Cada 3 de marzo, el mundo celebra el Día de la Vida Silvestre, una jornada para celebrar la belleza y la variedad de la flora y la fauna salvajes. La fecha busca, además, crear conciencia sobre la multitud de beneficios que aportan y la disminución de especies a causa de la actividad humana, así como la necesidad urgente de combatir los delitos contra el medioambiente que, de acuerdo a la ONU, acarrean consecuencias negativas de gran alcance en el ámbito económico, medioambiental y social.
La ministra de Medio Ambiente (MMA), Maisa Rojas, comenta a Prensa U. de Chile que este es un tema prioritario para el Gobierno. “La protección de la biodiversidad es una prioridad para Chile y el Gobierno del Presidente Boric. Llevamos muchos años viendo a la naturaleza como algo separado del ser humano, pero lo cierto es que hay una relación indisoluble. La biodiversidad es fundamental para la sobrevivencia y asegurar un futuro habitable. Por eso, debemos enfrentar la crisis de pérdida de especies y ecosistemas de todas las formas posibles y para eso estamos trabajando tanto en el Ministerio del Medio Ambiente”, sostiene.
Jorge Pérez, profesor titular del Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables de la Universidad de Chile, dice que, además de los insumos vitales que nos entrega la Naturaleza, existen otros beneficios que se valoran justamente en este período de vacaciones, donde las personas buscan acercarse a la naturaleza, salir a zonas aisladas y disfrutar de la vida silvestre, de un paisaje boscoso o de una playa llena de aves, por ejemplo.
“Al principio, toda la vida era silvestre. Hoy hemos modificado tanto los ecosistemas que estamos viendo una alta tasa de extinción. Hay muchas especies animales y vegetales que están amenazadas, en riesgo de desaparecer. Y eso, claro, afecta a la Humanidad porque muchas de estas especies animales y vegetales nos aportan múltiples beneficios. Entonces, si no los protegemos, en el fondo nos estamos perjudicando a nosotros mismos. Es por eso que es súper importante protegerla”, plantea el académico de la Facultad de Agronomía de la Casa de Bello.
En la misma línea, Cristóbal Briceño, académico del Departamento de Medicina Preventiva Animal de la Universidad de Chile y especialista en conservación, enfatiza el valor de la vida salvaje. “La vida silvestre en todas sus formas nos otorga beneficios vitales, no solo la fauna; no solo animales, plantas y el reino de los hongos como alimentos por ejemplo, también hay que pensar en las bacterias que descomponen la materia orgánica. Toda la biodiversidad sostiene la misma vida sobre nuestro planeta y hasta hace algunos cientos de años estaba en un equilibrio propio, adquirido a lo largo de millones de años, en constante cambio y ajuste”, señala el profesor de Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias (FAVET) de esta Casa de Estudios.
Existen beneficios directos e indirectos en todas sus formas. Los más obvios son la producción de oxígeno por parte de las plantas a través de fotosíntesis, que además son la base de la pirámide trófica. También nos provee de alimentos como frutas, proteína animal y todo lo que nos subsidia el mar, así como de materiales para el abrigo, la construcción y la salud, como la aspirina que se obtiene a partir de la corteza de un árbol o la penicilina que se obtuvo a partir de hongos, solo por nombrar algunos ejemplos.
“Otros beneficios menos evidentes podrían ser la formación de suelo fértil por parte de microorganismos e invertebrados. Las plantas acuáticas, por ejemplo, pueden ayudar a limpiar el agua y plantas asociadas a ríos o quebradas son importantes para mantener su integridad y evitar desastres como desbordes o aluviones. Abejas, mariposas, picaflores y algunos murciélagos son todos muy importantes para asegurar la polinización de muchas plantas. ¡Toda la vida es importante! Y por muy pequeña, resbalosa o intimidante que nos parezca un organismo, cumple un rol al ser un organismo que se articula con otros y en conjunto sostienen la funcionalidad de un ecosistema. Incluso aunque aún no lo hayamos descubierto o no comprendamos todavía qué beneficio nos otorga”, indica el Dr. Briceño.
