Millones de personas en todo el mundo dependen del comercio internacional para su seguridad alimentaria y sus medios de vida. A medida que los países avanzan en la adopción de medidas destinadas a detener la expansión de la pandemia del COVID-19, debe tenerse cuidado de reducir al mínimo las posibles repercusiones en el suministro de alimentos o las consecuencias imprevistas en el comercio mundial y la seguridad alimentaria.
Cuando actúen para proteger la salud y el bienestar de sus ciudadanos, los países deben garantizar que ninguna medida relacionada con el comercio interrumpa la cadena de suministro de alimentos. Esas perturbaciones, que incluyen limitar la circulación de los trabajadores de la industria agrícola y alimentaria y aumentar los retrasos en las fronteras para los contenedores con alimentos, dan lugar al deterioro de los productos perecederos y al aumento del desperdicio de alimentos. Las restricciones al comercio de alimentos también podrían estar vinculadas a preocupaciones injustificadas sobre la inocuidad alimentaria. Si se materializa esa hipótesis, se interrumpiría la cadena de suministro de alimentos, con consecuencias especialmente acusadas para las poblaciones más vulnerables y que padecen mayor inseguridad alimentaria.
La incertidumbre sobre la disponibilidad de alimentos puede desencadenar una ola de restricciones a la exportación, generando escasez en el mercado mundial. Esas reacciones pueden alterar el equilibrio entre la oferta y la demanda de alimentos, dando lugar a picos de precios y a una mayor volatilidad de los mismos. Hemos aprendido de crisis anteriores que esas medidas son muy perjudiciales para los países de bajos ingresos y con déficit de alimentos, así como para los esfuerzos de las organizaciones humanitarias para adquirir alimentos destinados a quienes los necesitan de manera desesperada.
Debemos impedir que se repitan esas medidas perjudiciales. En momentos como éste es cuando más se necesita la cooperación internacional. En un contexto de confinamientos provocadospor el COVID-19, hayque hacer todo lo posible para asegurar que el comercio fluya tan libremente como sea permisible,sobre todo para evitar la escasez de alimentos. Del mismo modo, también es fundamental proteger a los productores de alimentos y a los trabajadores del sector alimentario en el ámbito de la elaboración y la venta al por menor, a fin de reducir al mínimo la propagación de la enfermedad dentro de este sector y mantener las cadenas de suministro alimentario. Los consumidores -en especial los más vulnerables- deben seguir pudiendo acceder a los alimentos dentro de sus comunidades bajo estrictos requisitos de inocuidad.
También debemos asegurarnos de que la información delas medidas sobre el comercio, los niveles de producción, consumo y existencias de alimentos -así como los precios-, esté disponible para todos en tiempo real. Esto reduce la incertidumbre y permite a los productores, consumidores y comerciantes tomar decisiones informadas. Sobre todo, ayuda a contener el pánico en las compras y el acaparamiento de alimentos y otros artículos esenciales.
Ahora es el momento de mostrar solidaridad, actuar con responsabilidad y sumarse a nuestro objetivo común de incrementar la seguridad y la inocuidad alimentarias y la nutrición y mejorar el bienestar general de la población de todo el mundo. Debemos garantizar que nuestra respuesta al COVID-19 no cause involuntariamente una escasez injustificada de artículos esenciales y agrave el hambre y la malnutrición.