Aunque la salud mental general en Chile muestra su mejor índice desde 2020, la soledad sigue ganando terreno, especialmente entre quienes bordean los 30 años. Así lo reveló la nueva edición del Termómetro de Salud Mental Achs-UC, que identificó un 19% de personas que se sienten solas, con una alza sostenida durante el último año. El grupo más afectado son quienes tienen entre 30 y 39 años: uno de cada cuatro afirma experimentar soledad. También se evidencian brechas de género, con un 21,7% de mujeres que declara sentirse sola frente al 16,1% de los hombres.
Aunque en cifras globales ha disminuido la cantidad de personas con síntomas de ansiedad o depresión severa, la soledad emerge como un síntoma estructural de la vida contemporánea. Según Paulina Calfucoy, de la Achs, este grupo etario requiere atención urgente: además de declararse más solos, son los que menos satisfacción laboral expresan y presentan más síntomas de depresión moderada o severa. Se trata de una generación que enfrenta presiones laborales intensas, relaciones personales inestables y una red de apoyo debilitada.
La doctora en psicología María José Rodríguez, de la Universidad de Santiago, explica que muchas de estas personas viven jornadas extensas, están emocionalmente agotadas y sostienen vínculos afectivos más temporales y esporádicos. La virtualización de los lazos humanos, potenciada tras la pandemia, ha reemplazado el contacto cara a cara por interacciones digitales, que rara vez logran formar vínculos profundos. Las relaciones se vuelven transaccionales, orientadas más al placer inmediato que a la construcción de comunidad o pertenencia.
Rodríguez advierte que, aunque el teletrabajo puede parecer una solución práctica, puede convertirse en un potenciador del aislamiento si no existe una vida social activa fuera de la pantalla. La pandemia dejó secuelas en la forma en que nos vinculamos y, aunque se superó la emergencia sanitaria, los efectos emocionales de ese encierro colectivo siguen presentes.
La soledad no es solo un estado de ánimo, sino un fenómeno estructural que parece instalarse como la nueva pandemia silenciosa entre los adultos jóvenes. Y Chile, como espejo del mundo moderno, ya la está sintiendo.