Medio Ambiente

Científicos chilenos y europeos buscan el pasado climático del desierto más árido del mundo

Por siglos, el desierto de Atacama ha sido un símbolo de extremos: un paisaje donde la vida resiste lo imposible y donde la sequedad parece eterna. Pero la historia geológica cuenta otra versión. Este territorio, considerado el desierto cálido más árido del planeta, no siempre fue tan seco. Su pasado está marcado por ciclos de humedad y aridez que aún intrigan a la ciencia. Hoy, un grupo internacional de investigadores busca descifrar esas huellas ocultas bajo el mar, en una misión científica sin precedentes que podría cambiar lo que sabemos sobre el clima del norte de Chile.

La expedición ‘Sonne’ —a bordo de uno de los buques de investigación oceanográfica más modernos del mundo— zarpó con un objetivo ambicioso: entender cómo las corrientes del Pacífico, especialmente la corriente de Humboldt, influyeron en los cambios climáticos que moldearon al desierto de Atacama durante millones de años. En otras palabras, la misión busca conectar el pulso del océano con la respiración del desierto.

El Dr. Cyrus Karas, académico del Departamento de Ingeniería Geoespacial y Ambiental de la Universidad de Santiago, forma parte del equipo de científicos que participan en esta travesía. “Vamos a reconstruir las corrientes y temperaturas de la columna de agua, desde la superficie hasta el mar profundo; un lugar interesante donde podemos rastrear los cambios climáticos en el desierto es, por ejemplo, el mar donde desemboca el río Loa. Esto es porque los sedimentos transportados al océano por este río dependen de la precipitación en el continente”, explicó el investigador.

El plan de trabajo incluye la recuperación de núcleos de sedimentos desde el fondo marino, verdaderos archivos naturales que registran la historia climática del planeta. Cada capa de sedimento funciona como una página de un libro, acumulando información sobre lluvias, temperaturas y procesos ambientales que ocurrieron hace miles o incluso millones de años. Antes de extraerlos, los investigadores deben mapear con precisión el fondo marino mediante tecnología hidroacústica para localizar los puntos más prometedores. “La recuperación puede incluir tubos cortos, de menos de un metro, hasta núcleos de varios metros. Luego abriremos estos núcleos y describiremos la sedimentología y tomaremos muestras para análisis geoquímicos posteriores”, detalló Karas.

El equipo está compuesto por especialistas en geología, microbiología, micropaleontología y oceanografía, provenientes de Chile, Alemania, Estados Unidos y Reino Unido. En total, el buque Sonne cuenta con 17 laboratorios y una tripulación científica de hasta 40 personas. La coordinación principal está a cargo del Instituto Alfred Wegener, Centro Helmholtz de Investigación Polar y Marina (AWI), junto a la Universidad de Colonia, que lidera la jefatura científica de la expedición. El propio Karas subraya el valor del trabajo colaborativo: “El tiempo en el barco es muy caro y tiene que ser utilizado eficazmente. No se trata de una investigación individual, sino de un esfuerzo colectivo que une distintas disciplinas”.

Más allá del aspecto técnico, la relevancia de esta investigación es profundamente contemporánea. Comprender los mecanismos que impulsaron los cambios climáticos del pasado en el norte de Chile puede ofrecer pistas cruciales sobre el presente del calentamiento global. En un contexto donde los patrones meteorológicos se vuelven cada vez más erráticos, descifrar la relación entre el mar y el desierto es una manera de leer el futuro.

El Sonne no solo transporta instrumentos y científicos, sino también la esperanza de entender cómo la historia natural del Atacama puede ayudar a anticipar las transformaciones que ya enfrenta el planeta. La ciencia, en este caso, no busca solo conocimiento: busca memoria.

El plan para repoblar con guanacos la cordillera central de Chile

En un movimiento que busca reescribir la relación entre Santiago y su cordillera, dieciséis guanacos fueron trasladados desde el fundo El Trapiche, en Longotoma, hacia tres santuarios de la naturaleza en la Región Metropolitana. El operativo marca el inicio de un proceso inédito en Chile: repoblar la cordillera con esta especie icónica mediante centros de reproducción que, en el mediano plazo, permitirán liberar a los animales en su ecosistema original.

