La segunda jornada de La Yein Fonda volvió a confirmar que este encuentro no es solo un evento dieciochero, sino un rito que cruza generaciones y barrios enteros. Desde las primeras horas de la tarde, las batucadas de Villa Lobito marcaron el pulso y el Perro Chocolo, acompañado de su banda, prendió el recinto con canciones que mezclaron colores, alegría y un ambiente pensado para toda la familia. Entre risas de niños, aplausos de padres y coreografías espontáneas, la fonda instaló un espacio donde tradición y modernidad se encuentran.

El espíritu comunitario se fortaleció con uno de los clásicos que nunca falla: el Bingo, comandado por el Gran Maestro del Bingo, quien se lució en tres horarios distintos. Los asistentes se movían entre las mesas con la ansiedad de cantar “línea” o “cartón lleno”, demostrando que este juego simple pero cargado de adrenalina sigue siendo un ritual transversal en cualquier fonda.

Fundada por Los Tres hace casi tres décadas, La Yein Fonda se ha transformado en un referente que redefine la manera en que Chile celebra septiembre. Desde sus orígenes, el evento rompió con la solemnidad de las fondas tradicionales para dar paso a un encuentro popular, urbano y abierto a nuevas expresiones. Y lo cierto es que, a pesar del paso del tiempo, la fórmula sigue intacta: buena música, comida sabrosa y un ambiente en el que se mezclan generaciones enteras.

Las cocinerías y foodtrucks fueron otro de los puntos altos de la jornada. Desde los platos típicos como las empanadas de Don Guille –que este año ganaron el primer lugar según el Círculo de Cronistas Gastronómicos– hasta propuestas internacionales, la oferta culinaria reflejó la diversidad cultural que hoy define a Santiago. Todo acompañado por una barra abastecida, que mantuvo la tradición del terremoto y la chicha, pero también sumó tragos de autor para un público más joven. Familias completas llegaron gracias a los buses de acercamiento y a los recorridos de Red Movilidad que facilitaron el acceso, transformando el Parque en un verdadero cruce de sabores y sonidos.

Los niños tampoco quedaron fuera de la fiesta. Un carrusel, juegos inflables y zonas de descanso permitieron que la jornada se disfrutara con calma, mientras una feria artesanal y el stand oficial de merchandising ofrecían desde objetos únicos hasta diseños exclusivos de La Yein Fonda. Este detalle confirma que la experiencia no se queda solo en la música, sino que se expande a la construcción de un ecosistema cultural que combina identidad, consumo y memoria colectiva.