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Nueva cepa del coronavirus pone en alerta a la comunidad médica

Una nueva variante del COVID-19, conocida como NB.1.8.1 o simplemente Nimbus, está comenzando a llamar la atención de la comunidad científica internacional debido a su creciente propagación en diversas regiones, especialmente en el hemisferio norte y China. Clasificada como “variante bajo monitoreo” por la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta cepa es un sublinaje de ómicron que presenta varias mutaciones en la proteína Spike, lo que le da mayor afinidad para unirse a las células humanas y, por ende, una transmisibilidad más alta.

Según la viróloga del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Vivian Luchsinger, aunque el aumento de casos es evidente, no se ha demostrado que Nimbus cause una enfermedad más grave. Lo que sí se ha reportado, y con frecuencia, es un fuerte dolor de garganta, síntoma común cuando el virus ingresa por las vías respiratorias y activa una respuesta inflamatoria del sistema inmune. A pesar del alza en los contagios, los expertos coinciden en que no hay indicios de una explosión de hospitalizaciones como las vividas en los primeros momentos de la pandemia.

El doctor Guillermo Zepeda, pediatra del Hospital Clínico Universidad de Chile, señala que si bien las variantes han ido reemplazándose unas a otras, esto no se ha traducido en una mayor letalidad ni en una crisis hospitalaria. Los síntomas siguen siendo los ya conocidos: fiebre, tos, congestión nasal y malestar general. Los riesgos persisten especialmente para personas inmunocomprometidas o con enfermedades crónicas, quienes podrían requerir hospitalización si se contagian.

Ante este escenario, los especialistas llaman a retomar las medidas de prevención aprendidas durante la pandemia. Uso de mascarilla en espacios cerrados o con aglomeraciones, como el transporte público o reuniones numerosas; lavado frecuente de manos; evitar el contacto con personas enfermas; ventilar los espacios cerrados y, por sobre todo, mantenerse al día con las vacunas. “No se trata de alarmar, sino de mantenernos alerta y actuar con responsabilidad, especialmente en esta temporada de alta circulación de virus respiratorios”, subraya Luchsinger.

El cáncer que sigue matando en silencio a mujeres chilenas

En Chile, cerca de 600 mujeres mueren al año por cáncer cervicouterino, lo que equivale a dos muertes diarias por una enfermedad que, según expertos, es prevenible. Rodrigo Orellana, académico de la Universidad de Chile, insiste en que el principal responsable es el Virus del Papiloma Humano (VPH), una infección de transmisión sexual que, pese a su alta prevalencia, aún no se enfrenta con la seriedad suficiente. El virus puede estar presente sin generar síntomas, por lo que muchas mujeres desconocen que lo portan. De ahí la urgencia de la prevención: vacunarse, realizarse controles periódicos y no postergar la consulta médica.

El VPH cuenta con más de 200 variantes, de las cuales alrededor de 40 afectan la zona genital. Algunas causan verrugas, pero otras, como los tipos 16 y 18, son responsables del 70% de los casos de cáncer cervicouterino, además de estar vinculados a otros tipos de cáncer anogenitales y orofaríngeos. Sin embargo, los exámenes de detección aún no están suficientemente arraigados en la práctica médica cotidiana. El Papanicolaou (PAP), aunque sigue siendo el test más extendido, tiene una sensibilidad limitada. Por eso, Orellana recomienda complementarlo con el Test de VPH y, sobre todo, con la vacunación.

Chile cuenta con políticas públicas activas en esta área: desde 2014, la vacuna contra el VPH se incluye en el Plan Nacional de Inmunización para niñas y niños de 4° y 5° básico. En el sistema público se utiliza la vacuna bivalente, mientras que el sector privado ofrece versiones más completas como la tetravalente y la nonavalente, que cubren también los tipos que provocan verrugas genitales. Según el especialista, estas medidas permiten reducir significativamente la aparición de lesiones precancerosas y la transmisión comunitaria del virus.

En cuanto a la pesquisa, se recomienda que mujeres entre 25 y 64 años se realicen el PAP cada tres años, y el Test de VPH; más sensible y capaz de detectar ADN o ARN viral antes de que surjan las lesiones, a partir de los 30 años, cada cinco años si su resultado es normal. Esta estrategia, si se aplica correctamente, podría reducir la mortalidad por cáncer cervicouterino en hasta un 50%.

Orellana subraya que no basta con un examen esporádico. Aunque una mujer esté vacunada o no presente síntomas, es fundamental mantener una vigilancia periódica. Y aunque la vacuna previene la infección por los tipos más agresivos del virus, su efectividad depende también del contexto: educación sexual, acceso equitativo a la salud y el uso sistemático del preservativo siguen siendo factores clave para reducir el riesgo. Prevenir el cáncer cervicouterino está en nuestras manos. Literalmente.