Este domingo, la ciudad de Santiago dejará de ser solo una capital para convertirse en una pista compartida por miles de cuerpos en movimiento. La Maratón de Santiago celebra su versión número 17 con tres recorridos; 10k, 21k y 42k, y una participación que se extiende desde corredores debutantes hasta atletas experimentados, pasando también por personas en situación de discapacidad. Más que una simple competencia, la jornada es una manifestación masiva del deseo de moverse, de encontrarse con otros y de pertenecer a una comunidad activa.

La carrera, organizada por tramos etarios que van desde los 18 hasta los 64 años en distintas subcategorías, ha logrado consolidarse como un evento que no solo celebra la velocidad o la resistencia, sino también el compromiso personal y colectivo con el bienestar. Según expertos de la Escuela de Ciencias de la Actividad Física, el Deporte y la Salud de la Universidad de Santiago, correr no es solamente moverse; es también un acto de cuidado y de conexión con otros. Para ellos, la maratón es una metáfora viva de una sociedad que avanza, que enfrenta desafíos y que se reconoce en el otro.

Participar en una maratón no es un gesto impulsivo ni improvisado. Es el resultado de semanas, incluso meses, de preparación física, mental y emocional. Los académicos Alonso Peña, Carlos Poblete, Daniela González y Tito Pizarro han entregado una serie de recomendaciones para que quienes participen por primera vez disfruten la experiencia sin poner en riesgo su salud.

Dormir bien en los días previos, alimentarse de manera equilibrada y mantener un ritmo constante durante la carrera son claves fundamentales. El descanso previo, más allá de la noche anterior, mejora la concentración, regula la ansiedad y favorece la recuperación. Un sueño reparador de al menos ocho horas puede marcar la diferencia entre una jornada satisfactoria y un desempeño frustrante. En paralelo, desconectarse de las pantallas, evitar las comidas pesadas antes de dormir y bajar el ritmo ayudan a preparar cuerpo y mente.

La alimentación también juega un papel protagónico. Comer carbohidratos complejos como pastas, papas o legumbres, y mantenerse bien hidratado; idealmente entre 2 y 3 litros de agua por día, permite enfrentar el esfuerzo físico con reservas energéticas suficientes y reduce el riesgo de molestias gastrointestinales. Tras cruzar la meta, la recuperación de líquidos y sales es esencial.

El calentamiento previo es otro ritual que no debe pasarse por alto. Subir de forma gradual la temperatura corporal y activar la musculatura no solo optimiza el uso del oxígeno, también previene lesiones. Estirar después de correr, en tanto, aunque no elimina del todo el dolor muscular tardío, ayuda a relajar y reconectar con el cuerpo tras el esfuerzo.

Saber dosificarse durante el recorrido es una estrategia clave. Si puedes hablar en frases cortas mientras corres, probablemente estás en una zona de intensidad aeróbica segura. Si estás sin aliento, es probable que estés excediendo tus límites.

Pero lo más importante es entender que la maratón no termina con la meta. Al compartir con otros corredores; en la llegada, en redes sociales o en entrenamientos posteriores, se construye una red de apoyo y motivación que potencia la continuidad del movimiento. La maratón es también un espacio para que florezca una ética del cuidado mutuo, del desafío compartido, de la transformación colectiva.

Santiago, por unas horas, será menos ciudad y más cuerpo. Menos ruido y más respiración. Más comunidad que individuo. Una fiesta del movimiento donde correr se convierte en una forma de estar juntos y avanzar.