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La tormenta que destapó la fragilidad del sistema meteorológico chileno

La calma sureña de Puerto Varas se rompió abruptamente este domingo, cuando un tornado azotó la zona con ráfagas que alcanzaron los 178 kilómetros por hora. El fenómeno, inusual pero no inédito en Chile, dejó 13 personas heridas, 250 viviendas dañadas y forzó la suspensión de clases en 50 establecimientos educacionales. Aunque el país no está habituado a estos eventos extremos, los expertos advierten que podrían volverse más frecuentes.

Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago e integrante del Grupo de Investigación Antártica, explica que el tornado no fue un accidente climático aislado, sino la consecuencia predecible de condiciones atmosféricas específicas: el choque de una masa de aire frío proveniente del sur con aire cálido del territorio nacional. “Esos ingredientes están presentes regularmente en la zona centro-sur de Chile, sobre todo en otoño. Lo de Puerto Varas no es extraordinario, es poco común, pero no imposible”, afirma.

Los registros históricos lo confirman. Según la Armada de Chile, tornados se han formado anteriormente en lugares como Villarrica, Puerto Montt, San Pedro de Quillota, Los Ángeles y Talcahuano. En 2019, por ejemplo, hubo un brote de siete tornados en solo dos días. El patrón geográfico de estos eventos se concentra entre la Región de Ñuble y Puerto Montt, aunque podrían llegar hasta el sur de O’Higgins. En el norte y la Patagonia, los contrastes de temperatura son menos pronunciados, por lo que su formación es muy poco probable.

A pesar de la creciente posibilidad de tornados, el país carece de herramientas modernas para detectarlos en tiempo real. Cordero advierte que Chile no cuenta con radares meteorológicos capaces de monitorear estos eventos con precisión. Aunque en 2019, tras una serie de tornados, el gobierno prometió la instalación de esta tecnología, el estallido social y la pandemia relegaron la iniciativa a segundo plano.

El caso de Puerto Varas refleja una falla más profunda: Chile puede anticipar condiciones propicias para tornados, pero aún no tiene la infraestructura necesaria para detectarlos y alertar a tiempo a la población. La Armada había emitido una advertencia el fin de semana, pero no existía la capacidad técnica para seguir el fenómeno en tiempo real ni evaluar su trayectoria con exactitud.

Frente a esta vulnerabilidad, la prevención individual se vuelve clave. Cordero recomienda, ante la presencia de un tornado, alejarse de su posible trayectoria y buscar refugio en construcciones sólidas. Aunque la mayoría de los tornados en Chile no superan los 180 km/h y es difícil que derrumben muros, el mayor peligro son los objetos sueltos convertidos en proyectiles, como techos o ramas.

La crisis climática y la falta de inversión en monitoreo meteorológico podrían estar dejando al país expuesto a fenómenos que antes se consideraban excepcionales. Mientras los gobiernos fallan en implementar infraestructura crítica, la naturaleza parece estar haciendo su propia campaña de advertencia. Puerto Varas podría ser solo el comienzo.

Drenaje ácido natural desafía ideas sobre pureza del agua en Chile central

Una reciente investigación del Departamento de Geología de la Universidad de Chile, publicada en Journal of Hydrology, arroja luz sobre la calidad del agua en la alta cordillera del centro de Chile, un espacio crucial para la gestión futura de los recursos hídricos. Liderada por el Dr. Matías Taucare, la investigación desafía la creencia común de que las aguas de montaña son siempre puras y sin contaminantes.

El foco del estudio es el fenómeno del “drenaje ácido”, conocido principalmente por su vínculo con la contaminación minera, debido a la infiltración de fluidos desde tranques de relave. Sin embargo, el equipo de Taucare explica que en la Cordillera de los Andes el drenaje ácido también puede ser natural, resultado de la interacción entre el agua y los sistemas metalogénicos presentes en las rocas de la zona. Para analizar este fenómeno en un entorno libre de actividad humana, los investigadores se trasladaron hasta el valle El Arpa, en la alta montaña de la región de Valparaíso, sobre los 2.800 metros sobre el nivel del mar.

