El llamado “rap de Matthei” apareció como un golpe de efecto en medio de una campaña presidencial que ya venía cargada de gestos hacia la cultura digital. Con versos como “No soy Kast, no soy Jara, soy Evelyn mirando pa’ delante”, la candidata de Chile Vamos entró de lleno al terreno de los virales, acumulando más de un millón de reproducciones en Instagram y superando el medio millón en Facebook. La jugada no solo generó memes, críticas y debates encendidos, sino que instaló una pregunta inevitable: ¿hasta dónde llega la influencia real de las redes sociales en una elección?
La respuesta, al menos en el mapa político chileno de 2025, es compleja. Jeannette Jara apuesta por un tono de cercanía, José Antonio Kast insiste en cápsulas breves y efectivas, y los ocho candidatos despliegan omnipresencia digital en Instagram, TikTok y YouTube. Este ecosistema les permite hablar en un lenguaje adaptado al flujo cultural de la pantalla: clips cortos, estética callejera, storytelling emocional y una intensidad que se filtra directo al feed del votante. Pero la pregunta de fondo es si ese impacto se traduce en algo más que reproducciones. Juan Francisco Ugarte, académico del Departamento de Publicidad e Imagen de la Universidad de Santiago, sostiene que sí. “Esto facilita la micro-segmentación de mensajes y la creación de comunidades de apoyo, que pueden ser cruciales para la movilización en días de elección”, señaló a Diario Usach, subrayando que las redes permiten saltarse intermediarios y establecer una comunicación directa.
Sin embargo, ese acceso sin filtros también trae riesgos. Ugarte advierte que las plataformas “pueden ser caldo de cultivo para la desinformación (‘fake news’) y la polarización, afectando la calidad del debate”. En un país donde la tensión política es combustible disponible en cada scroll, el equilibrio entre visibilidad y responsabilidad se vuelve delicado. La velocidad con que se replican los contenidos supera cualquier capacidad editorial, y en esa zona gris es donde las campañas pueden ganar tracción o cometer errores costosos.
El modelo del alcalde neoyorquino Zohran Mamdani —híbrido entre redes hiperactivas y terreno cara a cara— también entra en la ecuación. Su estética urbana y sus mensajes claros sobre vivienda, cuidados y costo de vida demuestran que lo digital es importante, pero no suficiente. Ugarte lo resume de forma precisa: “Los tipos de mensajes que logran viralidad suelen ser aquellos que son simples, fáciles de compartir y que abordan temas que generan una respuesta más emocional”. Pero en Chile, recuerda el académico, los medios tradicionales aún sostienen una parte relevante del electorado. La televisión abierta, la radio y la prensa siguen marcando presencia, especialmente en votantes mayores, conformando un ecosistema donde lo digital funciona como motor, no como territorio exclusivo.
La figura del “vecino digital” ilustra esta mutación. Mientras el puerta a puerta sigue siendo clave, las plataformas sociales permiten replicar esa intimidad a escala masiva. Ugarte explica que el mensaje del candidato puede aparecer directamente en el feed personalizado del votante, creando una sensación de proximidad sin necesidad de tocar una puerta física. Herramientas de segmentación permiten que un contenido sobre pensiones llegue a personas mayores, mientras que uno sobre el costo de la vida se dirija a millennials. “El mensaje A llega solo a la Audiencia A”, señala el experto, gracias a modelos de publicidad como Facebook Ads o Google Ads, que empujan la campaña hacia territorios hiperdefinidos y medibles.
Captar el voto joven, sin embargo, exige códigos específicos. Ugarte lo define como infotainment: contenido informativo pero entretenido, breve, visualmente atractivo y técnicamente bien producido. En un ecosistema donde la vida útil de un video puede ser de apenas horas, las campañas requieren equipos capaces de producir, editar y responder en tiempo real. Y hacia adelante, la tendencia es clara: “Las futuras elecciones serán inherentemente híbridas, donde la estrategia digital será el eje central que coordine el resto de las actividades”, sostiene el académico. La irrupción de la realidad aumentada, la IA generativa y el análisis de Big Data prometen volver las campañas más sofisticadas, más segmentadas y más competitivas, profundizando la idea de que la política, hoy más que nunca, se juega en muchas capas a la vez.
En ese escenario, el “rap de Matthei” no es simplemente una curiosidad viral. Es una señal del tipo de contienda que se está configurando en Chile: acelerada, emocional, digitalizada y cada vez más estratégica. Y aunque los votos aún se cuentan en urnas físicas, buena parte de la batalla se libra en la pantalla.