Este proyecto piloto, que une a instituciones públicas, privadas y académicas, se enmarca en el concepto de rewilding, un enfoque de conservación que propone restaurar ecosistemas con acciones activas. El objetivo es múltiple: recuperar poblaciones silvestres de guanacos, revitalizar los frágiles ecosistemas altoandinos, impulsar el turismo de naturaleza, promover investigación científica y enfrentar amenazas históricas para la especie. La apuesta no es menor, considerando que el guanaco, el mayor mamífero terrestre de Chile, hoy representa poco más del 5% de su población precolombina.

“El guanaco cumple un rol fundamental en la dinámica de los ecosistemas altoandinos. Su presencia no solo aporta a la biodiversidad, sino también ayuda a mantener vegas, praderas y humedales, ecosistemas frágiles que dependen de su presencia. Este esfuerzo marca un hito para recuperar la función ecológica de una especie clave en la zona central de Chile”, señaló Benito A. González, académico de la Universidad de Chile y director del proyecto GORE.

Los animales, donados por la empresa Sopraval tras el cierre de un plan de manejo iniciado en 2007, se convierten en el núcleo fundador de un ambicioso programa de conservación a largo plazo. Según Cristián Saucedo, director de Vida Silvestre de Fundación Rewilding Chile, “estos 16 guanacos serán parte del núcleo fundador de un programa de conservación a largo plazo. Nuestro objetivo es que, en el mediano plazo, puedan volver a ocupar y utilizar áreas desde donde desaparecieron, así como los corredores naturales que unen la cordillera central de Chile con áreas protegidas argentinas colindantes con la RM”.

Los santuarios que reciben a estos guanacos —San Francisco de Lagunillas, Cascada de las Ánimas y El Plomo— cumplen un rol estratégico al estar insertos en un territorio continuo de casi 200 mil hectáreas. Se trata de un corredor binacional que conecta la Región Metropolitana con reservas argentinas como el Volcán Tupungato y la Laguna del Diamante, un espacio clave para especies migratorias y emblemáticas como el puma y el cóndor. “Este es un paso decisivo para evitar la extinción local del guanaco en la zona central”, afirmó Sara Larraín, presidenta de la Red de Santuarios de la Región Metropolitana.

Para lograrlo, los centros de reproducción cuentan con instalaciones adaptadas a la especie: cierres perimetrales, áreas de resguardo, bodegas, vigilancia mediante cámaras y cuidadores especializados. La idea es preparar a los guanacos para su reinserción en hábitats dentro de su rango histórico, donde puedan desarrollar habilidades sociales y conductuales necesarias para sobrevivir en la naturaleza.

Este plan se sostiene en una red de colaboración inédita. La Universidad de Chile, Fundación Rewilding Chile, la Red de Santuarios de la Región Metropolitana y el Gobierno Regional trabajan junto a Conaf, el Ministerio de Medio Ambiente, el SAG, municipios y cámaras de turismo para consolidar un modelo de conservación que busca ser replicable. Más allá de la ciencia y la gestión territorial, la llegada de estos guanacos representa un acto simbólico: recuperar un pedazo de la memoria natural de la cordillera y devolverle su rol como escenario vivo, no solo como telón de fondo de la ciudad.

De vertederos ilegales a circuitos circulares la transformación que busca la moda chilena

Cada año, en Chile se botan más de 572 mil toneladas de ropa y textiles. Esa cifra equivale al 7% de los residuos sólidos urbanos per cápita y gran parte termina en lugares donde no debería estar: vertederos ilegales o directamente en el desierto de Atacama, transformado en un “cementerio de ropa usada” que dio la vuelta al mundo como postal del consumo desbordado. Entre montañas de jeans, vestidos de fast fashion y camisetas plásticas, el norte del país se volvió un espejo incómodo de lo que cuesta sostener la cultura del usar y botar.

El Ministerio del Medio Ambiente decidió intervenir con la Estrategia Nacional de Economía Circular para Textiles al 2040, un plan que busca rediseñar la manera en que producimos, compramos, desechamos y reciclamos ropa. El documento fija cuatro metas: reducir el sobreconsumo, crear empleos formales ligados a la circularidad, aumentar la valorización de los residuos textiles y, quizá lo más urgente, erradicar los vertederos ilegales que crecen al margen de la ley.