Tras un riguroso trabajo de muestreo y análisis en laboratorio, se detectaron altas concentraciones de hierro y manganeso en las aguas recolectadas, lo que pone en entredicho la idea de que estos caudales son inmaculados. “Este estudio demuestra que las aguas de montaña no son tan puras como se cree”, señala el Dr. Taucare. Además, el equipo pudo cuantificar que aproximadamente el 51% de la nieve caída en estas alturas contribuye a la recarga de los acuíferos subterráneos, un dato vital para entender cómo se renuevan estos recursos.

La importancia de este diagnóstico radica en que el agua, al circular por las rocas, actúa como agente oxidante y puede lixiviar minerales que, en bajas concentraciones, resultan inocuos, pero en niveles elevados, pueden ser tóxicos para la salud humana. En zonas mineras del norte de Chile, por ejemplo, se han detectado niveles peligrosos de arsénico, un elemento que puede filtrarse en el agua. Estos hallazgos refuerzan la necesidad de proteger la alta cordillera como un área estratégica para la conservación y renovación de las fuentes hídricas.

La distinción entre drenaje ácido natural y minero es fundamental, ya que cada uno presenta una composición química distinta. Mientras el drenaje ácido minero está marcado por metales pesados como plomo, arsénico y cadmio, el natural se caracteriza principalmente por hierro, manganeso y aluminio. En el contexto del cambio climático, esta diferenciación cobra aún más relevancia. Según el Dr. Taucare, la disminución de precipitaciones producto del calentamiento global podría concentrar estos elementos tóxicos en el agua, aumentando los riesgos ambientales y sanitarios. Su colega, el Dr. James McPhee, resalta que entender la interacción entre nieve, hielo y roca en el subsuelo es un desafío pendiente que esta investigación comienza a abordar, abriendo la puerta a futuros estudios interdisciplinarios.

Este trabajo requirió una compleja combinación de análisis satelitales, isotópicos e hidrogeoquímicos, realizados en colaboración con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España y el Departamento de Geología de la Universidad de Chile, reflejando la naturaleza global y multidisciplinaria del estudio.

El Dr. Matías Taucare es un investigador con una trayectoria consolidada en hidrogeología de montaña. Su trabajo doctoral ya demostró la conexión hidráulica entre la alta cordillera y los acuíferos del valle central chileno. Actualmente, continúa explorando los procesos de recarga hídrica en las montañas y advierte sobre el estado crítico de los acuíferos de la zona central, un llamado urgente para la protección y manejo sostenible del recurso más vital del país.

Pichilemu se convierte en epicentro científico para enfrentar el cambio climático

Pichilemu, la emblemática ciudad costera de la región de O’Higgins, reconocida mundialmente por su oleaje ideal para el surf en playas como “El Infiernillo” y Punta de Lobos, se ha convertido en un punto estratégico para el monitoreo científico del cambio climático en Chile. La amenaza del aumento del nivel del mar, las variaciones en el oleaje y el calentamiento de la temperatura marina han impulsado a un grupo de investigadores del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), en colaboración con el Parque Punta de Lobos y la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA), a establecer un sistema de medición de gases de efecto invernadero (GEI) a largo plazo en esta zona clave del océano Pacífico.

Rodrigo Seguel, investigador del CR2 y académico de la Universidad de Chile, destaca que esta iniciativa busca generar datos que permitan evaluar la efectividad de las políticas ambientales y apoyar estrategias de mitigación en un contexto donde Chile continental carecía de un sitio de observación permanente. A nivel regional, solo existen tres puntos similares: en Ushuaia (Argentina), Natal (Brasil) y Rapa Nui, todos con más de una década de mediciones que han sido fundamentales para comprender fenómenos como la quema de biomasa y el transporte de contaminantes a gran escala. Incorporar a Punta de Lobos en esta red coloca a Chile en una posición relevante dentro de la vigilancia global del clima.

