Cada diciembre, los barrios de Santiago y distintas regiones del país se transforman en un mapa luminoso. Balcones envueltos en guirnaldas LED, fachadas que destellan al ritmo de villancicos electrónicos y árboles que compiten en brillo con cualquier vitrina del centro. Las redes sociales impulsan nuevas tendencias y las familias replican, con orgullo, decoraciones cada vez más elaboradas. Pero mientras Chile se deslumbra con esta estética festiva, un riesgo silencioso crece en paralelo: la seguridad eléctrica de los adornos que se instalan sin mayor revisión ni cuidado técnico.
El académico Héctor Chávez, del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Santiago, advierte que el principal foco de peligro está en los cables. Según explicó a Diario Usach, detrás de cada instalación navideña se acumulan tensiones, tirones y esfuerzos para los que muchos productos, sobre todo los más económicos, no están diseñados. “Los elementos que van conectando las luces pueden estar sujetos a atracciones mecánicas. La gente los toma, incluso a veces las mascotas son buenas para jugar con esos cables, y esos cables deberían tener una buena resistencia a la atracción mecánica, a que los tiren”, señaló. Su comentario deja al descubierto un problema habitual: cuando la luz deja de funcionar, el cable no necesariamente deja de estar energizado.
El académico agrega que este escenario puede desencadenar accidentes más graves de lo que muchos creen. “Ahí alguien lo toca, o bien puede producirse un arco eléctrico (…) y esos arcos producen la quema, o puede ser que algo, como la rama del árbol de Navidad o un adorno de tela, pueda incendiarse”. La escena, común en celebraciones domésticas, se vuelve todavía más crítica cuando se trata de luces instaladas por niños o ubicadas cerca de materiales inflamables. Lo que comienza como un desperfecto menor puede convertirse en un principio de incendio en segundos.
Otro punto que preocupa a Chávez es la creciente tendencia a instalar decoraciones exteriores inspiradas en modelos internacionales. La presión estética que circula en redes sociales ha llevado a muchas familias a decorar terrazas y balcones con productos que no están diseñados para soportar las condiciones climáticas locales. “Las luces adaptadas para ambientes exteriores soportan el splash de agua, la lluvia, el riego, la acumulación de humedad”, afirma. Cuando esa resistencia no existe, el agua puede ingresar a zonas activas del artefacto, generando cortocircuitos o transmitiendo electricidad directamente a quien toque la estructura.
El académico insiste en que el problema no es simplemente técnico, sino también cultural. En la mayoría de los hogares, no se verifica si el producto es apto para exterior, si viene sellado contra humedad o si cuenta con materiales aislantes. Chávez es claro respecto a la condición ideal: “El artefacto tendría que estar completamente aislado, encapsulado, para que al contacto con el agua esa agua no ingrese”. Sin esa protección, cada adorno se vuelve una lotería de riesgos.
En Chile, la fiscalización de este tipo de artefactos recae en la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC), entidad que certifica que cada producto cumpla con los estándares necesarios. Sin embargo, la verificación todavía no es un hábito instalado en la ciudadanía. “Todos los artefactos eléctricos debieran tenerlo (…) es un código QR que uno lo ve en todos los artefactos eléctricos”, recuerda el académico. Esa etiqueta, tantas veces ignorada, es hoy una de las barreras más efectivas para prevenir accidentes, evitar cortocircuitos y asegurar una temporada festiva sin emergencias domésticas.
Mientras los barrios ya brillan anticipando la Navidad, la advertencia es clara: la belleza de las luces no debe eclipsar la seguridad. La instalación responsable, la elección de productos certificados y la atención al uso adecuado pueden marcar la diferencia entre una celebración alegre y un susto mayor.