“Esta estrategia es una invitación a dejar atrás la lógica de ‘usar y botar’ y avanzar hacia un modelo en que los materiales se aprovechen el mayor tiempo posible, reduciendo impactos ambientales y generando nuevas oportunidades para las personas”, explicó el ministro (s) de Medio Ambiente, Maximiliano Proaño. La idea no se queda en un discurso general: hay 18 iniciativas y 47 acciones concretas en áreas como Cultura Circular, Regulación Circular e Innovación Circular que deberían empujar un cambio profundo.

El diagnóstico es brutal. Chile no solo alberga el vertedero textil más grande del planeta, también lidera en Latinoamérica la importación de ropa usada. La ONU reportó que en 2021 fue el cuarto importador mundial de este tipo de prendas y el Banco Central contabilizó 131.574 toneladas ingresadas en 2022. Eso, sumado a una curva de consumo que crece sin pausa, con un salto de 13 a 50 prendas nuevas compradas al año por persona entre 2015 y 2020, refleja una adicción al textil barato y desechable.

Lorena Ramírez, jefa del Laboratorio de Investigación y Control de Calidad de Cueros y Textiles (LICTEX) de la Universidad de Santiago, lo resume sin adornos: “Toda la industria textil en sí contamina de diferente manera, desde que se fabrica, se produce, se procesan las materias hasta obtener las prendas. En estos procesos se produce contaminación del agua, de la vida marina, emisiones de gases, generación de grandes cantidades de desechos, entre otros, la mayor diferencia radica en el post consumo ya que al desechar las prendas sintéticas permanecerán en el planeta por lo menos 200 años ya que no son biodegradables”.

La estrategia busca darle vuelta a esta realidad incentivando que las empresas fabriquen ropa más duradera, con materiales menos tóxicos, que se fomente la reparación y que se abran más espacios para la recolección y el reciclaje. Además, pone en el centro la industria de segunda mano, hoy en pleno boom, como un aliado clave para bajar la presión sobre la cadena de producción. En paralelo, expertos llaman a que el cambio cultural venga también desde los consumidores: no basta con comprar “verde” o “eco”, sino consumir menos y con más conciencia. “Un consumo razonable es consciente, reflexivo, donde hay una necesidad real… en cambio el sobreconsumo suele ser una compra impulsiva, acumulativa, sin preocupación”, explicó Ramírez.

La apuesta es ambiciosa y a largo plazo. El desafío será lograr que el discurso no quede en buenas intenciones y que las toneladas de ropa que hoy se acumulan en el desierto dejen de ser el símbolo más gráfico de una industria que, mientras alimenta closets, también devora territorios.

La apuesta chilena por un sistema integral de salud para los humedales

Los humedales, al igual que los bosques, son considerados pulmones vitales del planeta. Su capacidad para capturar dióxido de carbono, liberar oxígeno, suministrar agua potable y albergar el 40% de las especies terrestres y marinas los convierte en ecosistemas esenciales. Sin embargo, en Chile —donde representan cerca del 5,9% del territorio— enfrentan un futuro incierto. En el último siglo, alrededor del 60% de estos espacios han desaparecido debido al impacto humano, la contaminación y la crisis climática.

Conscientes de esta urgencia, la Universidad de Santiago de Chile impulsa el proyecto Fondef “Investigación y desarrollo de ECO-H”, un módulo de diagnóstico, predicción y visualización en tiempo real de la salud integral de los humedales. Liderado por el Dr. Juan Carlos Travieso, investigador de la Facultad Tecnológica, el plan busca innovar en el monitoreo y generar una herramienta capaz de entregar información útil para la conservación. “Lo que buscaremos desarrollar es una plataforma tecnológica para conocer el estado actual de los humedales, predecir la tendencia futura y generar recomendaciones para su conservación o recuperación”, explica el académico.

La propuesta combina imágenes satelitales históricas, datos ambientales y algoritmos avanzados para realizar diagnósticos ágiles, predicciones confiables y alertas tempranas. Según Travieso, uno de los principales problemas de los sistemas actuales es que los datos recolectados no se convierten en conocimiento práctico. “Actualmente, se realizan estudios ecosistémicos en el contexto de litigios con mineras, empresas o comunidades, y se requieren paneles de expertos que pueden demorar entre tres y seis meses en emitir un informe. En cambio, con esta tecnología queremos entregar diagnósticos ágiles y predictivos, con capacidad de alertar de manera temprana sobre cambios en los ecosistemas”, señala.