El lugar fue escogido no solo por su importancia ambiental y geográfica, sino también por condiciones atmosféricas que garantizan la calidad de las muestras. Las mediciones se toman preferentemente cuando el viento proviene directamente del océano, lo que asegura un aire limpio y libre de contaminación urbana o industrial, condición esencial para obtener datos precisos sobre los gases que inciden en el calentamiento global.

El proyecto contempla capacitar al personal del Parque Punta de Lobos para realizar tomas de muestras manuales y automáticas, bajo una logística coordinada entre el Parque, CR2 y NOAA. Los frascos con las muestras de aire se envían al Laboratorio de Monitoreo Global en Boulder, Colorado, para su análisis detallado, garantizando un flujo constante y riguroso de información.

Patricio Mekis, director ejecutivo del Parque Punta de Lobos, resalta que este convenio no solo amplía la investigación científica en la zona, sino que también demuestra que el parque mantiene una calidad ambiental excepcional, especialmente en cuanto a la pureza del aire. Esta calidad, afirma, contribuye a un mejor bienestar para la comunidad regional y posiciona a Pichilemu como un ejemplo de conservación y vida sana en armonía con el entorno natural.

Más allá del monitoreo, la iniciativa busca generar conciencia sobre la importancia de proteger la calidad del aire y los ecosistemas marinos, promoviendo actividades educativas como seminarios y talleres dirigidos a los funcionarios del parque y la comunidad, con un enfoque interdisciplinario que fortalezca la conexión entre ciencia, gestión ambiental y sociedad.

En un contexto global donde los efectos del cambio climático golpean con fuerza las zonas costeras, el trabajo en Punta de Lobos no solo aporta datos clave para la política ambiental chilena, sino que también subraya el compromiso del país con la acción climática internacional, reafirmando el valor de sus espacios naturales como centros de investigación y preservación.

La ganadería ancestral que desafía la crisis climática desde los Andes

En lo alto del altiplano andino, donde la vida se abre paso entre la falta de infraestructura, la escasez de agua y los efectos extremos del clima, la crianza de camélidos; llamas, alpacas, vicuñas y guanacos, sigue siendo mucho más que una actividad económica. Es una forma de resistir, de vivir y de preservar una cultura que ha perdurado por siglos.

Diego Fabián, criador argentino, lo tiene claro: “Mi padre y mi abuelo me enseñaron a respetar la naturaleza y a cuidar de los animales como parte de nuestra cultura”. En su familia, como en tantas otras en la región andina, la ganadería camélida no es una opción: es un legado ancestral que atraviesa generaciones. Y es también una forma de defender un modo de vida que el cambio climático pone a prueba cada día.

Desde las zonas australes de Chile y Argentina hasta las mesetas de Bolivia, Perú y Ecuador, la cría de camélidos forma parte esencial del tejido social y ambiental de los pueblos altoandinos. No solo provee carne, lana y transporte; también sostiene una relación simbiótica con los ecosistemas donde estos animales han evolucionado. Son especies adaptadas a la altitud, a los suelos pobres y a las temperaturas extremas, y por eso mismo, se han vuelto claves para la resiliencia rural en contextos de crisis climática.

Conrado Blanco Mamani, criador chileno de 65 años, resume esa conexión con claridad: “La ganadería camélida no solo nos alimenta, sino que también es esencial para proteger el medio ambiente”. Su mirada va más allá del oficio: criar camélidos es una forma de custodiar un equilibrio natural entre el ser humano y su entorno.

Pero ese equilibrio está bajo amenaza. En Perú, Inés Flores, una de las más de 92 mil alpaqueras del país, enfrenta las consecuencias del cambio climático: sequías cada vez más largas, heladas más frecuentes y una reducción sostenida en la producción. “A veces sentimos que no podemos seguir, pero es nuestra forma de vida”, dice, mientras lidera el pastoreo junto a su familia. Su historia se repite en distintos rincones de la cordillera, donde mujeres y hombres resisten con prácticas tradicionales, pero también buscan adaptarse con nuevas tecnologías.

