrosaurios, saurópodos y el más recientemente documentado Stegouros elengassen. También se han identificado mamíferos como Magallanodon y Orretherium.

Calyptocephalella gayi, más conocida como rana gigante chilena, es considerada un verdadero “fósil viviente”. Esta especie está emparentada con una de las ranas descubiertas en la Patagonia.

Una nueva pieza de la fauna que habitó la Patagonia en la era de los dinosaurios fue identificada a partir de dos campañas de prospección paleontológica realizadas durante los años 2017 y 2018 en el Valle del Río de Las Chinas, localidad ubicada cerca de las Torres del Paine, a unos 80 kilómetros de Puerto Natales. Durante el rescate del fémur de un saurópodo, el equipo descubrió un yacimiento de fósiles con cientos de fragmentos. Parte de estos restos fueron estudiados por Felipe Suazo, investigador de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile, labor que permitió identificar, por primera vez en Chile, a dos grupos de ranas que vivieron hace más de 70 millones de años a la sombra de los dinosaurios, pertenecientes a la familia Calyptocephalellidae y al género Kuruleufenia.

El estudio, publicado por la revista Cretaceous Research, fue desarrollado junto al investigador de la Universidad de Buenos Aires, Raúl Gómez, quien abordó el registro fósil de este tipo de anfibios en la Patagonia argentina. El trabajo conjunto permitió determinar la amplia distribución de estos grupos de ranas en los dos países, lo que reafirma la conexión de la fauna entre ambas regiones del extremo sur de Sudamérica hacia fines del período Cretácico.

Felipe Suazo afirma que estas ranas vivieron en hábitats de agua dulce y que la identificación de Kuruleufenia en la Patagonia chilena corresponde al registro fósil más austral de este grupo a nivel global a la fecha. Explica, además, que este es un género de la familia Pipidae descubierto y descrito por Gómez en el 2016, que poseía características únicas en elementos del cráneo que la distinguen del resto de especies fósiles de pípidos del Cretácico. Respecto a los restos fósiles de Calyptocephalellidae, indica que esta familia posee un amplio registro fósil, el que abarca desde el Cretácico tardío hasta el pleistoceno, siendo registrado principalmente en la Patagonia chilena y argentina, en la zona central chilena y, llamativamente, en la Península Antártica.

Tanto al único resto determinado como Kuruleufenia, como a los restos asignados como Calyptocephalellidae encontrados en territorio chileno, se les puede asignar una edad aproximada de entre 75 a 71 millones de años. El investigador de la Universidad de Chile detalló que estas ranas vivieron en un clima con temperaturas templadas en verano y muy lluviosas, con un ecosistema caracterizado por la desembocadura de un río a modo de meandro, “en el cual se apreciaban bosques de helechos, coníferas (podocarpáceas, mañíos y araucarias) y Nothofagus. Probablemente, existieron áreas de inundación, las que eran pobladas por diversos animales adaptados a ambientes dulceacuícolas, como ranas, tortugas y hasta cocodrilos. Complementando a esta particular fauna, también se han identificado restos de linajes ya extintos de mamíferos, como Magallanodon y Orretherium; además de dinosaurios como los hadrosaurios, saurópodos y el más recientemente documentado Stegouros elengassen, un pariente relativo del grupo de los ankylosaurios”.

Este rico contexto faunístico fue el hábitat de estas particulares ranas, las cuales hasta la fecha cuentan con linajes que sobrevivieron a Chicxulub, el meteorito que borró de la faz de la Tierra a los dinosaurios. De acuerdo a Felipe Suazo, “los hallazgos fósiles encontrados tanto en la Patagonia chilena como argentina, confirman que las familias Pipidae [Kuruleufenia] y Calyptocephalellidae [Calyptocephalella] lograron sobrevivir a la extinción del K/Pg ocurrida hace 66 millones de años atrás, aproximadamente. Las causas por las que lograron sobrevivir y proliferar durante el Cenozoico, la época que continúa al Mesozoico, no están claras. Sin embargo, el registro fósil demuestra que ambas familias proliferaron con una diversidad de especies particulares en la Patagonia sudamericana”.

“La morfología de estos fósiles es casi idéntica a la que presentan los huesos de la actual rana grande chilena (Calyptocephalella gayi), pero debido a razones conservadoras se decidió asignar estos fósiles solo a un nivel de familia, a la espera de nuevos restos fósiles que permitan corroborar si pertenecen o no al género Calyptocephalella o a un nuevo género aún desconocido para la ciencia”, agregó el investigador de la Universidad de Chile.