El proyecto, que se extenderá por dos años, cuenta con la colaboración de Andes Electrónica, especialista en monitoreo tecnológico, y la Fundación Valle Lo Aguirre, administradora de la Laguna Carén, donde se realizará el piloto inicial. También recibe el respaldo de la Vicerrectoría de Investigación, Innovación y Creación de la Usach, a través del programa Puente DGT. El prototipo se instalará en Laguna Carén, reconocida por su biodiversidad de aves, y se espera escalarlo a nivel nacional, con la ambición de expandirlo a ecosistemas internacionales en una etapa posterior.

Más allá del inventario de humedales ya existente en Chile, ECO-H busca avanzar hacia un sistema integral que permita evaluar la salud de estos espacios, anticipar escenarios críticos y recomendar medidas de restauración o conservación. Con ello, el país podría contar con una herramienta tecnológica única en la región para enfrentar la crisis hídrica y ambiental, transformando la forma en que se protege y gestiona uno de los ecosistemas más valiosos y amenazados del planeta.

Investigadores chilenos documentan nuevas dinámicas en cuencas de montaña

El ciclo del agua en Chile central enfrenta transformaciones profundas a raíz del cambio climático. Variaciones mínimas de temperatura han comenzado a modificar los patrones históricos de precipitación, alterando la cantidad de agua que circula en las cuencas y la concentración de minerales disueltos. Esto afecta de manera directa la calidad de los recursos hídricos que abastecen a los valles donde vive más de la mitad de la población del país.

Un estudio liderado por el Dr. Marcos Macchioli, investigador post-doctoral del Departamento de Geología de la Universidad de Chile, se adentró en la generación y transporte de solutos en las cuencas del Mapocho y del Maipo, ambas sin actividad minera directa pero fundamentales para el suministro de agua de la Región Metropolitana. “Estos comportamientos están muy ligados al tipo de roca, ya que no todas se disuelven por igual. Las del Maipo Alto, por ejemplo, se disuelven mucho más fácilmente”, explicó el especialista, tras documentar cómo las diferencias en la geología de cada cuenca determinan patrones contrastantes en la composición del agua.

En el Maipo Alto, dominado por rocas carbonatadas-evaporíticas, la concentración de elementos químicos disminuye a medida que aumenta el caudal, salvo en el Cajón de las Melosas, donde ocurre lo contrario. El Mapocho Alto, con predominio de rocas volcánicas-silícicas, presenta en cambio patrones de quimiostasis, es decir, solutos que se mantienen constantes incluso con el incremento del caudal, fenómeno también observado en el río Yeso. Estas diferencias, descritas por primera vez en la literatura especializada, amplían la comprensión sobre la relación entre agua y roca en un territorio crítico para la seguridad hídrica nacional.

El propio estudio subraya la urgencia de estos hallazgos. “Comprender el comportamiento de los solutos es crucial para mejorar las evaluaciones de la calidad del agua y las líneas de base geoquímicas, especialmente en una zona tan densamente poblada, que actualmente sufre escasez de agua debido a la sobreexplotación y a un escenario de sequía decenal”, señala textualmente la publicación. Esta perspectiva cobra relevancia en un contexto donde la presión sobre los recursos hídricos exige políticas más informadas y precisas.

El trabajo de Macchioli se suma al de otros investigadores de la Universidad de Chile que exploran el ciclo del agua en la llamada Zona Crítica, la capa superficial de la Tierra que sustenta la vida. La Dra. Alida Pérez-Fodich investiga la generación de solutos en cuencas volcánicas del sur; el Dr. Matías Taucare ha descrito drenajes ácidos naturales en la cordillera; y estudiantes de doctorado guiados por la Dra. Linda Daniele estudian la calidad del agua en acuíferos de la Araucanía. En conjunto, estas investigaciones contribuyen a una visión interdisciplinaria que busca fortalecer las bases científicas para la gestión hídrica en Chile.

Respaldado por el proyecto Fondecyt de postdoctorado n°3220318, este esfuerzo se proyecta más allá del ámbito académico. “Este conjunto de datos puede ser utilizado por los responsables de políticas, gobiernos regionales y otros tomadores de decisiones de asuntos públicos de Chile Central, que se ocupan de la gestión de los recursos hídricos”, sostiene el paper, dejando claro que la ciencia busca incidir en las decisiones que marcarán el futuro del agua en el país.