Los bofedales, humedales de altura esenciales para la alimentación y supervivencia de los camélidos, están colapsando por el avance del calentamiento global y por el uso insostenible del territorio. Estos ecosistemas, que filtran agua y permiten el crecimiento de pastos ricos en nutrientes, son el corazón verde del altiplano. Cuando se degradan, no solo desaparecen fuentes de alimento, también desaparece la base que sostiene la vida comunitaria.

En Bolivia, Roberta Rivera también se enfrenta a estas transformaciones. Las lluvias impredecibles, las sequías y los fríos extremos han hecho que criar llamas sea cada vez más difícil. Aun así, no se rinde. “Tenemos que ser resilientes, aprender nuevas tecnologías, pero nunca perder nuestras raíces”, afirma. La combinación entre saberes ancestrales y nuevas herramientas se vuelve clave para enfrentar lo que viene.

En Argentina, Diego ha comenzado a diversificar su producción combinando la crianza de camélidos con la siembra de quinua y papas. La agricultura sostenible no solo le permite reducir su dependencia de los animales, también protege el suelo y ayuda a mantener el ciclo de nutrientes necesario para que los pastos crezcan. Su estrategia refleja una transición silenciosa, pero poderosa: adaptarse sin traicionar la herencia.

La ganadería camélida no es solo una actividad rural. Es un bastión frente a la crisis climática, una práctica cultural milenaria, y un sistema de supervivencia en los paisajes más extremos del continente. Cuidar de estos animales es cuidar de la historia, del medio ambiente y de un futuro posible en las alturas.

El arroz bajo amenaza el cambio climático podría convertir un alimento básico en un riesgo sanitario

Presente en casi todos los hogares chilenos como acompañamiento de carnes, pescados o guisos, el arroz podría dejar de ser un alimento inocuo y transformarse en un riesgo para la salud. Así lo advierte un reciente estudio internacional publicado en The Lancet Planetary Health, que vincula el cambio climático con el aumento de arsénico en este cereal, base de la dieta de millones de personas en el mundo.

La investigación, liderada por científicos de la Universidad de la Academia de Ciencias de China y la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Columbia, revela que las modificaciones químicas provocadas en los suelos por el aumento de temperatura y la concentración de dióxido de carbono (CO2) están generando formas de arsénico más fácilmente absorbibles por los granos de arroz. Este hallazgo prende las alarmas sobre posibles consecuencias sanitarias de gran alcance, especialmente en regiones donde el arroz es un alimento esencial.

Durante diez años, el equipo analizó 28 variedades de arroz en siete países asiáticos —Bangladesh, China, India, Indonesia, Myanmar, Filipinas y Vietnam—, constatando que el incremento del arsénico bajo condiciones climáticas extremas podría generar un alza significativa en enfermedades como diabetes, dolencias cardíacas y algunos tipos de cáncer. Según Lewis Ziska, coautor del estudio y académico de Columbia, “estos cambios podrían comprometer la seguridad alimentaria y la salud pública en Asia hacia 2050”.

Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago de Chile, destacó en entrevista con Diario Usach la relevancia del estudio, calificándolo como “pionero” por introducir un nuevo enfoque: el cambio directo de la biogeoquímica del suelo agrícola como consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero. “Hasta ahora se hablaba de erosión o eventos extremos, pero no se había considerado cómo el calor y el CO2 pueden alterar el contenido tóxico de un alimento durante su cultivo”, explicó el investigador.

Además, Cordero advirtió que el consumo prolongado de arsénico, incluso en pequeñas dosis, está vinculado a una larga lista de enfermedades graves. La proyección es preocupante no solo para los países productores de arroz en Asia, sino también para mercados consumidores como el chileno, donde el cereal forma parte habitual de la dieta.

El estudio plantea un desafío para la comunidad científica y las políticas públicas, ya que urge a monitorear otros cultivos y evaluar cómo el cambio climático podría estar alterando la presencia de elementos tóxicos o esenciales en los alimentos. Aunque también abre la posibilidad de que algunas sustancias nocivas disminuyan en otros productos, el foco inmediato está en prevenir que un alimento tan cotidiano como el arroz se convierta en un riesgo silencioso.