Nosotros como especie humana somos la amenaza más importante para la vida silvestre. Hemos llegado a todos los rincones del planeta, colonizando y modificando el entorno a nuestra conveniencia. No obstante, nuestro éxito como especie representa el origen de las amenazas más importantes que enfrenta la vida silvestre en la actualidad.
“Somos muchas personas (8 mil millones) con conductas que impactan nuestro planeta finito y su biota. Así, destrucción, fragmentación y modificación de hábitats naturales, especies introducidas, contaminación, y cambio climático representan las amenazas más graves. Además, los desajustes que hemos estado produciendo en el equilibrio de la biodiversidad y nuestra intromisión en ella están generando problemas de salud en poblaciones de especies silvestres, con riesgo de extinciones locales o totales, e incluso con el riesgo de enfermedades que pueden rebotarnos a nosotros como especie humana. Muestra de ello, es la última pandemia de coronavirus”, explica el académico de FAVET.
“Hay varias amenazas, pero la principal es el cambio de uso del suelo. Cuando nosotros cambiamos, por ejemplo, una zona que está cubierta con vegetación natural, donde están todas las especies vegetales, animales, de hongos, insectos, etc. y lo cambiamos para cultivar, recolectar la leña, de a poco se va degradando y finalmente si lo transformamos en un sector urbano, eso deja de ser natural, deja de ser vida silvestre. Entonces, esa es el principal riesgo porque recuperar ese espacio es sumamente difícil”, complementa Pérez.
Además de estas modificaciones deliberadas del uso del terreno, el ecosistema también se degrada por eventos como los incendios forestales, que este verano han afectado gravemente a la zona centro y sur del país. Estos desastres que arrasan con la vida de especies vegetales y animales cada vez serían más frecuentes a consecuencia del cambio climático, que incide directamente en el incremento de las temperaturas y en la disminución de precipitaciones, agrega el profesor Pérez.
“Mientras más recurrentes sean los incendios, peor es el efecto, porque un incendio cada 100 o 200 años, claro, la vegetación se recupera. Pero hoy los estamos viendo cada vez de forma más frecuente y con una extensión territorial mayor. Estos siniestros afectan también a la gran cantidad de especies animales, como la fauna de baja movilidad que no puede escapar de las llamas”, comenta.
Jorge Aranda, profesor asistente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y especialista en áreas protegidas, enfatiza que es necesario avanzar en la legislación y aprobar el proyecto de Ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), que lleva 12 años en el Congreso. El año pasado el MMA logó destrabarlo y hoy está en el Senado. Se trata del primer Servicio de Biodiversidad del país, una deuda pendiente que permitirá completar la institucionalidad ambiental. Este proyecto de Ley no solo se crea un servicio especializado en el cuidado de las áreas protegidas del país, sino que también es un servicio que velará por la protección de la biodiversidad.
“Tenemos un déficit al respecto desde el punto de vista normativo. En Chile tenemos una Ley de Áreas Protegidas que creó un Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado el año 1984. Pero esa ley nunca entró en vigencia ¿Entonces, qué es lo que ocurre? Que se ha creado todo un elenco de áreas protegidas por diferentes normas, algunos tratados de derecho internacional, tal como la Convención de Washington de Belleza Escénica, también por la Ley de Monumentos Nacionales, que permite declarar alguna especie o algunos lugares como monumento natural, pero no tenemos una ley propiamente tal del áreas protegida”, advierte el profesor Aranda.
Las áreas silvestres protegidas representan espacios vitales para la protección de los ecosistemas. Son refugios para la vida silvestre y es importante reconocer el esfuerzo que han hecho muchos Estados y organizaciones internacionales por aumentar la protección de los ecosistemas. Sin embargo, el profesor Briceño dice que aún queda mucho por hacer, ya que las consecuencias ambientales que estamos evidenciando son producto de procesos que se han arrastrado por años. “Además de estos esfuerzos importantes, como ciudadanos podemos velar por el cuidado de la biodiversidad en espacios sin protección, por ejemplo, en las ciudades. La fauna urbana es importante y nos otorga bienestar, la sombra de árboles, el bienestar socioemocional que nos entregan las áreas verdes, por ejemplo”, dice el médico veterinario.