La liebre europea rompe fronteras y llega a Atacama

Aunque para muchos resulta común ver liebres y conejos en distintos rincones de Chile, pocos saben que ninguno de los dos animales es nativo. Ambos fueron introducidos hace más de un siglo y, desde entonces, su expansión ha sido imparable. Un reciente estudio liderado por el investigador Gabriel Lobos, del Centro de Estudios de Vida Silvestre de la Universidad de Chile, confirma que la liebre europea (Lepus europaeus) ya rompió la barrera natural que hasta ahora la había mantenido limitada a Copiapó y alcanzó el extremo norte, colonizando incluso ambientes extremos como el Desierto de Atacama y el altiplano andino.

Lo preocupante no es solo la llegada, sino el impacto que este animal invasor podría tener en ecosistemas donde cada planta y especie endémica cumple un rol irremplazable. A diferencia del sur de Chile, donde ya se sabe que liebres y conejos compiten directamente con la ganadería ovina, en el norte la amenaza está dirigida a la vegetación escasa y altamente frágil, así como a especies en peligro crítico como las chinchillas de cola corta y de cola larga. La expansión de la liebre altera la composición de la flora, aumenta la competencia con herbívoros nativos y pone en jaque la supervivencia de animales cuya existencia depende de un delicado equilibrio en zonas áridas.

El estudio también advierte que las liebres se asocian estrechamente a los canales de regadío, lo que las convierte en un riesgo no solo para la biodiversidad, sino también para la agricultura del norte de Chile. Regiones como las cuencas de los ríos Loa, Copiapó, Azapa o Tana ya muestran señales de invasión, y con ellas la posibilidad de pérdidas económicas para agricultores locales. La experiencia histórica con conejos demuestra que, si no se toman medidas preventivas, los efectos pueden ser difíciles de revertir.

Pero la liebre también ha comenzado a integrarse a la cadena trófica local. Investigaciones muestran que carnívoros como el zorro culpeo y el puma han modificado su dieta para incorporar a esta presa abundante, compensando la disminución de especies nativas producto del cambio climático, la sequía y la pérdida de hábitat. Aun así, Lobos advierte que eliminar completamente a la liebre podría generar un efecto dominó en los depredadores que hoy dependen de ella, lo que hace aún más complejo cualquier plan de erradicación.

El desafío, por ahora, está en el monitoreo y en la evaluación constante de su impacto real. Aunque la caza ha sido hasta ahora la principal medida de control, no existen estrategias masivas de manejo como las que se aplican con los conejos. Mientras tanto, la presencia creciente de la liebre europea en zonas extremas del país abre un debate urgente sobre cómo proteger la flora, los herbívoros endémicos y la agricultura del norte sin desestabilizar a los depredadores que ya han aprendido a convivir con esta especie invasora.

La raya diamante amplía su presencia en las aguas chilenas

Una especie marina hasta ahora casi desconocida en Chile, la raya diamante (Hypanus dipterurus), ha sido confirmada como residente estable en la bahía de Arica, sumando un importante aporte al conocimiento de la biodiversidad marina nacional. Liderado por un equipo internacional con participación de investigadores de la Universidad de Chile, el estudio que da cuenta de esta presencia fue publicado en la revista Journal of Fish Biology, y marca un avance significativo en la comprensión de la fauna marina chilena.

La investigación partió en plena pandemia con una metodología innovadora: rastrear fotografías publicadas por pescadores recreativos en redes sociales, las que revelaron la existencia constante de esta raya en aguas del norte chileno y también en el sur de Perú. Aunque se habían reportado ejemplares aislados en Antofagasta en los años 80, esta nueva evidencia apunta a una población estable y posiblemente permanente en la zona.

Los científicos aplicaron además modelos de distribución que combinaron datos georreferenciados con variables oceanográficas como temperatura y salinidad, lo que no solo confirmó su presencia en el norte, sino que proyecta posibles poblaciones desconectadas hacia el centro-sur del país. Esta expansión podría estar relacionada con el calentamiento global y eventos climáticos como El Niño, fenómeno que ha impulsado el desplazamiento de diversas especies hacia latitudes más australes.

Considerada “Vulnerable” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la raya diamante enfrenta riesgos propios de su biología, como lento crecimiento y baja fecundidad, sumados a la presión pesquera. En Chile, a diferencia de otras especies de raya, no existen aún medidas específicas de manejo ni protección legal, lo que genera incertidumbre sobre su real estado poblacional y sobre la cantidad extraída en actividades pesqueras.