Lanzan herramienta global para restaurar ecosistemas con apoyo de pueblos indígenas

En el marco del Día Internacional de la Madre Tierra, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) presentó en Roma una nueva iniciativa destinada a revolucionar el monitoreo de la restauración de ecosistemas a nivel mundial. Se trata de AIM4NatuRe (Acelerando el Monitoreo Innovador de Restauración de la Naturaleza), un ambicioso proyecto respaldado por el Reino Unido con una inversión de siete millones de libras esterlinas, que busca traducir los compromisos globales de restauración ecológica en resultados tangibles y duraderos.

La propuesta parte de una constatación alarmante: más del 80 % de los países carecen de capacidades técnicas para recopilar datos sobre restauración ambiental, según una encuesta reciente del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). En respuesta, la FAO asume el liderazgo para implementar soluciones tecnológicas que permitan monitorear de manera precisa los avances en la restauración de ecosistemas, en línea con la Meta 2 del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, que busca restaurar al menos el 30 % de los ecosistemas degradados para 2030.

Uno de los pilares del programa es el enfoque biocéntrico, que prioriza el bienestar de todos los seres vivos, y que se implementará con especial énfasis en la cosmovisión de los pueblos indígenas. Proyectos piloto ya están en marcha en Perú y Brasil. En el primero, se desarrollan acciones conjuntas con el Gobierno en el Corredor Andino Sur, que abarca Cusco, Apurímac y Arequipa. En el segundo, se trabaja con el pueblo Xukuru en el bioma de la Caatinga y se planea extender el alcance a otros territorios indígenas restituidos, en coordinación con el Ministerio de Pueblos Indígenas.

Para QU Dongyu, Director General de la FAO, esta herramienta transformará el modo en que los países abordan la restauración ecológica, aportando soluciones técnicas, conocimientos especializados y datos verificables que permitan medir la efectividad real de sus acciones. La ministra británica de Clima, Kerry McCarthy, destacó que AIM4NatuRe amplía el alcance de AIM4Forests; una iniciativa previa enfocada en bosques, y reafirma el compromiso del Reino Unido con la protección del medioambiente y el empoderamiento de las comunidades que lo custodian.

Además de generar una base de datos global, la FAO busca garantizar la interoperabilidad de los sistemas de información y la estandarización de formatos, lo que permitirá a los países compartir y comparar sus progresos con mayor transparencia. Asimismo, se publicarán documentos técnicos y marcos metodológicos para guiar a los gobiernos en la recolección y uso de datos sobre restauración.

La iniciativa también fue presentada en la reciente reanudación de la COP16 del CDB en Roma, donde se reiteró la urgencia de avanzar hacia metas ambientales ambiciosas con respaldo tecnológico y participación comunitaria. AIM4NatuRe representa un paso clave para convertir las promesas en acciones concretas y sostenidas, con un enfoque que combina ciencia, inclusión y justicia ecológica.

Estudio advierte sobre expansión del desierto y drástica reducción de nieve en los Andes

Un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Chile y publicado en la revista Environmental Research Letters advierte sobre cambios significativos en los tipos de clima en Chile para las próximas décadas, como la expansión de los desiertos en el norte y el predominio de climas templados y secos en la zona central. El subdominio andino sería el más afectado si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, según Nicolás Vásquez, autor principal del estudio.

La investigación analizó proyecciones de 30 modelos climáticos globales (CMIP6), detectando un alto consenso en la tendencia de cambio, pese a la dispersión habitual entre modelos. Uno de los hallazgos más relevantes es la drástica disminución de las precipitaciones en forma de nieve en la cordillera de los Andes, acompañada de una elevación de la línea de nieves.

“Este escenario incrementa el riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierra, por lo que es urgente incorporar estos efectos en la planificación de obras civiles y la gestión de recursos hídricos”, señaló Pablo Mendoza, hidrólogo de la FCFM de la Universidad de Chile.