“Por otra parte, tenemos que elegir líderes que nos representen y que se preocupen por estos temas importantes. Líderes que se comprometan con las metas que se están suscribiendo internacionalmente y estén dispuestos a impulsar cambios importantes en beneficio de esta naturaleza subsidiaria para el ser humano”, añade el profesor Briceño.
¿Qué podemos hacer para proteger nuestra flora y fauna silvestre? El alto porcentaje de especies endémicas hace que Chile Central sea un hotspot de biodiversidad, tanto por el nivel de amenaza como de endemismo. Para protegerlo, una de las medidas es crear áreas protegidas como reservas y parques nacionales.
“Si bien a nivel nacional la cifra total es buena, con más del 20% de la superficie de Chile protegida, en la zona central tenemos una superficie súper baja de áreas silvestres protegidas, pues la mayoría están en el sur de Chile, en sectores que son de difícil acceso. Y está bien que sean protegidos, pero en la zona central, donde hay más diversidad, hay menor nivel de protección. Entonces, ahí todavía tenemos mucho que hacer en crear parques, reservas y santuarios de la naturaleza para protegerlos formalmente”, detalla el profesor Pérez.
A nivel doméstico, en tanto, hay acciones importantes como el cuidado de recursos, evitar conductas de consumo compulsivo y preferir productos que consideren prácticas ambientalmente responsables. También tenemos un rol en velar porque se cumplan las normas y denunciar acciones que atenten contra nuestra Naturaleza. “Como ciudadanos podemos ser guardianes de la vida silvestre; admirarla, respetarla, cuidarla, celebrarla y estar agradecidos de cómo, a través de sus múltiples formas, nos otorga invaluable bienestar”, agrega el Dr. Briceño.
“Hay otras medidas que se pueden tomar en sectores que no tienen vida silvestre. Por ejemplo, aquí en la Facultad de Agronomía tenemos mucho que hacer en mejorar, por ejemplo, la biodiversidad en los sistemas agrícolas. Uno puede favorecer la presencia de especies nativas, vegetales y animales con una planificación predial, que permita que haya bordes arbolados con especies nativas. Eso, obviamente, es un hábitat para las especies animales que pueden vivir ahí. Y eso se aplica también en la parte urbana. En Santiago tenemos algunos sectores con un alto nivel de vegetación, pero hay otros que están súper desprovistos de vegetación. Y en las plazas la mayor parte de los árboles son especies exóticas”, sostiene el profesor Pérez.
Si bien existe la tendencia de incluir más especies nativas, es necesario aumentar mucho más. Las plazas, parques y el arbolado urbano que existen en las calles de la ciudad, además de proveer sombra para los ciudadanos, actúan como corredores verdes para que la fauna se mueva. Por esto, entonces, es necesario mejorar la cobertura vegetal. El agrónomo plantea, además, que “se puede hacer mucho por mejorar el arbolado urbano, por ejemplo, decidir que las especies que elegimos plantar sean nativas para que fomenten también la presencia de especies animales nativas, como aves y otras. Aumentar la superficie de áreas verdes en las ciudades es súper importante”.
“Necesitamos una buena planificación territorial. Las ciudades han crecido por necesidad, pero también por intereses económicos y el mercado es el que decide en cuanto a rentabilidad. Ha habido una oposición a entender que el territorio tiene que ser planificado pensando en el bien común, no solamente en los intereses de cada propietario”, afirma Jorge Pérez. Por lo mismo, señala que “tiene que haber ciertas restricciones y orden para que podamos, por un lado, producir el alimento que necesitamos, la madera, la celulosa, etcétera, pero por otro mantener la vida silvestre que también necesitamos”.