En las profundidades del desierto de Atacama, a 3.716 metros de altura, se encuentra el Salar de Ascotán, un lugar donde la vida parece imposible. Altas concentraciones de metales pesados, radiación extrema, salinidad, grandes altitudes y temperaturas extremas caracterizan este ambiente hostil. Sin embargo, un equipo de investigadores de la Universidad de Chile ha descubierto allí un oasis de vida: microorganismos que no solo sobreviven, sino que prosperan en estas condiciones extremas.
La investigación, liderada por el profesor Andrés Marcoleta, analizó muestras de agua, suelo y sedimento del salar. A través de la reconstrucción de genomas, se identificaron dos nuevas familias de bacterias y dos nuevos órdenes de arqueas, organismos ancestrales que representan un enigma para la ciencia.
Las bacterias encontradas pertenecen principalmente a los grupos Pseudomonadota, Acidobacteriota y Bacteroidota. Los investigadores destacan que estas bacterias tienen una alta proporción de genes de resistencia y reparación de ADN, lo que podría explicar su tolerancia a la radiación ultravioleta.
En el caso de las arqueas, se encontraron principalmente en las muestras de suelo. Su estudio permitió comprender sus metabolismos y algunas de sus funciones.
Junto al trabajo de Marcoleta, el profesor Miguel Allende, también de la Universidad de Chile, secuenció el genoma de Orestias ascotanensis, un pez endémico del Salar de Ascotán. Este pez, único en el mundo, se adaptó a vivir en este ambiente extremo tras quedar aislado por el levantamiento de la cordillera de los Andes.
El estudio de Allende reveló cómo el genoma de este pez ha cambiado para tolerar las condiciones del salar, como el agua salada, la falta de oxígeno y la alta radiación.
Los hallazgos en el Salar de Ascotán abren un abanico de posibilidades para la biotecnología. Los genes de resistencia a metales pesados, la tolerancia a condiciones extremas y la capacidad de reparación del ADN podrían ser utilizados en diversos procesos industriales, como la biominería, la biorremediación y el desarrollo de cultivos resistentes a la sequía.
El estudio del Salar de Ascotán no solo amplía nuestra comprensión de la vida en la Tierra, sino que también ofrece herramientas para enfrentar desafíos como el cambio climático y la degradación ambiental.