Miguel Lagos-Zúñiga, coautor del estudio y académico de la Universidad Técnica Federico Santa María, enfatizó que la reducción de hasta un 50% de nieve en la precordillera andina impactará gravemente en los ecosistemas y en la disponibilidad de agua para consumo humano y agrícola en épocas de mayor demanda.

El equipo de investigación cuenta además con la participación de especialistas de la Universidad de Concepción, el Instituto WSL de Suiza y el proyecto Fondecyt que busca estimar con mayor precisión los recursos hídricos actuales y futuros en Chile.

Los desafíos que enfrentan los animales que hibernan ante el avance del cambio climático

La hibernación, una estrategia ancestral de supervivencia empleada por innumerables especies animales en todo el mundo, incluido Chile, está siendo alterada por las altas temperaturas y los cambios en los patrones climáticos. Diversas investigaciones sobre el impacto de este fenómeno en la fauna señalan que los animales están respondiendo de distintas formas a este escenario en evolución. 

Esta disminución del metabolismo durante los meses de invierno ha sido adoptada por algunas especies en Chile, especialmente por marsupiales como el monito del monte (Dromiciops gliroides) y la yaca o marmosa elegante (Thylamys elegans). Para estos animales, las temperaturas más cálidas pueden causar que los periodos de hibernación se acorten prematuramente, exponiendo a los animales a la escasez de recursos alimenticios cuando despiertan antes de tiempo. 

Así lo explica el profesor René Quispe, académico del Departamento de Ciencias Biológicas Animales de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias (Favet) de la Universidad de Chile, especialista en ecofisiología y conservación. “La hibernación es una estrategia fisiológica y conductual de los animales y está estrechamente asociada con las condiciones ambientales. Entonces, desde ese punto de vista, la mayoría de los animales tienen un patrón estacional, por ejemplo, el de la hibernación, que está relacionado justamente a cuando ocurren las temperaturas más bajas. Sin embargo, uno de los efectos del cambio climático es el aumento de las temperaturas en invierno, y también la ocurrencia de eventos extremos en períodos anormales”, dice el académico de Favet. 

Por esta razón, agrega, “esa condición de aumento de temperatura y de ocurrencia de eventos extremos, por ejemplo, de sequía o aumento de temperaturas, o esta ola de calor o lluvias, etcétera, generan que el proceso de hibernación que los animales naturalmente tienen durante el invierno pueda estar desacoplado a la condiciones ideales de cuando debe ocurrir la hibernación que es durante el invierno, cuando los recursos son escasos y las temperaturas son bajas”. 

Más allá de la duración de la hibernación en cada especie, las repercusiones se propagan por todo el ecosistema. En Chile, algunos animales se están viendo obligados a modificar sus hábitos alimenticios y de reproducción. El profesor Quispe detalla algunas de las adaptaciones únicas que han desarrollado ciertos animales hibernantes para enfrentar los desafíos derivados de las fluctuaciones climáticas. 

“En el Hemisferio Norte, por ejemplo, se sabe que los animales están teniendo hibernaciones más cortas porque las temperaturas están más altas. Y eso tiene consecuencias porque ocurre una especie de desacoplamiento cuando el animal tiene que despertar. Porque, naturalmente, cuando la hibernación se acaba, tiene que haber una disponibilidad de alimento que permita al animal recuperar toda la reserva de energía que había perdido durante la hibernación. Pero si el animal despierta de su hibernación y resulta que no hay alimento disponible, eso afecta directamente su supervivencia y su reproducción. Puede darse la posibilidad de que este animal entre en un estado de conservación vulnerable e incluso un problema de extinción”, plantea el especialista en ecofisiología. 

Entonces, el principal impacto que podría tener el cambio climático en los animales que hibernan, sobre todo por el aumento de las temperaturas, es que ellos estén desacoplados a las condiciones ideales de cuando ellos tienen que despertar, que es en primavera, cuando hay alimento disponible. “Ahora con el cambio climático estos deberán lograr cierta plasticidad que les permita adaptar su hibernación a los cambios ambientales que están sucediendo. Por ejemplo, el monito del monte se sabe que tiene un grado de plasticidad a las condiciones térmicas: cuando hace mucho frío está en una hibernación profunda, pero cuando sube la temperatura tiene momentos de torpor o letargo, que son intermitentes”, detalla. 

