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Los riesgos del consumo de bebidas energéticas

Las bebidas energéticas, compuestas principalmente por cafeína, azúcar y otros estimulantes como guaraná y taurina, generan un estado de alerta artificial en el organismo. Según la doctora Ana Claudia Villarroel, diabetóloga y nutrióloga del Hospital Clínico de la Universidad de Chile (HCUCH), la cantidad de cafeína en estas bebidas equivale a cuatro shots de espresso, lo que interfiere con los neurotransmisores responsables de la relajación. “El cuerpo se prepara para descansar, pero estas bebidas lo obligan a mantenerse despierto”, explica.

El alto contenido de azúcar en estas bebidas, además de aportar calorías vacías, estimula el sistema de recompensa del cerebro, generando una sensación de bienestar temporal y favoreciendo la dependencia. Esto puede llevar a una necesidad creciente de consumirlas para obtener el mismo efecto. Además, su combinación con cafeína estimula la liberación de adrenalina y noradrenalina, alterando la respuesta natural del cuerpo al estrés.

El Dr. Alfredo Parra, médico internista del HCUCH, advierte sobre los efectos cardiovasculares del consumo excesivo de estas bebidas, especialmente en personas con antecedentes de enfermedades cardíacas. Pueden causar arritmias, dolor torácico y mareos, además de favorecer la deshidratación cuando se ingieren durante la actividad física. También pueden generar trastornos digestivos como dolor abdominal y diarrea, particularmente en personas con problemas gastrointestinales previos.

Más allá de los efectos físicos, las bebidas energéticas pueden impactar la salud mental, especialmente en adolescentes. En personas vulnerables, su consumo se ha vinculado a síntomas depresivos, crisis de pánico e incluso ideación suicida. Uno de los mayores riesgos es su combinación con alcohol, una práctica común que enmascara los efectos depresores del alcohol y puede llevar a un consumo excesivo. “Se ha demostrado que cuando se mezclan con energéticas, las personas pueden ingerir hasta un 30% más de alcohol sin percibir sus efectos”, advierte el Dr. Parra.

Además, esta combinación aumenta la posibilidad de conductas de riesgo, como conducir en estado de ebriedad, y potencia los efectos adversos a nivel cardiovascular y hepático. En personas jóvenes y susceptibles, puede desencadenar arritmias, fibrilación auricular, taquicardia e intoxicación hepática.

En una sociedad que promueve la productividad constante y el sacrificio del descanso, los expertos hacen un llamado a la reflexión. “El cuerpo es sabio; si te pide descansar, es por algo. No podemos vivir en un estado de alerta permanente sin consecuencias”, concluye la Dra. Villarroel.