En un país donde miles de personas viven con daño corneal severo sin opciones terapéuticas reales, un proyecto científico chileno comienza a reescribir ese destino. La Universidad de Santiago de Chile, a través de su Facultad de Ciencias Médicas, junto al Centro de Nanociencia y Nanotecnología CEDENNA, está liderando un avance inédito: el cultivo en laboratorio de células totipotenciales y pluripotenciales del limbo corneal capaces de regenerar la superficie del ojo. Es una apuesta que cruza ciencia de frontera, innovación pública y cooperación clínica, respaldada por financiamiento de CORFO y articulada por un ecosistema que rara vez coincide con esta profundidad.
En Chile, más de 6.000 personas conviven con insuficiencia limbar corneal bilateral, una patología que destruye la capacidad del ojo de renovar su superficie. Las consecuencias son dolor constante, fotofobia extrema y pérdida progresiva de la visión. Actualmente, los tratamientos disponibles solo alivian síntomas, pero no reparan el daño. Por eso, el proyecto no solo representa un avance científico, sino un gesto concreto hacia una deuda histórica en salud visual: ofrecer una terapia con potencial real de reversión.
El corazón tecnológico de la iniciativa está en el laboratorio biomédico de CEDENNA, donde se han implementado las condiciones necesarias para cultivar y diferenciar células del limbo corneal. La idea es replicar su proceso natural de renovación para luego implantarlas en pacientes con daño severo. Si la técnica resulta exitosa, estas células podrían restablecer la capa epitelial de la córnea y devolver funcionalidad visual a personas que hoy no tienen alternativa terapéutica. Se trata de una propuesta que integra biología celular avanzada, nanotecnología aplicada y experiencia clínica de manera coordinada, algo inédito en el país.
El proyecto está liderado por el Dr. Osvaldo Berger (USACH) y la Dra. Patricia Díaz (CEDENNA), quienes han logrado unir capacidades científicas y médicas que tradicionalmente han trabajado en paralelo. La colaboración con la Clínica Pasteur y Fundación Córnea Chile asegura el puente con pacientes y con los escenarios reales donde esta tecnología deberá demostrar resultados. La participación de estas instituciones también refuerza el carácter aplicado del proyecto, una dimensión clave para que la innovación salga del laboratorio y llegue efectivamente a quienes la necesitan.
El financiamiento recibido a través del programa “Crea y Valida” de CORFO consolida este esfuerzo como un ejemplo de cómo la inversión pública puede activar ecosistemas de salud avanzada. Hoy el proyecto se encuentra en fase de estandarización de cultivos, un proceso exigente que definirá la seguridad y eficacia de la terapia. Si los plazos se cumplen, las primeras aplicaciones clínicas podrían comenzar el próximo año, una proyección que sitúa a Chile en un escenario que hace muy poco tiempo parecía irreal: producir terapias celulares de manera autónoma y con estándares internacionales.
De concretarse, esta será la primera terapia celular corneal desarrollada íntegramente en Chile. Su impacto no solo sería clínico, sino estructural: permitiría al país fortalecer su capacidad para producir biomedicina de alto nivel y sentar bases para futuras terapias regenerativas. Estamos ante un proyecto que mezcla rigor científico, visión de futuro y un profundo sentido social. Un recordatorio de que la innovación también puede ser un camino directo hacia una vida más digna para miles de personas.