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Incendios forestales y el negocio de la catástrofe en Chile

En el Aeródromo de Tobalaba, el Presidente Gabriel Boric presentó el Plan de Acción 2025-2026 de prevención, mitigación y control de incendios forestales, un programa que destina 160 mil millones de pesos para enfrentar uno de los problemas más persistentes del país. Durante la actividad, el mandatario fue enfático: “la prevención es un deber, una responsabilidad compartida, porque como hemos dicho año tras año, el 99% de los incendios son por causa humana”. La frase resonó en un contexto en el que Chile acaba de registrar su peor temporada en más de una década, con 5.815 incendios forestales durante 2024, la cifra más alta desde 2010.

Sin embargo, para muchos especialistas, las causas del fuego no se apagan con discursos ni cifras récord de inversión. El académico Jorge Morales, exdirector regional de Conaf en la Región del Biobío y actual docente de la Universidad de Santiago, fue categórico al evaluar el anuncio presidencial: “En Chile no se hace prevención de incendios forestales”. En conversación con Diario Usach, el experto explicó que la verdadera prevención no se mide por campañas comunicacionales, sino por la reducción efectiva de los siniestros. “El único indicador real es el número de incendios ocurridos. Y esos números no dejan de crecer”, enfatizó.

Morales critica el enfoque superficial con el que el país ha enfrentado el problema. Según él, el concepto de “campaña” es obsoleto, y los esfuerzos actuales no van más allá del marketing político. “La prevención de incendios es una rama de la Ingeniería Forestal y una labor que dura todo el año. Pero Chile todavía cree que prevenir es hacer spots de verano”, sostuvo. Para el especialista, la raíz del problema está en la inacción estructural, más que en la falta de conocimiento ciudadano. “No es que la gente no sepa que los incendios son malos; es que los provoca de forma intencional o accidental. Esto no se resuelve con charlas escolares”, añadió.

El diagnóstico es lapidario: Chile trata los incendios como si fueran desastres naturales cuando en realidad son fallas humanas y políticas. “Cada vez que ocurre un incendio, significa que la prevención fracasó”, apunta Morales. En su análisis, la Senapred sigue actuando bajo la lógica de la emergencia y no de la anticipación. “Somos fantásticos para apagar incendios, tenemos bomberos, brigadistas, aviones y camiones aljibe. Pero no hacemos nada para prevenirlos. El negocio es el incendio, no la prevención”, sentencia el académico, con una ironía que refleja frustración más que cinismo.

Sobre el proyecto de Ley de Incendios presentado en 2023, Morales tampoco se guarda críticas. “Esa es una ley que no sirve para nada. Chile no necesita una ley para prevenir incendios forestales, lo que necesita es hacerlo”, afirmó. Para él, las respuestas legislativas tras cada catástrofe son una constante histórica. “En nuestro país, cuando hay un problema, se crea una ley. Tenemos vocación de catástrofe: sabemos cómo apagar incendios, cómo hacer colectas y hasta cómo vender más en ferreterías después de un desastre. Pero seguimos sin invertir en evitar que ocurran”.

Mientras tanto, los riesgos crecen con el calor. Morales advierte que “donde haya una persona, puede haber un incendio forestal”. Según sus datos, las regiones de Valparaíso y O’Higgins concentran los siniestros más graves entre noviembre y diciembre, mientras que en enero y febrero el fuego se traslada al sur del país. Pero también hay una nota de esperanza en medio del caos: junto al académico Leoncio Briones, Morales trabaja en un proyecto de inteligencia artificial capaz de predecir incendios forestales mediante modelos de gemelos digitales y una base de datos de más de 150 mil siniestros. “Estamos probando algoritmos que permiten anticipar con un alto grado de certeza dónde podrían iniciarse nuevos incendios. Como estos son provocados por humanos, se pueden presagiar”, concluye.

El desafío está sobre la mesa: transformar la “vocación de catástrofe” en una cultura real de prevención. Porque si algo demuestran las cifras y las cenizas, es que en Chile el fuego no se extingue con promesas, sino con acciones concretas y una voluntad política que aún no termina de encenderse.

El nuevo protocolo que une a agricultores y apicultores en defensa de las abejas

El Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) acaba de poner sobre la mesa un recordatorio que toca directamente a la sobrevivencia de la apicultura nacional: durante todo octubre, los apicultores y apicultoras del país deberán declarar sus apiarios y colmenas en el Sistema de Información Pecuaria Apícola (SIPEC Apícola). Lejos de ser un mero trámite burocrático, esta actualización de datos será clave para que la industria apícola pueda acceder a subsidios estatales, programas oficiales de control sanitario y, lo más importante, resguardar a las abejas frente a la amenaza de plaguicidas.