El profesor Claudio Veloso, director del Departamento de Ciencias Ecológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, dice que el mayor impacto será cuando aumenten aún más las temperaturas, tal como se ha vaticinado. “Efectivamente, cuando se incrementa la temperatura los patrones de hibernación se modifican. Ahora, si la temperatura sigue aumentando como supuestamente será, va a impactar muchísimo. El período de hibernación se les va a acortar, van a tener mayores tiempos de actividad, se van a desfasar”. 

El profesor Veloso destaca que este ajuste es del ecosistema completo donde están insertas estas especies hibernantes. “Los animales que hibernan tienen una historia evolutiva de co-evolución con su entorno, con las plantas, con su alimentación, con otras especies y al acortarse los períodos de frío, en los cuales ellos utilizan el mecanismo de hibernación, van obviamente a producirse desfase con su dieta, por ejemplo. Ese tipo de situaciones va a ocurrir necesariamente”. 

“En Chile, los animales que hibernan son los de pequeño tamaño, que están en el límite de su presupuesto de energía. Porque, en el fondo, la hibernación y el sopor, son mecanismos de ahorro de energía. Y, entre las adaptaciones al cambio climático que veremos, están también futuros desplazamientos de su hábitat, modificaciones de sus patrones de actividad diarios, van a tener que hacer un montón de cosas para ajustarse si es que efectivamente llegamos a niveles tan extremos”, agrega el director del Departamento de Ciencias Ecológicas. 

Algunas especies incluso podrían cambiar su morfología. “Son tremendamente flexibles, algunos modifican completamente su conducta, su fisiología, incluso su morfología, como perder el pelaje en el cambio de estación, por ejemplo. Y seguramente veremos nuevas adaptaciones. Hay que hacer un análisis más profundo, pero de que el cambio climático los va a afectar, los va a afectar”. 

Investigación muestra cómo el clavel del aire se ha desplazado para sobrevivir al cambio climático

El cambio climático avanza lento, pero sin pausa, y el incremento de la temperatura en el desierto de Atacama, donde además las variaciones térmicas diarias están siendo más bruscas, está modificando la vida de animales, ecosistemas y plantas.

Así lo plantean Marcel Clerc, académico del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemática de la Universidad de Chile, y David Pinto, estudiante del Doctorado en Ciencias mención Física de la Universidad de Chile, quienes por cinco años han liderado un seguimiento al comportamiento espacial de la tillandsia landbeckii, planta conocida comúnmente como “clavel del aire”, especie “capaz de sobrevivir en condiciones muy extremas y que es experta en capturar agua de neblinas”, explica el profesor Clerc.

“Lo aquí recabado nos está mostrando que estas plantas estarían al borde de su desaparición si las condiciones continúan empeorando”, advierte el académico de la U. de Chile. El cambio en la autoorganización espacial de estas plantas sería la clave de su supervivencia hasta ahora. 

“Este organismo vive en las zonas costeras del norte grande de Chile, fundamentalmente entre Vallenar y Arica y también en la zona sur de Perú, lo hace dejando un rastro parecido a las líneas de un tigre, vale decir, patrones o formas que se repiten, que se observan al mirar esta vegetación con imágenes satelitales (obtenidas Google Earth) y comparándolas con ecuaciones matemáticas hemos encontrado comportamientos muy esclarecedores aplicada a estos patrones”, detalla David Pinto.

El modelo matemático desarrollado por los investigadores fue capaz de analizar patrones de vegetación tipo líneas y estimar su estado buscando los rastros mencionados en las imágenes satelitales, lo que abre las puertas a que más científicos puedan entender mejor cómo la vegetación responde a los cambios ambientales y así poder mantenerla. 

