La muerte del legendario cantante Patricio Zúñiga, conocido como Tommy Rey, no solo dejó un vacío en la cultura popular chilena, sino que también reactivó una discusión largamente postergada: ¿cómo garantizar que los artistas que interpretan música reciban una remuneración justa por su trabajo en el entorno digital? La respuesta podría estar en un nuevo proyecto de ley impulsado por la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD), que busca modernizar el régimen de derechos conexos en el país.
Esta propuesta legal, ingresada recientemente al Congreso, no pretende alterar los derechos de autor ni equiparar a intérpretes con compositores o letristas. Lo que plantea es algo más específico: reconocer de forma efectiva el derecho de artistas, intérpretes y ejecutantes a recibir ingresos por la utilización digital de sus interpretaciones, en línea con tratados internacionales que Chile ha ratificado pero que, hasta ahora, no se han reflejado plenamente en la legislación nacional.
En la práctica, la ley chilena reconoce estos derechos conexos desde hace décadas, pero su aplicación en plataformas digitales; como Spotify, YouTube o TikTok, sigue siendo inexistente. Como explica la abogada Francisca Bustos, especialista en propiedad intelectual del estudio jurídico Ruiz Salazar, “este proyecto no crea un derecho nuevo, sino que habilita un mecanismo concreto para que los artistas puedan ejercer lo que ya está escrito en la ley, pero que hoy es letra muerta”.
El proyecto plantea que estos derechos sean irrenunciables e intransferibles, lo que significa que no podrán ser eliminados por contratos abusivos ni vendidos bajo presión de la industria. Es una protección estructural, pensada para equilibrar las fuerzas entre artistas y grandes plataformas tecnológicas, que en muchos casos obtienen millonarias ganancias por contenidos en los que los músicos no ven un peso.
La iniciativa también apunta a cerrar la llamada “brecha de valor”, una desigualdad estructural entre lo que generan las plataformas digitales por la música que difunden y lo que efectivamente reciben los artistas. Hoy, mientras las tecnológicas consolidan sus modelos de negocio gracias a las interpretaciones de músicos y cantantes, estos últimos quedan fuera de la ecuación económica. “Este proyecto no busca duplicar derechos, sino actualizar la ley para que el trabajo artístico no sea gratis en internet”, enfatiza Bustos.
Además, Chile se pondría al día con estándares internacionales como el Tratado de Beijing de 2012, que reconoce expresamente los derechos de los intérpretes audiovisuales frente a la puesta a disposición digital. La aprobación de esta ley permitiría dar un paso concreto en esa dirección, reconociendo a quienes, con su voz e interpretación, construyen el ADN sonoro de un país.
Más allá del tecnicismo jurídico, esta es una demanda ética: dar valor real a los músicos que no solo acompañan nuestra vida cotidiana, sino que han sido pilares en la construcción de la identidad cultural chilena. Como Tommy Rey, cuya voz seguirá sonando en radios, fiestas y plataformas, pero que hasta hoy no cuenta con una retribución justa por cada reproducción digital.
Este proyecto no es solo una corrección legal. Es un acto de justicia pendiente con quienes interpretan nuestra historia en forma de canción.