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Presentan un robot que redefine la accesibilidad laboral

En un país donde la conversación sobre inclusión laboral suele quedar atrapada entre diagnósticos y buenas intenciones, la Universidad de Santiago decidió mover la aguja con hechos. Esta semana, el Departamento de Ingeniería Industrial presentó a Stelarbot, el primer robot inclusivo operado por personas en situación de discapacidad, un prototipo tecnológico que no solo apunta a renovar la manera en que interactuamos con los espacios públicos, sino que también redefine quiénes pueden ocupar un rol dentro de ellos. La presentación reunió a autoridades civiles, académicas y militares, y marcó el debut oficial de un proyecto que une innovación, accesibilidad y futuro aeroespacial bajo una misma idea: derribar barreras.

La ministra de Defensa Nacional, Adriana Delpiano, fue una de las primeras en conocer los avances del robot, que tendrá una función clave dentro del próximo Centro Espacial Nacional de la Fuerza Aérea de Chile. Stelarbot será el encargado de guiar a los visitantes del lugar, una tarea que se volverá posible gracias a su sistema de teleoperación, el cual ya fue probado por Kevin Silva e Ignacio Pérez, jóvenes de Teletón que demostraron cómo esta tecnología puede ampliar la participación real de personas históricamente excluidas de ciertos oficios. La presencia de la FACH en este proyecto marca un cruce poco habitual entre defensa, innovación universitaria y accesibilidad, una alianza que empieza a dejar huella.

La colaboración entre la Usach, la Fuerza Aérea y Teletón está configurando un ecosistema de trabajo que busca algo más ambicioso que un robot funcional: pretende instaurar condiciones laborales equitativas y sostenibles para personas con discapacidad. En este sentido, el rector (s) de la Universidad de Santiago, Cristián Muñoz, fue claro al enmarcar el sentido profundo del desarrollo. “Esta tecnología no es solo una innovación tecnológica, sino que también es inclusión y construcción al bienestar social del país”, afirmó, destacando que Stelarbot es tanto un avance mecánico como un gesto político y social.

El entusiasmo también llegó desde el Ministerio de Defensa. Delpiano no dudó en valorar el aporte del mundo académico a la construcción del Centro Espacial Nacional. “Creo que poder contar con este robot en el Centro Espacial Nacional es un aporte de la Usach con todo su saber hacer tecnológico”, comentó, subrayando que la incorporación de Stelarbot responde al tipo de colaboración público-universitaria que fortalece las instituciones y abre nuevas áreas de trabajo para personas con discapacidad dentro de un campo tan especializado como el tecnológico-espacial.

La construcción del robot involucra a cerca de 30 estudiantes de distintas especialidades, quienes aplican sus conocimientos en diseño, programación, electrónica y desarrollo de interfaces. Esa multidisciplinariedad es, según Daniel Gálvez, director del Laboratorio de Emprendimiento e Innovación del Departamento de Ingeniería Industrial, uno de los motores principales del proyecto. “Gracias al desarrollo multidisciplinario permite que alrededor de 30 estudiantes puedan aplicar los conocimientos que van adquiriendo en cada una de sus áreas”, explicó, destacando el rol formativo de Stelarbot dentro de la universidad.

Desde Teletón, el director médico Bruno Camaggi fue categórico al definir el impacto de esta iniciativa en el ecosistema laboral chileno. “Stelarbot no solo viene a mejorar la inclusión laboral, sino que también viene a cerrar barreras tecnológicas, a mejorar la accesibilidad y a cambiar la actitud porque las personas con discapacidad son tremendos aportes en todos los equipos de trabajo”, señaló, reforzando la idea de que la discapacidad no limita la capacidad de aportar en ambientes de alta complejidad técnica. Finalmente, el director del Centro Espacial Nacional, Héctor Contreras, celebró que la idea nacida desde la FACH haya encontrado terreno fértil en la Usach y su comunidad estudiantil. “Estamos contentos porque esta idea que nace desde la Fuerza Aérea fue muy bien acogida por la Universidad de Santiago y sus alumnos. Esto permitirá ayudar al problema de la inclusión y que la gente con discapacidad pueda ser parte del equipo del departamento de tecnología espacial”, afirmó, proyectando un camino donde tecnología e inclusión se impulsan mutuamente.

Operación Ketamina: el vuelo más turbio de la FACh

Un operativo antidrogas dentro de un avión institucional de la FACh sacudió al país: cinco exfuncionarios fueron detenidos tras intentar trasladar ketamina desde Tarapacá a Santiago. Lo que parecía un caso aislado de corrupción en las fuerzas armadas, rápidamente encendió las alarmas por el creciente uso de esta sustancia entre jóvenes chilenos, y su conexión directa con redes de narcotráfico transnacional, como el Tren de Aragua.

La ketamina, originalmente un anestésico de uso veterinario y médico, ha mutado en su función: pasó de ser una herramienta clínica a convertirse en protagonista del carrete subterráneo. Según el Informe Nacional de Drogas 2023 del SENDA, su consumo —junto a otras drogas de diseño como tusi o éxtasis— ha crecido un 15% en la última década. La facilidad con la que puede administrarse (vía nasal, intravenosa, oral, entre otras), y los efectos que genera —una mezcla de sedación, disociación y alucinaciones— explican su boom en fiestas electrónicas, raves y espacios donde el escape es parte de la puesta en escena.

Aunque muchas veces se confunde con tusi, la llamada “droga rosa”, la ketamina es un depresor del sistema nervioso central, mientras que el tusi actúa como estimulante. Sin embargo, suelen mezclarse, potenciando los riesgos. El doctor Leonel Rojo, toxicólogo de la Usach, advierte que esta mezcla puede generar desde cuadros cardiovasculares hasta estados de inconsciencia o dependencia severa. En dosis altas —más de 15 miligramos—, la ketamina puede convertirse en una trampa irreversible. Y lo más grave, señala, es que los consumidores suelen ignorar cuánto están tomando.

Hoy, la droga que alguna vez fue instrumental para cirugías pediátricas, se mueve con códigos de rave y es difundida por redes donde ni siquiera se sabe lo que realmente se consume. En Chile, su clasificación está dentro de las sustancias más peligrosas. Que su traslado venga ahora incluso desde adentro del Estado, lo confirma: la crisis del control no es solo sanitaria o juvenil, también es institucional.