Respecto al parentesco de estos fósiles con las ranas de hoy, plantea que el género Kuruleufenia está asignado a la familia Pipidae. Dos representantes ampliamente conocidos de esta familia en la actualidad son Pipa pipa (sapo de Surinam), el cual se distribuye en la Amazonía sudamericana, y Xenopus laevis (rana africana), “que fue introducida accidentalmente en la zona central de Chile, colonizando los ambientes donde nuestros ranas y sapos autóctonos se reproducen. Esto tiene serias implicancias para la conservación de nuestras especies, ya que esta rana se alimenta de larvas e individuos juveniles (y quizás adultos) de nuestros anuros autóctonos, lo que ha diezmado las poblaciones de ranas de la zona central a niveles críticos. Sumado a lo anterior, podría ser vector de enfermedades (virus y hongos) para otros anuros de nuestro país”.

Este fenómeno tiene particular relevancia para la existencia del verdadero “fósil viviente” que representa la familia Calyptocephalellidae, que sobrevivió a Chicxulub, pero que hoy se ve amenazada por la acción humana. “Esta familia actualmente es endémica de Chile, es decir, las especies pertenecientes a esta familia solo se distribuyen en nuestro país, lo cual dista mucho de su historia evolutiva, en donde era posible encontrarlas distribuidas en la Patagonia chilena y argentina e inclusive en la Península Antártica. Las especies actuales se distribuyen en dos géneros: Calyptocephalella, con una sola especie viviente (Calyptocephalella gayi), y Telmatobufo, con cuatro especies. Todas las especies de la familia Calyptocephalellidae se encuentran bajo algún grado de estatus de conservación ante la pérdida de poblaciones en los últimos años”.

Al respecto, Suazo destaca la grave amenaza que afecta en particular a Calyptocephalella gayi. “Esta especie es considerada la rana de mayor tamaño de nuestro país, y es una de las ranas de mayor tamaño que existe en el mundo. Se encuentra bajo amenaza y con categoría vulnerable (VU) en la lista roja de conservación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por su sigla en inglés), debido a la notable pérdida de ecosistemas dulceacuícolas que ha enfrentado en los últimos años, fragmentando sus poblaciones, además de presentar amenazas directas por la proliferación del hongo quítridio. Sumado a lo anterior, esta especie es cazada por los seres humanos por ser reconocida como una comida gourmet en muchos lugares de Chile”.

La parte chilena de esta investigación fue impulsada en el marco del Proyecto Anillo 172099 “Registro Fósil y Evolución de Vertebrados”, liderado por la Universidad de Chile, con el apoyo de los proyectos Fondecyt 1190891 y 1151389, encabezados por el académico de la Universidad de Chile, Alexander Vargas, y por el investigador del Instituto Antártico Chileno (INACH), Marcelo Leppe. Este trabajo además representa el segundo artículo científico formal enfocado en ranas fósiles chilenas después del realizado en el 2014 por Rodrigo Otero y otros investigadores chilenos.

Investigación revela que bosques del sur de Chile son campeones mundiales en almacenamiento de carbono

El desafío de reducir la huella de carbono en nuestro planeta es una cruzada que mantuvo reunidos a decenas de científicas, científicos y delegados de diversos países en la COP26. Metas como detener y revertir la deforestación al 2030 se han levantado con fuerza, generando a su vez múltiples debates sobre el foco y eficacia de medidas que pueden ser tardías e insuficientes ante la emergencia climática.

En Chile, un grupo de investigadores continúa explorando nuestros hábitats naturales y desarrollando evidencia clave para afrontar este problema global. Entre ellos, se destacan los estudios que se realizan en los bosques de Chiloé y sus suelos, ecosistemas que funcionan como grandes aliados para la captura de carbono y el combate al cambio climático.

Así lo mostró un reciente estudio liderado por Jorge Pérez Quezada, investigador de la Universidad de Chile y del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB). El trabajo, publicado en la revista especializada Forest Ecology and Management, exploró 33 sitios del bosque templado lluvioso ubicado en la Estación Biológica Senda Darwin, con mediciones realizadas entre 2014 y 2017. Fue así como se determinó que este ecosistema almacena más de 1.000 toneladas de carbono por hectárea, la mayoría en el suelo. El estudio también contó con la participación de Aurora Gaxiola, investigadora del IEB y de la Universidad Católica de Chile.

“En esta investigación realizamos una medición y evaluación muy completa de todas las reservas de carbono presentes en el bosque. Utilizamos modelos alométricos existentes para estimar el carbono almacenado en los árboles, que es lo más frecuente en estos estudios, pero también medimos cuánto carbono hay en el suelo, en la hojarasca, la vegetación pequeña a ras de suelo y en las plantas epífitas, que son aquellas enredaderas que crecen sobre los árboles. Encontramos que la mayor cantidad de carbono acumulado se encontraba en el suelo, con 730 toneladas por hectárea, una magnitud que nos llamó la atención también al compararla con otros ecosistemas”, explica el Ingeniero Agrónomo.