La declaración puede hacerse en línea a través de la plataforma sipecweb.sag.gob.cl o directamente en las oficinas regionales del organismo, mediante el Formulario de Registro de Apicultores y Declaración de Apiarios (FRADA). El llamado del SAG no es casual: la apicultura no solo se enfrenta a desafíos de producción, sino también a riesgos ambientales cada vez más urgentes.

Uno de los cambios más relevantes que trae el SIPEC Apícola es que desde enero de 2026 comenzará a operar el Sistema de Avisaje de Plaguicidas para productos catalogados como muy tóxicos para las abejas, y desde abril de ese mismo año para los considerados moderadamente tóxicos. Esto implica que los agricultores tendrán la obligación de avisar con al menos 48 horas de anticipación a los apicultores registrados cuando realicen aplicaciones de químicos que puedan poner en riesgo a las colmenas.

La medida busca generar una red de protección real y efectiva. Para que funcione, la información declarada por los apicultores será el eje central: ubicación de apiarios, cantidad de colmenas y datos de contacto deben estar siempre actualizados. Solo así se podrá garantizar una notificación directa y oportuna frente al uso de pesticidas. Es, en la práctica, una herramienta de alerta temprana para evitar muertes masivas de abejas.

En un contexto donde la polinización es esencial para la producción agrícola del país y donde los apicultores suelen verse invisibilizados en la cadena de valor, la implementación del sistema es un paso significativo hacia un modelo más responsable y coordinado. La relación entre agricultores y apicultores, que históricamente ha tenido tensiones, ahora contará con un canal formal que podría reducir riesgos y, al mismo tiempo, elevar la calidad de los procesos productivos.

El mensaje del SAG es claro: sin información actualizada no hay forma de proteger a las abejas ni de potenciar la apicultura nacional. Declarar los apiarios no es una opción, es una obligación que podría marcar la diferencia en la sostenibilidad de uno de los sectores más vulnerables y estratégicos de la agricultura chilena.

Una comuna, un cerro y 80 razones para cuidar el planeta

Cerca de 80 voluntarios se reunieron el pasado 25 de julio para transformar el Cerro La Ballena, uno de los cerros isla más relevantes del Gran Santiago, en un punto de encuentro entre la comunidad y la acción ambiental. La jornada, impulsada por el movimiento ambiental SíMiPlaneta Chile y la iniciativa local Parque Natural Cerro La Ballena, no solo sirvió para retirar más de 640 kilos de residuos —desde escombros hasta electrodomésticos abandonados—, sino que también encendió una conversación urgente sobre el rol de estos espacios naturales en el equilibrio urbano.

Más allá de la limpieza, la jornada incorporó una charla educativa con foco en los principios del “No Deje Rastro”, una guía clave para quienes transitan entornos naturales sin degradarlos. La actividad tuvo un fuerte componente formativo al integrar a estudiantes de dos escuelas de la comuna, sumando nuevas generaciones a la defensa del ecosistema local.

Felipe, fundador del Parque Natural Cerro La Ballena, lo resumió así: “Este cerro tiene un valor ecológico y social enorme. Es refugio de biodiversidad y también un lugar de encuentro para la comunidad”. Entre su vegetación nativa, como el quillay y el natre, y aves locales como el tiuque, el peuco o la tenca, La Ballena destaca como un corredor biológico esencial para el equilibrio medioambiental en medio del cemento.

La sinergia entre organizaciones fue fundamental. SíMiPlaneta; el brazo verde del Grupo Por Un País Mejor impulsado por Farmacias del Dr. Simi, aportó recursos, voluntariado y visión territorial, demostrando que el cruce entre comunidad, educación y acción concreta puede generar transformaciones sostenidas. Desde la organización destacaron que “acciones como esta permiten que más personas, sobre todo niñas y niños, se conecten con la naturaleza y comprendan el valor de cuidarla”.

La restauración del Cerro La Ballena no es solo una limpieza puntual, es parte de una serie de esfuerzos por reimaginar el vínculo entre ciudad y naturaleza. En tiempos donde el colapso ambiental ya no es una teoría sino una evidencia, experiencias como esta reafirman que las respuestas también están en lo local, en la tierra bajo nuestros pies.