Sentir que el mundo gira sin moverse un centímetro. Así se manifiesta el vértigo, una falsa sensación de movimiento que, aunque comúnmente se confunde con el mareo, tiene causas, características y tratamientos muy distintos. No se trata de una enfermedad en sí, sino de un síntoma con múltiples orígenes que pueden ir desde desequilibrios del oído interno hasta trastornos de ansiedad. El Dr. Paul Délano, otorrinolaringólogo del Hospital Clínico Universidad de Chile, detalla las claves para reconocerlo, diferenciarlo del mareo y entender cuándo hay que tomarlo en serio.

A diferencia del mareo, que suele asociarse a desequilibrios cardiovasculares o metabólicos, el vértigo implica la sensación de que todo se mueve a tu alrededor, a pesar de estar inmóvil. Esto lo convierte en un fenómeno profundamente perturbador para quienes lo padecen. Su aparición puede ser repentina, episódica o crónica, y es la duración, junto con los síntomas asociados como pérdida auditiva o náuseas, lo que permite orientar el diagnóstico. Según Délano, en el 70 a 80% de los casos se puede identificar la causa solo con una buena historia clínica.

Entre los tipos más comunes, el vértigo posicional destaca por su frecuencia en mayores de 50 años. Provocado por el desprendimiento de pequeños cristales de calcio en el oído interno, se desencadena al cambiar de posición y se trata eficazmente con maniobras físicas, sin necesidad de medicamentos. En cambio, la neuritis vestibular, más típica en adultos de mediana edad, se presenta de forma súbita y prolongada, causando náuseas intensas y malestar, pero sin afectar la audición. Otro tipo, cada vez más visible en jóvenes, es la migraña vestibular, que combina vértigo con dolores de cabeza intensos y requiere un manejo integral del estilo de vida.

No menos relevante es la enfermedad de Ménière, que aparece junto con pérdida auditiva fluctuante y tinnitus, ni el vértigo funcional o psicógeno, donde la ansiedad juega un rol central. Este último, conocido también como mareo postural perceptual persistente, es cada vez más frecuente y suele presentarse después de cuadros no resueltos, generando un círculo vicioso entre vértigo y angustia.

El mensaje del Dr. Délano es claro: no hay que subestimar el vértigo ni esperar que se pase solo. Episodios recurrentes o sin causa aparente merecen una evaluación médica seria. Y aunque los fármacos pueden aliviar los síntomas, el verdadero tratamiento siempre debe atacar la causa subyacente. Dejar pasar el tiempo, advierte, puede abrir la puerta a un vértigo crónico o incluso a una alteración psicológica que agrave el cuadro. Consultar a tiempo puede marcar la diferencia entre una molestia pasajera y una condición que limite profundamente la calidad de vida.