En 2007, la industria salmonera chilena vivió una de sus peores crisis cuando un brote del virus de la anemia infecciosa del salmón (ISAV) arrasó con centros de cultivo en el sur del país, dejando miles de despidos y paralizando más del 60% de la producción. Hoy, casi dos décadas después, Chile ha recuperado su posición como el segundo mayor productor de salmones a nivel mundial, pero las amenazas sanitarias siguen latentes.
Consciente de este desafío, el Dr. Marcelo Cortez, académico de la Facultad de Química y Biología de la Universidad de Santiago, lidera una investigación que busca desentrañar los mecanismos genéticos que hacen al virus más o menos agresivo. Su proyecto, recientemente adjudicado con fondos Fondecyt (Nº 1251842), emplea una herramienta de genética reversa para diseñar variantes controladas del virus en laboratorio y así anticipar su comportamiento ante posibles brotes.
“El ISAV pertenece a la misma familia que el virus de la influenza humana y, como éste, tiene la capacidad de mutar y generar epidemias. Nuestro objetivo es identificar los marcadores de virulencia, como la proteína Fusión, que explican por qué ciertas variantes causan más daño que otras”, explica el Dr. Cortez. Estas mutaciones pueden aumentar la capacidad del virus para propagarse, burlar el sistema inmune o resistir tratamientos, lo que convierte su análisis en una prioridad para la sanidad acuícola.
A través de la modificación genética del virus en condiciones de laboratorio, los investigadores pueden observar cómo cambian sus propiedades y anticiparse a sus efectos antes de que una nueva variante cause daño en terreno. “Podemos incluso diseñar vacunas que se adelanten a variantes futuras, como una suerte de vigilancia molecular preventiva”, agrega el científico.
El equipo del Dr. Cortez trabaja en colaboración con expertas como la Dra. Yesseny Vasquez (Escuela de Medicina Usach) y la Dra. Margarita Montoya (Departamento de Biología), en un esfuerzo que va más allá del virus ISAV: busca fortalecer la virología como disciplina científica en Chile. “Somos pocos virologistas en el país y no existe una comunidad consolidada ni congresos especializados. Si queremos estar preparados para futuras pandemias, debemos invertir en ciencia, infraestructura y formación de nuevos investigadores”, señala.
En un contexto donde la salmonicultura chilena exportó más de un millón de toneladas en 2023, esta investigación se vuelve estratégica no solo para proteger una industria clave, sino también para posicionar a Chile como un referente en ciencia aplicada y vigilancia epidemiológica en ambientes acuáticos.