Los investigadores destacan que la colaboración con las comunidades pesqueras es fundamental para avanzar en la conservación. Más que imponer restricciones, se trata de construir un diálogo que integre el conocimiento local y permita la autorregulación de las capturas, asegurando así la protección de esta especie y del ecosistema marino en general.

Respecto al riesgo para humanos, la raya diamante, aunque posee un aguijón para defensa, no representa una amenaza activa. Los incidentes ocurren por provocaciones o accidentes, como el conocido caso del fallecimiento del “cazador de cocodrilos” Steve Irwin. En su comportamiento natural, esta raya es esquiva y se alimenta de pequeños peces e invertebrados, evitando el contacto con personas.

Los científicos llaman a actualizar los listados oficiales de fauna marina chilena y a implementar urgentemente medidas de manejo para especies vulnerables como esta raya. También valoran el papel que las redes sociales han jugado en facilitar el acceso a datos que de otro modo serían inaccesibles, demostrando que la ciencia colaborativa y en red puede aportar grandes avances.

El estudio fue dirigido por Diego Almendras y contó con un amplio equipo multidisciplinario y transnacional, que refleja cómo la investigación marina requiere un enfoque colaborativo para descubrir y proteger las muchas especies aún poco conocidas que habitan el océano Pacífico.

Pueblos indígenas, guardianes de la biodiversidad y la alimentación

En América Latina y el Caribe, más de 54 millones de personas indígenas aportan una riqueza cultural, alimentaria y espiritual que moldea la identidad de la región. Su vínculo con la tierra, los bosques, los ríos y los mares no solo preserva tradiciones milenarias, sino que también resguarda conocimientos fundamentales para afrontar retos urgentes como la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la transformación de los sistemas agroalimentarios hacia modelos más sostenibles y resilientes.

Pese a su papel esencial, muchas comunidades indígenas viven en condiciones de pobreza, sufren mayores índices de malnutrición y desnutrición, y enfrentan amenazas constantes derivadas de modelos de desarrollo que ponen en riesgo sus territorios, su cultura y su cosmovisión. En medio de crisis ambientales y alimentarias, su resistencia y capacidad de adaptación se vuelven un ejemplo y una lección para el resto del mundo.

Este 9 de agosto, con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, la FAO los reconoce como aliados estratégicos en la construcción de un planeta más equilibrado. Sus sistemas alimentarios, basados en la diversidad, el respeto y la reciprocidad con la naturaleza, han nutrido a generaciones y siguen ofreciendo respuestas innovadoras para los desafíos globales.

A través de cuatro historias de vida compartidas por comunidades de la región, la FAO mostrará cómo estos pueblos trabajan para mantener su conexión con la tierra, proteger sus saberes ancestrales y fortalecer su resiliencia. Es un recordatorio de que la sostenibilidad no puede entenderse sin su participación y de que su voz es crucial en la conversación sobre el futuro de la alimentación y el medio ambiente.

Cómo sobreviven los animales al invierno chileno en un país marcado por el cambio climático

En un país de extremos como Chile, donde el desierto, la cordillera, el altiplano y la Patagonia conviven en un mismo territorio, los animales enfrentan un desafío constante: adaptarse a climas que cambian drásticamente entre estaciones y que, con el avance del cambio climático, se vuelven cada vez más impredecibles. El frío, la sequía, las lluvias intensas y los vientos despiadados son parte del paisaje, y tanto los animales silvestres como los domésticos deben desarrollar estrategias fisiológicas —y contar con ayuda humana— para resistir.

Los camélidos sudamericanos, como llamas, alpacas, guanacos y vicuñas, son un ejemplo de adaptación extrema. Según el Dr. Luis Raggi, académico de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias (Favet) de la Universidad de Chile, su pelaje denso y medulado funciona como un aislante térmico frente al frío y al calor. Además, su sistema fisiológico permite una termorregulación inusual: pueden soportar temperaturas que varían desde -10 °C en la noche hasta sobre 20 °C en el día. Adaptaciones como sus cojinetes plantares o la forma particular de sus glóbulos rojos los hacen ideales para sobrevivir en el Altiplano o la Patagonia, zonas donde otros mamíferos fracasarían.

