Cerca de 30 personas resultaron heridas en el metro de Nueva York, producto de un tiroteo propiciado por un hombre vestido de chaleco naranjo y una máscara de gas. Mientras en la ciudad siguen buscando al sospechoso, que se dio a la fuga, las autoridades descartaron que haya sido acto de terrorismo. Entonces, cabe preguntarse ¿por qué llegan a suceder este tipo de hechos?

El académico Gabriel Urzúa, especialista en psicología comunitaria y director de Psicología Advance de la Universidad San Sebastián, señala que existe evidencia de múltiples trastornos asociados a salud mental que han ido aumento y se han complejizado en los últimos años, como posible efecto del confinamiento que ha traído aparejado la pandemia.

Aún es muy pronto para poder decir qué pasó por la cabeza del individuo que perpetró los disparos. Sin embargo, este “tipo de comportamientos son posibles de relacionar a rasgos asociados a sociopatía o trastorno antisocial de la personalidad, que se caracterizan por comportarse de manera impulsiva, mentir, quebrantar las leyes; en definitiva, personas que no muestran discernimiento entre el bien y el mal. Tampoco se preocupan por su propia seguridad, ni por la de los demás”, señala Urzúa.

Pero más allá de lo injustificable que resulta un hecho como el acontecido ayer en Estados Unidos, es posible intentar comprender la violencia acaecida en los últimos tiempos a nivel de sociedad, sin reducirla exclusivamente a un aspecto individual, “considerando que todos los individuos formamos parte de una sociedad y que ésta se refleja en cada una de nuestras actitudes y comportamientos”.

En ese contexto, Urzúa comenta que la violencia no sería parte de la naturaleza sustancial de todos los seres humanos, sino que tendría orígenes más bien sociales: “Responde a estímulos externos o condiciones estructurales precarias, entornos desorganizados, los que provocan actos de violencia de todo tipo, individuales y colectivos”, asegura.

El metro de Nueva York se encuentra, desde hace un tiempo, ocupado por indigentes o personas sin hogar, algunos de los cuales han cometido ciertos actos de violencia entre ellos y hacia usuarios de este transporte público, como el asesinato aleatorio de Michelle Go, en enero de este año, lo que ha generado una ola de noticias alarmantes en los medios de comunicación, generando una sensación de temor entre los usuarios del metro.

“Al parecer, la cantidad de homeless que sobrepoblan un espacio que no está construido originalmente para ser habitado, tiene que ver con algo que está ocurriendo en Estados Unidos y algunos países de Europa. Se está trabajando en virtud de la desinternación de los pacientes psiquiátricos, cuestión bastante interesante, dado que desarrolla estrategias más asociadas a lo comunitario para atender a este tipo de sujetos con patologías de base”, señala Urzúa.

Sin embargo, explica el psicólogo, “si esta estrategia no va acompañada de un apoyo social real, en función de redes comunitarias, dando empleos para que estas personas puedan desarrollarse y un apoyo material como la construcción de viviendas, puede ocurrir lo que estamos viendo en el metro de Nueva York”.

Entonces, si sumamos un entorno de alto estrés psicosocial, junto a ciertas características de personalidad asociados a trastornos psiquiátricos, podríamos explicar, nunca justificar, ciertos comportamientos de este tipo. A ello debemos sumar que, en Estados Unidos, el uso de armas de fuego está naturalizado y sigue siendo de fácil acceso en comparación con otros países. “Por tanto, tenemos una situación compleja y, lamentablemente, se podrían seguir produciendo este tipo de actos violentos si no se atiende a las condiciones sociales estructurales respecto a este tipo de población”, enfatiza Urzúa.