Una investigación desarrollada por miembros del Núcleo Milenio Cyclo, cuyo director es el investigador de la U. Austral Daniel Melnick, logró medir por primera vez en Chile, la velocidad de desplazamiento de la falla Liquiñe (en el continente), en la comuna de Panguipulli. Los resultados han permitido dilucidar que esta falla se desplaza a una velocidad de 18,8 milímetros al año, movimiento tildado como “rápido” por los investigadores, pero que no ha liberado energía en forma de terremoto, más bien, en un fenómeno llamado “reptación asísmica”.

“A escala nacional, esta es la falla más rápida que se ha estudiado. Por ejemplo, a modo de comparación, la falla San Ramón, en Santiago, se mueve a una velocidad de 0,1 milímetros por año, mientras que la megafalla que limita las placas de Nazca y Sudamericana, y que generó los terremotos gigantes como el de Valdivia 1960 y 27F el 2010, se mueve a 66 milímetros por año”, dijo Daniel Melnick, director de Cyclo y académico del Instituto Ciencias de la Tierra de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile (UACh), quien añadió que esta es la primera vez que se tiene una medición en una escala de miles de años y no de millones. “Esto es muy importante para establecer las implicancias sísmicas del desplazamiento”, acotó.

Para otro de los investigadores, Luis Astudillo-Sotomayor de la U. de Concepción, , “la relevancia de hacerlo a escala de miles de años, es que la recurrencia de terremotos que podrían ocurrir en este tipo de fallas, están en ese intervalo de tiempo. Por eso, estimar la velocidad a la que se mueve una falla, en esta ventana temporal, nos sirve para evaluar el potencial o posible amenaza que podrían presentar en el futuro para las zonas que están ubicadas alrededor de la falla”.

Los hallazgos de este estudio se detallan en la publicación “Fast Holocene slip and localized strain along the Liquiñe-Ofqui strike-slip fault system, Chile”, publicado en la revista Scientific Reports del grupo Nature, desarrollada por los miembros de Cyclo, Luis Astudillo-Sotomayor, Daniel Melnick, Joaquín Cortés-Aranda y Andrés Tassara; junto a Julius Jara-Muñoz y Manfred R. Strecker, ambos del Instituto de Geociencias de la Universidad de Potsdam, Alemania.

Esta investigación se centró en una traza o ramal de 30 km de largo del sistema de fallas Liquiñe-Ofqui, que va desde volcán Quetrupillán hasta el lago Pirehueico.

Pero ¿por qué ramal? Astudillo-Sotomayor detalla que el sistema Liquiñe-Ofqui es el más extenso de las corticales del país, pues va desde el Golfo de Penas, en Aysén; hasta el volcán Copahue, en Alto Biobío.

El investigador relató que “en el lugar donde estuvimos trabajando, el río Liquiñe está desplazado (…), tiene un quiebre más o menos ortogonal. Así, delineamos por donde pasaba la falla y, usando un escáner láser, se construyó la topografía del lugar, con la cual mapeamos el cañón del río, a ambos lados de la falla, para medirlo. De esa forma pudimos proyectar el canal hasta la falla y medimos la distancia entre esos dos puntos”, detalló, precisando que “la finalidad de todo esto, fue establecer si habían ocurrido desplazamientos antes del periodo que habíamos estimado”.

Tras estas mediciones, el equipo de científicos descubrió que “en ambos marcadores nos daban los mismos desplazamientos (…), lo que interpretamos como que todo el desplazamiento observado, eran prácticamente contemporáneos”.

¿Cómo determinaron que el desplazamiento ocurre desde el holoceno (últimos 11.700 años) y no desde un periodo anterior? Esto, dijo Astudillo-Sotomayor, fue determinado por las dataciones que hizo el equipo en base a la recolección de cenizas y carbones del sitio. “El carbón lo enviamos a un laboratorio, y con las cenizas analizamos la composición química del vidrio, que fue comparada con cenizas datadas en otras investigaciones relacionadas con erupciones del volcán Mocho-Choshuenco”, precisó.

Al ver todo lo que se ha desplazado el río Liquiñe, dividido por la cantidad de años, los investigadores determinaron que esa parte de la falla Liquiñe-Ofqui se ha movido, en los últimos 9 mil años, a una velocidad promedio de 18,8 mm al año. “Para todo el sistema de fallas, no habían tasas de deslizamiento a esta escala de tiempo”, dijo Astudillo-Sotomayor.

Otro aspecto interesante del que hace mención la publicación, es que “la ausencia de terremotos históricos a lo largo de la falla Liquiñe, sugiere un componente de deslizamiento asísmico”. Aquí, Astudillo-Sotomayor explica que no se puede hablar de un silencio sísmico, pues en la zona sí hay sismicidad. “De hecho este verano hubo temblores, en la falla Neltume, de 4,5 o 4,3 Mww. La sismicidad del lugar es de esas características, de magnitudes bajas, pero de baja profundidad, lo que genera sismos muy fuertes, y las consecuencias que tienen en la superficie son muy diferentes”, explicó.

Daniel Melnick, Director del Núcleo Milenio Cyclo e investigador de la U. Austral acotó que, si bien tales movimientos suelen tener magnitudes menores, comparados con los terremotos de la zona de subducción, igualmente pueden causar daños importantes al ser más superficiales. Así ocurrió en 2007, relató, con el temblor en esta falla de magnitud 6,2 que sacudió a Aysén y que generó deslizamientos de tierra que produjeron olas de hasta 6 metros. “Ello se podría haber evitado, pero hasta ese momento no se conocían estos eventos”, aseguró.

La “ausencia de terremotos”, agrega Astudillo-Sotomayor, se refiere a que “no hay registros de sismicidad histórica que se puedan interpretar como terremotos de magnitudes elevadas, porque por la tasa de deslizamiento que estimamos, sugiere que debería haber terremotos de magnitud 6 cada más o menos 25 años, y eso no ocurre. (…) Eso es otra fuente de evidencia que la falla no está liberando todo este deslizamiento en forma de terremotos, sino que lo hace, como sugerimos en el artículo, a través de un proceso de deslizamiento asísmico, o sea que la falla se mueve, pero no produce terremotos, en un fenómeno también llamado reptación asísmica”.

Pero qué la falla libere energía así, reptando ¿es positivo? Para Astudillo-Sotomayor hay evidencia internacional de fallas que reptaban asísmicamente, que han producido terremotos con magnitudes mayores a 6. “Como en la falla de San Andrés, California EE.UU, y la falla de Noranatolia, en Turquía. Es decir, uno nunca se puede quedar tranquilo ante una reptación asísmica, debería ser más difícil que la falla produzca terremotos de magnitudes elevadas, pero no es imposible, no se puede descartar”, puntualizó el investigador.

En cuanto a las aplicaciones prácticas de toda esta información, Melnick explicó que “esto podría ser tomado en cuenta por el Sernageomin, para que actualice el catálogo de fallas activas que tienen (…) para aumentar el conocimiento que se tienen de las fallas corticales”, junto al hecho de potenciar el estudio científico de estos lugares, como por ejemplo monitoreo utilizando equipos geodésicos. “Hay muchas más fallas de este tipo en Chile, y muy pocas han sido estudiadas, por lo que esperamos que la metodología usada en este trabajo, se pueda aplicar en otros lugares”, dijo.