En el caso de los rumiantes domésticos, como las vacas, también se produce un cambio de pelaje en invierno, además de una acumulación de grasa subcutánea que sirve como aislante. Para el Dr. Nelson Vera, también académico de Favet, la preparación nutricional es clave: asegurar una dieta rica en energía durante el otoño permite que los animales lleguen con reservas al invierno. Durante olas de frío, se recomienda proporcionar refugio, agua limpia y alimentación suplementada para evitar problemas respiratorios, digestivos o hipotermia, especialmente en animales jóvenes como terneros.

Los animales de compañía también requieren cuidados especiales, aunque no siempre significa vestirlos. La Dra. Sonia Anticevic explica que perros con pelo largo no necesitan abrigos adicionales y que el sobreabrigo puede dañar el pelaje o facilitar la acumulación de residuos que afectan su piel. En cambio, el foco debe estar en proporcionarles un entorno térmico estable y protegido, lejos de corrientes de aire o suelos fríos. Espacios como logias, casas de perro con aislamiento o simplemente permitir el ingreso al hogar son medidas efectivas que previenen enfermedades como la traqueobronquitis viral (conocida como tos de las perreras) o la intensificación de dolencias osteoarticulares en mascotas con enfermedades crónicas.

El cambio climático y la intervención humana han aumentado los riesgos para muchas especies nativas. El Dr. Raggi advierte que actividades como la construcción de caminos, la expansión minera o la introducción de especies competidoras como las ovejas, afectan la disponibilidad de pastos y alteran el delicado equilibrio ecológico donde habitan los camélidos. Cuando estas especies son trasladadas a otras zonas, sus adaptaciones pueden sostenerlas, pero se requiere una vigilancia mucho más estricta de las condiciones ambientales y nutricionales.

En ambientes rurales, el frío también puede limitar el acceso al forraje y al agua, reduciendo la ingesta alimentaria justo cuando el gasto calórico se incrementa. El Dr. Vera recomienda ofrecer forrajes de alta digestibilidad y suplementos concentrados para compensar el déficit energético. El sistema digestivo de los camélidos vuelve a destacar: su retículo-rumen tiene glándulas que mantienen un pH menos ácido, lo que favorece una microflora fermentativa capaz de digerir vegetación fibrosa y de bajo valor nutricional, algo que no ocurre en otros rumiantes.

Frente a un clima cada vez más desafiante, el conocimiento ancestral y científico sobre la adaptación animal se vuelve esencial para garantizar el bienestar de todas las especies que cohabitan el territorio chileno. La capacidad de adaptación no es infinita, y el rol humano en su protección es hoy más urgente que nunca.

Juan Fernández como laboratorio de sustentabilidad

En un país que genera casi un millón de toneladas de plástico al año pero recicla solo el 8,5 %, la Universidad de Santiago de Chile se suma a una iniciativa que busca cambiar el rumbo desde uno de los territorios más aislados del país. Se trata del proyecto “Juan Fernández Circular”, liderado por la entidad CircularTec, que tiene como objetivo transformar residuos plásticos del archipiélago en objetos útiles para su comunidad, apostando por una economía circular real y aplicada.

La propuesta técnica está encabezada por el Dr. Alexandre Carbonnel, desde el Laboratorio de Exploración de Materiales Arquitectónicos Ambientales (LEMAA) de la Usach, en colaboración con un equipo multidisciplinario de diseño industrial, ingeniería y arquitectura. El enfoque es claro: reducir la acumulación de plásticos en las islas mediante la reconversión de estos desechos en productos funcionales de fabricación local, utilizando tecnología de inyección desarrollada en conjunto con Reciklast.

Durante la primera etapa, CircularTec realizó un levantamiento territorial que permitió identificar tanto los tipos de plásticos predominantes como las necesidades de la comunidad insular. A partir de esos datos, el equipo de LEMAA analizó las propiedades físicas de los materiales y definió que el polipropileno N°5 —común en tapas y envases— era el más idóneo para ser reutilizado.

Como resultado de este trabajo, se desarrollaron dos prototipos: una abrazadera para tuberías y un señuelo de pesca, los cuales serán fabricados con una máquina inyectora mecánica construida por Reciklast, tecnología que podría implementarse permanentemente en el archipiélago si el proyecto avanza a su siguiente fase.

“Un manejo eficiente de estos residuos puede no solo reducir el impacto ecológico, sino también convertir a Juan Fernández en un modelo nacional de sustentabilidad”, aseguró el Dr. Carbonnel, proyectando el impacto futuro de la iniciativa más allá de las costas insulares.