La particularidad de este hábitat, según detalla el investigador, es que se trataría de un bosque nativo y viejo, que habría crecido sobre una antigua turbera, a partir de la cual se habría formado un suelo muy rico en nutrientes orgánicos, y diferente al de otros bosques templados del mundo, tanto así, “que al caminar sobre este se puede percibir una especie de vibración, como si caminásemos sobre cojines”, comenta Pérez Quezada. Y si bien los suelos de otros bosques antiguos también contribuyen a la captura de carbono en grandes proporciones, los bosques como el estudiado en Chiloé serían un sumidero de carbono aún más potente que el de la mayoría de bosques templados en el mundo, a juicio del académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la U. de Chile.

“Este trabajo confirma que la zona donde hay más carbono acumulado en los bosques es en el suelo y luego, en los árboles. Sin embargo, hemos visto que el rol del suelo y su aporte para combatir el cambio climático han sido subestimados. Por otro lado, sabemos que no existen muchos estudios a nivel mundial que profundicen en esta área”, comenta el científico.

Jorge Pérez añade que también se encontraron importantes reservas de carbono en la vegetación que acompaña a los grandes árboles del bosque. “En las epífitas, por ejemplo, descubrimos que había más de una tonelada de carbono por hectárea, lo que también representa un índice muy alto”, comenta.

Por su parte, Aurora Gaxiola enfatiza que “los bosques no son solo árboles, sino ecosistemas mucho más complejos, que incluyen a una gran biodiversidad de especies y elementos fundamentales como el suelo y las raíces, que además proporcionan servicios importantísimos para el almacenamiento del agua. En ese sentido, el trabajo resalta la importancia del suelo como gran reservorio, clave también en la fijación de carbono. Por esta razón, la investigación también es un llamado a valorar y proteger con fuerza a nuestros bosques viejos y fortalecer la relación planta y suelo, tan vital para la regulación de ciclos naturales”.

Considerando el valor de estos hallazgos, el científico sostiene que es imperante poner foco en la protección de ecosistemas nativos: “En Chile se está planificando restaurar 1 millón de hectáreas, lo cual también es muy valioso, pero esto no tiene sentido si no trabajamos al mismo tiempo en proteger donde ya está acumulado el carbono, pues realmente toma muchos años capturar tales cantidades. Por eso es que también debemos continuar investigando estos ecosistemas, protegerlos y ponerlos en valor para su conservación”.

Jorge Pérez señala que además es fundamental resguardar estos territorios para la protección de nuestra biodiversidad y servicios ecosistémicos, como la provisión de agua, ya que los bosques antiguos interactúan con una enorme cantidad de animales, hongos, vegetales y comunidades humanas. Por esta misma razón, reafirma la necesidad de que existan mejores políticas de conservación y un especial cuidado ante los cambios de uso de suelo, ya que esta última es una de las causas más importantes de pérdida de biodiversidad a nivel global.

El investigador fue parte del Comité Científico COP25 convocado por el Ministerio de Ciencia en 2019, instancia que elaboró un informe sobre esta materia, junto a una serie de recomendaciones, que -según advierte- “finalmente no fueron incluidas en su totalidad, ya que las plantaciones forestales fueron incorporadas dentro de la estrategia de Chile para mitigar el cambio climático, de las cuales se sabe que no contribuyen a capturar carbono en el largo plazo”. Respecto al documento, se establecieron algunos puntos centrales, entre ellos, proteger de manera efectiva y en el largo plazo a los ecosistemas naturales como bosques, turberas y humedades; maximizar la captura de carbono, y minimizar las emisiones por pérdidas de cobertura vegetal asociadas a incendios, deforestación, otros cambios de uso de suelo y degradación de estos mismos hábitats.

En ese contexto, el ingeniero agrónomo sostiene que la mayor amenaza para el bienestar de los suelos y su función en la captura de carbono son los incendios. “Con los incendios se pierde más de un 80 o 90 por ciento del carbono acumulado en los árboles y suelos, y luego se sigue perdiendo aún más, porque el suelo queda descubierto y continúa erosionándose. La tala de árboles también es otro factor clave. Por todo ello es que en Chile urge que se puedan regular los cambios de uso de suelo, y que los planes de manejo existentes cuenten con una verdadera y adecuada fiscalización”, concluye.