Para lograr estos resultados, se utilizaron técnicas matemáticas avanzadas de física no lineal para predecir este tipo de órdenes, acompañado de simulaciones numéricas para verificarlo. También se aplicaron las mediciones con otras imágenes satelitales de vegetación tipo líneas en el desierto de Atacama, en zonas áridas de Texas, Estados Unidos, y Sudán, mostrando todas características similares y compartiendo el orden predicho por la teoría.

“Sería muy interesante ver hasta dónde puede llegar la adaptabilidad de la tillandsia landbeckii, hemos contemplado cómo se está distribuyendo mayormente de forma no homogénea, algo así como si estuviera aprovechando las zonas donde haya más humedad y separándose de sí misma, es decir, está buscando no competir con sus iguales para lograr capturar hasta la última gota de agua y bruma disponible… Definitivamente sabe cómo sobrevivir”, acota Clerc.

Estudio revela cómo el cambio climático pone en riesgo la pesca artesanal e industrial de Chile y Perú

Una investigación publicada en la prestigiosa revista Frontiers in Marine Science plantea que el cambio climático es uno de los factores de mayor estrés para el hábitat marino del Pacífico Sureste y su desarrollo. El estudio, realizado por académicos de la universidad francesa de Toulouse, de la Universidad de Chile, de la Universidad Católica del Norte y de la Universidad de Concepción, determinó que este fenómeno a futuro impactará la pesca artesanal e industrial de las cosas de Chile y Perú.

El académico del Departamento de Ciencias Ecológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, David Véliz, parte de este trabajo liderado por los investigadores franceses, explicó que “las especies marinas poseen varias amenazas, entre estas está la sobrepesca, que está reduciendo las biomasas de las poblaciones de especies comerciales, y la contaminación, la cual no solo tiene relación con el aumento de nutrientes y metales pesados, últimamente, ha tomado relevancia la contaminación con plásticos”.

“A parte de estas amenazas, una bastante relevante que se ha estado analizando y que fue el objetivo de nuestro estudio, es el efecto del cambio climático en la fisiología y distribución de las especies presentes en una zona determinada. Específicamente, nosotros modelamos el impacto del cambio climático en algunas especies que habitan en el Pacífico Sureste”, continuó. Las especies investigadas, detalla el biólogo marino, fueron seis: dos cefalópodos (la jibia y una especie pulpo) y cuatro especies de crustáceos (un copépodo y tres camarones), elegidas debido a que son “especies de las que se conocen algunas características fisiológicas en literatura”.

De acuerdo al investigador de la Universidad de Chile, “las especies estudiadas son una muestra muy pequeña de organismos que habita en la zona del Pacífico Sureste. Pensamos que existen unas especies que podrán mover su distribución y ajustarse a los cambios producidos por el medioambiente, pero existen otras especies que no tienen esa posibilidad de poder cambiar, dado que poseen poca movilidad, por lo que es esperable que exista extinción de especies”, advirtió. .

Pese a que ya estamos sufriendo en parte los efectos del cambio climático, según los cálculos de la investigación, el científico sostuvo que “la zona del Pacífico Sureste no tendrá el mismo efecto del cambio climático por completo. Hay zonas que presentarán un gran efecto (cerca de las islas oceánicas chilenas), pero también se estima una zona que estará segura, con una variación menor de temperaturas, cercana a la costa del norte de Chile”.

Por otra parte, plantea que efectos del cambio climático, como “cambios en el régimen de lluvias y cambios en la temperatura” son eventos ya instalados, por lo que “revertir esto es bastante complejo sin tener un cambio drástico en el estilo de vida y en el uso de combustible que generan gases”. Sin embargo, el estudio releva la necesidad que hay de “diseñar estrategias de gestión y adaptación de recursos que tengan en cuenta las respuestas de los organismos a múltiples factores estresantes presentes en el Pacífico Sureste”.

“En la actividad humana, debemos adaptarnos a que las zonas de pesca pueden cambiar, así como los recursos también podrían estar cambiando sus abundancias”, sentencia el profesor David Véliz. “Según nuestros resultados, la pesca artesanal e industrial, así como la acuicultura de las aguas costeras de Perú y Chile están en riesgo”, concluyó.