En poco más de una década, el uso de la bicicleta en Santiago ha dado un salto notable. Si en 2012 representaba apenas el 4% de los viajes, hoy alcanza un 7,8%, lo que equivale a cerca de 1,5 millones de trayectos diarios. Un cambio que, según Rodrigo Mora, experto en movilidad activa y académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, marca el inicio de una segunda etapa para la bicicleta como medio de transporte en el país: una que va más allá de construir ciclovías y se plantea integrar de forma estructural y masiva este vehículo a la vida urbana chilena.

Comparado con otras grandes ciudades del mundo, Santiago se ubica en una posición destacada dentro de América Latina. Londres, por ejemplo, reportaba en 2022 un 4,5% de sus viajes en bicicleta, mientras que París, que ha sido modelo de transformación urbana agresiva a favor del ciclismo, alcanza un 11%. En ese contexto, el 7,8% chileno no es menor, y refleja una transformación cultural y social que combina la necesidad de movilidad eficiente, el costo creciente del transporte y la creciente conciencia medioambiental.

Pero el fenómeno no es homogéneo. En el norte del país, donde las condiciones climáticas son ideales, el uso de la bicicleta es sorprendentemente bajo. Arica, Iquique, Antofagasta y La Serena no superan el 2% de participación ciclista. En contraste, ciudades del centro-sur como Chillán, Linares, Parral o San Fernando —donde la bicicleta ha estado tradicionalmente integrada a la vida cotidiana, especialmente por su vínculo rural— muestran porcentajes del 11% al 12%. Es un contraste que, según Mora, responde menos a infraestructura y más a factores culturales.

Actualmente, la infraestructura ciclista a nivel nacional suma 1.225 kilómetros, con planes de expansión que agregarían otros 1.661 kilómetros. Esto significaría un aumento del 136% en las comunas priorizadas por el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, que además creó una unidad específica de movilidad activa. Sin embargo, la distribución de ciclovías sigue siendo desigual: las comunas de mayores ingresos en Santiago; Providencia, Ñuñoa, Las Condes, concentran la mayoría de las obras de calidad, mientras que los sectores periféricos, donde muchas veces se requiere con urgencia una alternativa de transporte digna y económica, están rezagados.

El Gobierno Regional Metropolitano ha anunciado un plan ambicioso para Santiago: 820 kilómetros nuevos de ciclovías que podrían cambiar por completo la forma en que la ciudad se mueve. No obstante, en el resto del país, la iniciativa sigue dependiendo del empuje individual de alcaldes y gobiernos locales, lo que impide una política verdaderamente nacional de movilidad activa.

Rodrigo Mora sostiene que el país necesita pasar a una nueva etapa: ya no basta con trazar líneas de pintura en las calles. Es momento de crear entornos que hagan del ciclismo una opción segura, cómoda y viable para más personas. Esto implica políticas públicas como subsidios para la compra de bicicletas eléctricas, sistemas de estacionamientos seguros en espacios laborales, educativos y de transporte público, y medidas que promuevan la intermodalidad, es decir, combinar bici con metro, bus o tren.

El auge del BMX y el freestyle en Chile también merece mención. Aunque muchas veces invisibilizado, el BMX ha encontrado en espacios urbanos como plazas, skateparks y calles una forma de expresión y movilidad entre jóvenes. Eventos como los nacionales de freestyle BMX o la reciente inclusión del deporte en los Juegos Panamericanos han visibilizado la disciplina, empujando a municipios como Maipú, La Florida y Rancagua a invertir en infraestructura específica. No es solo deporte: es cultura urbana, es apropiación del espacio público, es resistencia y comunidad. Y es parte de una transformación más amplia hacia un Chile que se mueve distinto.

Este impulso ciclista puede ser también una respuesta ciudadana ante el colapso del transporte público y la saturación de las autopistas urbanas. Pedalear, entonces, ya no es sólo una elección ecológica o económica: es también un acto político.