Considerando las repercusiones del cambio climático cada vez más intensas en todo el mundo, las naciones deben aumentar drásticamente la financiación y la implementación de medidas diseñadas para ayudar a las naciones y comunidades vulnerables a adaptarse a la tormenta de fenómenos climáticos extremos, señala un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

De cara a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2022 (COP27), la última ronda de conversaciones en materia del clima que tendrá lugar en Sharm El-Sheikh (Egipto), se publicó el Informe de la Brecha de Adaptación 2022: Progresos insuficientes y excesivamente lentos – La incapacidad de adaptarse al cambio climático pone al mundo en peligro, en el que se concluye que los esfuerzos globales en la planificación, financiación e implementación de las medidas de adaptación no están a la par con los riesgos cada vez mayores.

“Las necesidades de adaptación en los países en desarrollo se dispararán hasta por un valor de US$ 340.000 millones anuales en 2030. Sin embargo, el apoyo [de financiación] a las medidas de adaptación adaptación actual es inferior a una décima parte de esa cantidad. Las personas y comunidades más vulnerables están pagando el precio. Eso es inaceptable”, afirmó el António Guterres, Secretario General de la ONU, en una declaración con motivo de la publicación del Informe sobre la Brecha de Adaptación.

“La adaptación debe abordarse con una responsabilidad tal que refleje que a todos los seres humanos se les da el valor como miembros de una sola familia. Es hora de una reestructuración mundial de la adaptación al clima que deje de lado las excusas y nos pongamos manos a la obra para solucionar los problemas”, añadió António Guterres.

Inger Andersen, Directora Ejecutiva del PNUMA, declaró: “El cambio climático está azotando golpe tras golpe a la humanidad, y fuimos testigos de ello a lo largo de 2022: de manera particularmente despiadada en las inundaciones que sumergieron a gran parte de Pakistán. El mundo debe reducir urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar las repercusiones del cambio climático. Pero al mismo tiempo debemos multiplicar con urgencia los esfuerzos para adaptarnos a los fenómenos climáticos extremos que ya están aquí y a los que vendrán”.

“Las naciones deben respaldar las importantes promesas del Pacto Climático de Glasgow actuando con medidas firmes para aumentar las inversiones y los resultados de adaptación a partir de la COP27”, agregó Inger Andersen.

Una sequía de varios años en el Cuerno de África, inundaciones sin precedentes en el sur de Asia y un intenso calor estival en todo el hemisferio norte evidencian una tendencia en el aumento de los riesgos climáticos. Estas serias repercusiones están ocurriendo a tan solo 1,1 °C de incremento del calentamiento global por encima de los niveles preindustriales.

Esta situación preocupa porque el calentamiento global tiende a aumentar un 2,4 a 2,6 °C para finales de siglo si se mantienen las actuales Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) establecidas en el marco del Acuerdo de París, como se señala en la reciente publicación hermana de la Brecha de Adaptación titulada Informe sobre la Brecha de Emisiones. Las investigaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) concluyen que cada décima de grado de calentamiento global intensificará los riesgos climático.

Dichas tendencias implican que las medidas de adaptación deben ocupar un lugar central junto con las medidas de mitigación en la respuesta mundial al cambio climático, señala el informe. Es esencial tener en cuenta que incluso las inversiones ambiciosas en adaptación no podrán prevenir plenamente las repercusiones de los fenómenos climáticos, por tanto, se deben abordar igualmente las pérdidas y los daños.

El informe señala que más de ocho de cada diez países cuentan con al menos un instrumento nacional de planificación de la adaptación, al tiempo que están mejorando e incorporando más medidas de inclusión. Un tercio de los 197 países Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) ha incorporado objetivos cuantificados y sujetos a plazos en materia de adaptación. Asimismo, alrededor el 90% de los instrumentos de planificación analizados en las investigaciones tienen en cuenta el género y los grupos desfavorecidos, como los pueblos indígenas.

Sin embargo, la financiación necesaria para convertir dichos planes en acciones reales no está a la par. Las corrientes internacionales de financiación para la adaptación en los países en desarrollo se encuentran entre 5 y 10 veces por debajo de las necesidades estimadas y esta disparidad sigue aumentando, la brecha no para de ampliarse. Las corrientes internacionales de financiación para la adaptación en los países en desarrollo alcanzaron los US$ 29.000 millones en 2020, según lo informaron los países donantes, lo que supone un aumento del 4% con respecto a 2019.

Los flujos financieros combinados para la adaptación y la mitigación en 2020 se registraron en al menos US$ 17.000 millones por debajo de los US$ 100.000 millones prometidos a los países en desarrollo. Se necesita una aceleración significativa si se quiere lograr la duplicación de los flujos financieros para 2025 con respecto a 2019, como lo insta el Pacto Climático de Glasgow.

Las necesidades anuales estimadas de adaptación varían en un rango de US$ 160.000 millones a US$ 340.000 millones de aquí al año 2030, asimismo en un rango de US$ 315.000 millones a US$ 565.000 millones de aquí al año 2050.

La implementación de las medidas de adaptación está aumentando, con especial atención en materia de agricultura, agua, ecosistemas y los sectores intersectoriales; sin embargo, este incremento no está a la altura de las repercusiones del cambio climático. Si no se logra un cambio radical en apoyar las medidas de adaptación, estas podrían verse superadas por la aceleración galopante de los riesgos climáticos.

En el informe se concluye que, si se vinculan las medidas tanto de adaptación como de mitigación (como las soluciones basadas en la naturaleza) desde su inicio en sus etapas de planificación, financiación e implementación, se pueden mejorar sus beneficios colaterales. Asimismo, esta vinculación podría limitar eventuales compensaciones, como la energía hidroeléctrica que reduce la seguridad alimentaria o el riego de cultivos que aumenta el consumo de energía.

El grupo de autores del informe concluye que se necesita una firma voluntad política para incrementar las inversiones y los resultados en materia de adaptación. No se puede permitir que las crisis como en conflicto en Ucrania y la pandemia de COVID-19 descarrilen los esfuerzos internacionales dirigidos a incrementar la adaptación al cambio climático.

Se requieren con urgencia una voluntad política sin precedentes e inversiones a largo plazo en proyectos de adaptación al cambio climático para evitar que la brecha de adaptación se amplíe.