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La detección oportuna del cáncer de mama aún enfrenta barreras invisibles

Octubre tiñe el mundo de rosa y recuerda la urgencia de hablar sobre el cáncer de mama, una enfermedad que sigue siendo la principal causa de muerte oncológica en mujeres chilenas. Aunque la medicina ha avanzado en diagnóstico y tratamiento, las brechas de acceso, el miedo y la desinformación siguen levantando muros entre las mujeres y una detección a tiempo. Lo más alarmante es que más del 85% de los casos en Chile aparecen en mujeres sin antecedentes familiares, lo que deja claro que la prevención no puede depender solo del azar genético o de un mes simbólico.

Detectar a tiempo marca la diferencia entre vivir y no hacerlo. La matrona Estefanía de la Peña, del Centro de Salud Usach, subraya que cuando el cáncer se identifica en etapas iniciales, la sobrevida supera el 90%. Pero si se llega tarde, las probabilidades se desploman. “La detección precoz permite diagnosticar el cáncer de mama en etapas iniciales, con tratamientos más efectivos y menos invasivos, reduciendo la mortalidad y mejorando la calidad de vida al evitar cirugías radicales y terapias agresivas”, comentó la especialista a Diario Usach. Su mensaje es directo: no se trata solo de salvar vidas, sino de evitar sufrimientos innecesarios.

En Chile, el sistema GES garantiza una mamografía gratuita cada tres años para mujeres entre 50 y 69 años. Sin embargo, muchos expertos recomiendan comenzar antes. “Se sugiere comenzar desde los 40 años con controles mamográficos anuales, sobre todo si existen factores de riesgo como antecedentes familiares de cáncer de mama. Una técnica para no olvidar la toma de mamografía anual es asociarla al día de tu cumpleaños y ‘regalarte una mamografía’”, agrega de la Peña. La idea es simple, pero potente: transformar la prevención en un hábito personal, en un gesto de autocuidado y amor propio.

La Fundación Arturo López Pérez (FALP) ha demostrado que el acceso puede cambiarlo todo. Sus clínicas móviles han recorrido el país llevando mamógrafos a zonas rurales y comunas donde no hay infraestructura médica suficiente. “Desde su inicio, el programa ha realizado más de 420.000 mamografías, y solo en 2024 hicimos alrededor de 50.000. Eso representa cerca del 10% de todas las mamografías realizadas en el país ese año”, explicó el Dr. José Miguel Bernucci, director de Prevención y Detección Precoz del Cáncer de FALP. De esas 50.000 pruebas, 350 mujeres fueron derivadas por resultados alterados, lo que significa que sin este programa, probablemente muchas de ellas no habrían sido diagnosticadas a tiempo.

Pero el problema de fondo sigue siendo estructural. La cobertura nacional de mamografías apenas alcanza el 40% en el grupo objetivo, muy por debajo del mínimo del 70% recomendado por la OMS. “El problema no es solo de tiempo o dinero. Muchas mujeres ni siquiera saben que deben hacerse la mamografía”, advierte Bernucci. El desafío, dice, no está solo en los hospitales, sino en la conciencia colectiva: aumentar el presupuesto, mejorar la comunicación y acercar los servicios al entorno laboral o familiar podría marcar un punto de inflexión.

En los últimos años, el país ha avanzado en políticas públicas. La Ley Nacional del Cáncer, promulgada en 2020, busca equidad en el acceso y financia investigación. Desde 2023, las trabajadoras mayores de 40 años pueden tomarse medio día laboral para realizarse una mamografía, y ya no se necesita orden médica para mujeres de 50 a 59 años. Además, desde 2025, se incorporó un tratamiento gratuito para el cáncer de mama triple negativo, uno de los más agresivos. Sin embargo, los expertos coinciden en que sin educación y voluntad política, las leyes pierden fuerza.

Desde FALP proyectan que si la cobertura de mamografías aumentara, la mortalidad podría reducirse hasta en un 30%. Eso requiere más que recursos: requiere conciencia. Alimentación equilibrada, actividad física, reducción del consumo de alcohol y tabaco son también parte de la ecuación. Porque la prevención empieza mucho antes de un diagnóstico. Octubre puede ser el mes de la visibilización, pero la lucha debe ser permanente. Nueve de cada diez mujeres podrían sobrevivir al cáncer de mama si se detecta a tiempo. Esa estadística debería bastar para entender que la detección oportuna no es solo una recomendación médica: es un derecho que aún necesita ser garantizado.

