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El paseo Bandera deja de ser peatonal y se abre a la locomoción colectiva

Tras más de diez años convertido en uno de los pocos corredores peatonales icónicos de la capital, el paseo Bandera dejará de ser exclusivamente para la gente. La Municipalidad de Santiago confirmó que la arteria volverá a recibir transporte público, en una jugada que busca reconectar el centro con un trazado pensado solo para buses RED, la mayoría eléctricos. La decisión, tomada junto al Ministerio de Transportes y el Serviu Metropolitano, implica una inversión de $1.600 millones y una transformación que ya genera debate entre ciudadanos, urbanistas y autoridades.

El rediseño contempla una pista de 3,5 metros de ancho, con límite de velocidad de 30 km/h y un trazado en zigzag en algunos tramos para compatibilizar la circulación de buses con terrazas gastronómicas, mobiliario urbano y espacios peatonales. Según el alcalde Felipe Alessandri Desbordes, “vamos a reconectar Bandera, manteniendo el 90% del espacio para uso peatonal y destinando solo 3,5 metros para locomoción colectiva de primer nivel. No habrá autos ni camiones en esta vía”.

Para algunos expertos, el cambio abre una puerta a mejorar la movilidad en el centro. Carlos Muñoz, académico de la Facultad de Arquitectura y Ambiente Construido de la Usach, sostuvo que la medida es comparable con experiencias internacionales. “Es una oportunidad para mejorar aún más el transporte público y desincentivar el uso de los vehículos motorizados. La experiencia efectivamente demuestra que en otras partes ha funcionado. El tema es acostumbrar a la ciudadanía a que esto pudiera ocurrir”, señaló. Muñoz incluso arriesga un pronóstico: “Tiene más posibilidades de éxito que de error, diría un 65% de éxito”.

Sin embargo, otros especialistas miran la decisión con preocupación. Américo Ibarra, académico de la Usach e integrante del Centro de Políticas Públicas del Territorio, plantea que más que una visión de ciudad, se trata de una respuesta táctica. “Desde la perspectiva de la planificación urbana y la gobernanza territorial, la decisión de reabrir el paseo Bandera al transporte público podría entenderse como una respuesta funcional a necesidades inmediatas. Pero es difícil considerarla como una política positiva en el largo plazo, si se evalúa desde la perspectiva de la recuperación del espacio público”, indicó.

Para Ibarra, la pérdida va más allá de los metros cuadrados. “Bandera había logrado consolidarse como un referente del urbanismo táctico, donde la ciudadanía se había apropiado de ese espacio y donde se comenzaban a desarrollar actividades culturales en centro de Santiago. Resignificaba ese espacio público de una manera positiva. Es la pérdida de un espacio simbólico que había sido ganado en el centro de Santiago, debilita la experiencia urbana que ha sido gratamente aplaudida por la comunidad. Es un retroceso en la política de recuperación del centro como lugar de encuentro ciudadano”, advirtió.

En el fondo, lo que está en juego no es solo si circulan o no buses eléctricos, sino qué modelo de ciudad quiere construir Santiago en su corazón. El paseo Bandera era un símbolo del derecho a caminar, a encontrarse y a ocupar la calle como escenario cultural. Ahora será también una vía de transporte, con la promesa de compatibilizar ambos mundos. Lo que ocurra en los próximos meses será clave para ver si este experimento logra equilibrar movilidad, espacio público y vida urbana o si, como temen algunos, será recordado como una oportunidad perdida.

Calles con memoria el legado global de Salvador Allende

A más de medio siglo del golpe de Estado en Chile, la figura de Salvador Allende continúa siendo un símbolo de dignidad y justicia social en distintos rincones del planeta. Su nombre resuena en calles, plazas y monumentos repartidos en más de 40 países, desde París hasta Ramalá, pasando por Madrid, Quito y Sídney. Sin embargo, en su propio país, específicamente en la comuna de San Miguel, una propuesta para revertir el cambio de nombre de una avenida ha generado una intensa controversia.

La polémica comenzó cuando, en septiembre de 2023, se rebautizó oficialmente la avenida Salesianos como avenida Salvador Allende, en el marco de los 50 años del golpe. No obstante, la actual alcaldesa Carol Bown, argumentando razones de identidad barrial, impulsó una consulta ciudadana para evaluar el posible retorno al antiguo nombre. Según la edil, esta demanda emergió directamente de vecinos que no ven el cambio como un gesto político, sino como una pérdida de historia local.

Los resultados de esta consulta vecinal serán entregados al Consejo de la Sociedad Civil, y posteriormente al Concejo Municipal, que decidirá si mantener o revertir el homenaje. Mientras tanto, fuera de Chile, el legado de Allende sigue siendo ampliamente reconocido. En París, una plaza junto a la embajada chilena lleva su nombre. En Madrid, una calle en el barrio de Carabanchel fue bautizada en su honor en 2004. Y en Sídney, un busto con pedestal de mármol fue develado en 2003 en el parque de Fairfield. Estos reconocimientos no sólo rememoran al líder, sino que refuerzan su lugar en la memoria colectiva global.

El historiador Rolando Álvarez, de la Universidad de Santiago de Chile, destaca que la figura de Allende ha sido revalorizada especialmente en las últimas dos décadas. Desde los 30 años del golpe, en 2003, se produjo un verdadero “estallido de la memoria”, donde se impulsaron homenajes arquitectónicos y simbólicos. Para él, los espacios públicos son esenciales en la construcción del relato histórico de una sociedad, y borrar nombres como el de Allende podría implicar una negación de esa historia.

En contraste con la discusión en San Miguel, la memoria internacional de Salvador Allende permanece firme. Desde Palestina, donde su nombre aparece en una calle cerca del mausoleo del poeta Mahmoud Darwish, hasta universidades en Ecuador o plazas en Francia, el legado del expresidente chileno continúa proyectándose como un referente global de transformación social y resistencia democrática.