Durante años, los dispositivos móviles y relojes inteligentes han incentivado a millones de personas a perseguir una cifra diaria casi mágica: 10 mil pasos. Convertida en símbolo de salud accesible y sin supervisión médica, esta meta ha sido replicada por aplicaciones, entrenadores informales e incluso campañas de bienestar. Pero ¿es realmente efectiva? Para el académico Alonso Peña Baeza, de la Escuela de Ciencias de la Actividad Física de la Universidad de Santiago, la respuesta no está en el número, sino en la constancia de un estilo de vida activo.
Peña Baeza explica que, aunque caminar es beneficioso, investigaciones recientes muestran que los beneficios asociados a la reducción de la mortalidad se estabilizan en torno a los 7.500 pasos diarios. Más allá de ese umbral, las ventajas tienden a ser mínimas. Por eso, enfatiza que no se trata de alcanzar una cifra exacta sino de incorporar la actividad física como parte habitual de la rutina diaria. La idea de los 10 mil pasos, agrega, no proviene de la ciencia sino del marketing: en 1965, una empresa japonesa lanzó un podómetro llamado Mampo-key, cuyo nombre significa justamente “medidor de 10 mil pasos”, lo que popularizó esta cifra como sinónimo de salud sin evidencia científica detrás.
En este contexto, el enfoque recomendado por la Organización Mundial de la Salud es más amplio: entre 150 y 300 minutos semanales de actividad aeróbica moderada, o entre 75 y 150 minutos de ejercicio intenso, sumado a al menos dos sesiones semanales de fortalecimiento muscular. Caminar puede ser parte de este plan, pero no basta con contar pasos si no hay una integración consciente de la actividad en el día a día.
Los beneficios de caminar van más allá del control de peso. Según la Organización Panamericana de la Salud, ayuda a prevenir enfermedades crónicas como el cáncer, la diabetes y las afecciones cardiovasculares, además de reducir síntomas de depresión y ansiedad, y mejorar la salud cerebral. En niños, niñas y adolescentes, caminar promueve el desarrollo muscular, cognitivo y motor, además de fortalecer el sistema óseo.
Para quienes han estado inactivos por un tiempo, Peña Baeza propone una aproximación progresiva: comenzar con pausas activas en el trabajo, usar las escaleras, extender caminatas cotidianas o planificar salidas simples como recorrer museos o parques urbanos. Estas pequeñas acciones, integradas con regularidad, pueden cimentar el hábito de una vida más activa. A medida que se afianza este nuevo ritmo, es recomendable sumarse a talleres o actividades grupales como clases de baile o clubes deportivos, ya que el componente social suele aumentar la adherencia y el disfrute.
En definitiva, caminar sí ayuda, pero no basta con alcanzar una cifra arbitraria. Lo esencial es moverse todos los días, con intención, adaptándose a cada etapa de la vida, y reconociendo que la salud no se mide solo en pasos, sino en cómo elegimos movernos y vivir.