Nueva cepa del coronavirus pone en alerta a la comunidad médica

Una nueva variante del COVID-19, conocida como NB.1.8.1 o simplemente Nimbus, está comenzando a llamar la atención de la comunidad científica internacional debido a su creciente propagación en diversas regiones, especialmente en el hemisferio norte y China. Clasificada como “variante bajo monitoreo” por la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta cepa es un sublinaje de ómicron que presenta varias mutaciones en la proteína Spike, lo que le da mayor afinidad para unirse a las células humanas y, por ende, una transmisibilidad más alta.

Según la viróloga del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Vivian Luchsinger, aunque el aumento de casos es evidente, no se ha demostrado que Nimbus cause una enfermedad más grave. Lo que sí se ha reportado, y con frecuencia, es un fuerte dolor de garganta, síntoma común cuando el virus ingresa por las vías respiratorias y activa una respuesta inflamatoria del sistema inmune. A pesar del alza en los contagios, los expertos coinciden en que no hay indicios de una explosión de hospitalizaciones como las vividas en los primeros momentos de la pandemia.

El doctor Guillermo Zepeda, pediatra del Hospital Clínico Universidad de Chile, señala que si bien las variantes han ido reemplazándose unas a otras, esto no se ha traducido en una mayor letalidad ni en una crisis hospitalaria. Los síntomas siguen siendo los ya conocidos: fiebre, tos, congestión nasal y malestar general. Los riesgos persisten especialmente para personas inmunocomprometidas o con enfermedades crónicas, quienes podrían requerir hospitalización si se contagian.

Ante este escenario, los especialistas llaman a retomar las medidas de prevención aprendidas durante la pandemia. Uso de mascarilla en espacios cerrados o con aglomeraciones, como el transporte público o reuniones numerosas; lavado frecuente de manos; evitar el contacto con personas enfermas; ventilar los espacios cerrados y, por sobre todo, mantenerse al día con las vacunas. “No se trata de alarmar, sino de mantenernos alerta y actuar con responsabilidad, especialmente en esta temporada de alta circulación de virus respiratorios”, subraya Luchsinger.

El cáncer que sigue matando en silencio a mujeres chilenas

En Chile, cerca de 600 mujeres mueren al año por cáncer cervicouterino, lo que equivale a dos muertes diarias por una enfermedad que, según expertos, es prevenible. Rodrigo Orellana, académico de la Universidad de Chile, insiste en que el principal responsable es el Virus del Papiloma Humano (VPH), una infección de transmisión sexual que, pese a su alta prevalencia, aún no se enfrenta con la seriedad suficiente. El virus puede estar presente sin generar síntomas, por lo que muchas mujeres desconocen que lo portan. De ahí la urgencia de la prevención: vacunarse, realizarse controles periódicos y no postergar la consulta médica.

El VPH cuenta con más de 200 variantes, de las cuales alrededor de 40 afectan la zona genital. Algunas causan verrugas, pero otras, como los tipos 16 y 18, son responsables del 70% de los casos de cáncer cervicouterino, además de estar vinculados a otros tipos de cáncer anogenitales y orofaríngeos. Sin embargo, los exámenes de detección aún no están suficientemente arraigados en la práctica médica cotidiana. El Papanicolaou (PAP), aunque sigue siendo el test más extendido, tiene una sensibilidad limitada. Por eso, Orellana recomienda complementarlo con el Test de VPH y, sobre todo, con la vacunación.

Chile cuenta con políticas públicas activas en esta área: desde 2014, la vacuna contra el VPH se incluye en el Plan Nacional de Inmunización para niñas y niños de 4° y 5° básico. En el sistema público se utiliza la vacuna bivalente, mientras que el sector privado ofrece versiones más completas como la tetravalente y la nonavalente, que cubren también los tipos que provocan verrugas genitales. Según el especialista, estas medidas permiten reducir significativamente la aparición de lesiones precancerosas y la transmisión comunitaria del virus.

En cuanto a la pesquisa, se recomienda que mujeres entre 25 y 64 años se realicen el PAP cada tres años, y el Test de VPH; más sensible y capaz de detectar ADN o ARN viral antes de que surjan las lesiones, a partir de los 30 años, cada cinco años si su resultado es normal. Esta estrategia, si se aplica correctamente, podría reducir la mortalidad por cáncer cervicouterino en hasta un 50%.

Orellana subraya que no basta con un examen esporádico. Aunque una mujer esté vacunada o no presente síntomas, es fundamental mantener una vigilancia periódica. Y aunque la vacuna previene la infección por los tipos más agresivos del virus, su efectividad depende también del contexto: educación sexual, acceso equitativo a la salud y el uso sistemático del preservativo siguen siendo factores clave para reducir el riesgo. Prevenir el cáncer cervicouterino está en nuestras manos. Literalmente.